Hace unos meses recibí un e-mail de la Academy for Cultural Diplomacy, una organización internacional de reconocido prestigio cuyo fin es la promoción y discusión de diversas temáticas relacionadas con las Relaciones Internacionales.
En el correo me invitaban a participar en unas conferencias en Berlín, dando una ponencia con tema libre a mi elección y siempre acudiendo al evento en calidad de ex presidente de las Islas Baleares.
Como todos los lectores de EL ESPAÑOL conocen, desde hace unos meses vengo impulsando diversas acciones relacionadas con el fomento de la práctica liberal en nuestro país, por lo que mi idea inicial era aprovechar las jornadas para promocionar el oasis de libertad que algunos afortunados hemos tenido el honor de liderar en el mar de consensos socialdemócratas imperantes.
A medida que iban pasando las semanas, y las confirmaciones de ponentes iban sucediéndose, comencé a inquietarme de manera particular por el número de oradores separatistas de primer nivel que iban a acudir a las jornadas.
En un primer vistazo fui capaz de identificar a Artur Mas, ex presidente de la Generalidad; Toni Comín, ex consejero prófugo de la Justicia; o Elsa Artadi, portavoz del Gobierno catalán actual.
Acabé siendo el único constitucionalista en un evento con ex presidentes de numerosos países europeos
Pero si la primera impresión fue desoladora, el análisis en profundidad del resto de ponentes fue aún peor si cabe: localicé a numerosos comentaristas de TV3, como Mónica Terribas (la locutora de radio que iba avisando en antena de la ruta que seguían los guardias civiles el 1 de octubre); senadores de ERC, diputados del Parlament y algún que otro periodista de pretendida equidistancia y nula neutralidad (ya saben, de aquellos que dicen que no quieren ni 155 ni declaración de independencia, pero que si hay que posicionarse entre uno y otro siempre lo hacen a favor de la independencia).
Por el bando unionista éramos unos cuantos parlamentarios nacionales y autonómicos que, si bien en número siempre fuimos inferiores, al menos compensábamos la marabunta golpista que se avecinaba.
A una semana de comenzar el evento, con la lista de oradores ya confirmada de manera definitiva, comprobé de nuevo por pura casualidad los ponentes que finalmente acudiríamos, no fuera a ser que tuviéramos la fortuna de contar con la presencia del prófugo supremo Puigdemont y el plantel ya fuera de escándalo completo.
Sorpresa mayúscula la mía cuando la aberración que esperaba no se produjo en el soberanismo, sino muy a mi pesar en el constitucionalismo: frente a ni una sola baja independentista, acabé siendo el único unionista en acudir.
Un evento internacional con ex presidentes de numerosos países europeos, exministros de toda Europa, fiscales generales y miembros del Tribunal Constitucional portugués, periodistas nórdicos, asistentes de todas partes del planeta y, en general, analistas políticos de referencia e influencia europea.
Es indignante que demócratas de todo el mundo reciban conferencias de un “conseller en el exilio”
Un evento con una capacidad de viralización inmensa y de primer nivel diplomático al que iba a acudir toda la plana mayor independentista y, si por algún motivo yo llego a declinar, no hubiera habido ni un solo constitucionalista para al menos refutar las mentiras que ahí se contarían.
El problema de la falta de asistencia de unionistas no es de los parlamentarios concretos que por uno u otro motivo justificado declinaron acudir a ellas pese a estar invitados, sino de la falta de coordinación del Ministerio de Asuntos Exteriores ante eventos como estos.
No es posible que no exista un grupo de análisis estratégico encabezado por el propio Gobierno que sea capaz de identificar aquellas jornadas que se realizan a lo largo y ancho del planeta en las que el independentismo golpista cuenta su relato sin que haya respuesta alguna por parte del constitucionalismo español.
No es de recibo que la defensa de nuestra nación dependa exclusivamente de la buena voluntad de unos parlamentarios que desconocen el grado de responsabilidad de su asistencia hasta que es demasiado tarde.
Es indignante que demócratas de todo el mundo reciban conferencias de un señor presentado como “conseller en el exilio”, que mandatarios internacionales hablen de conflicto entre países, o que personas con ninguna animadversión hacia España nos pidan explicaciones sobre cuándo vamos a liberar a los presos políticos.
La comunidad internacional ha comprado el relato separatista porque en el exterior no le hacemos frente
Y estos ciudadanos europeos y extra-comunitarios no creen a mala fe que seamos un país que viola los derechos humanos, que “no respeta la voluntad de los pueblos” o que mantiene una colonia en su territorio sin capacidad de decisión sobre su futuro.
La comunidad internacional tiene totalmente comprado el relato separatista simple y llanamente porque en el exterior prácticamente no les hacemos frente.
Los constitucionalistas tenemos razón, pero es imposible que nadie nos la dé si nunca se escuchan nuestros argumentos porque sencillamente no los exponemos.
Desde la atalaya de este senador y ex presidente balear que les escribe, dada la circunstancia de las jornadas a las que asistía y la aberración nacional ante la que me enfrentaba, mi conferencia dejó de versar sobre liberalismo y se enfocó en una temática que mejor describo a través de su título: “Ten lies of the catalan independence movement”.
En solitario, pero con la convicción de que España así lo requería, me enfrenté al ejército de independentistas explicando en 20 minutos que Cataluña forma parte de España desde el Imperio Romano (cuya primera capital fue, precisamente, Tarraco); que la Diada conmemora una guerra de Secesión entre españolazos y españolistas; que la Constitución Española fue aprobada en Cataluña con el 90% de apoyos, que en ella se establece un Estado descentralizado que dota a Cataluña de más competencias que muchos Estados federales; que económicamente ha sido la Comunidad Autónoma que más recursos ha recibido del Ministerio de Hacienda durante la crisis; que durante la dictadura franquista se estudiaba más catalán en las escuelas que durante la democracia español en las aulas catalanas; que los independentistas no son mayoría en votos y cada vez pierden más escaños; que nada hay más institucionalmente corrupto que el pujolismo y su 3%; que el fake referendum se construyó en base a manipulaciones lacrimógenas carentes de base real; y que, por supuesto, en España sólo hay políticos presos y jamás presos políticos.
Tuve que intentar refutar en 20 minutos las 20 horas de propaganda independentista con calzador
Una conferencia en la que tuve la fortuna de intentar refutar en 20 minutos las 20 horas en las que los espectadores habían recibido propaganda independentista con calzador y sin contra-argumentar. Veinte horas en las que mientras la reputación de nuestra nación se veía comprometida, nadie internacionalizaba la verdad de cómo el Estado de Derecho, la democracia y la Historia están sólo, única y exclusivamente, del bando español unionista.
Los cargos públicos en activo y retirados que tenemos la suerte de hablar idiomas debemos dedicar todas nuestras fuerzas a defender a España en el extranjero ante la injerencia separatista.
La falta de diligencia de nuestras autoridades patrias a la hora de permitir que eventos como estos se produzcan en todo el mundo es una aberración que no tengo palabras ni para calificar.
Cuando este Gobierno se dé cuenta que no lo es del PSOE o de Pedro Sánchez, y sí de España y los españoles, quizás no quede opinión pública con la que razonar.
Y entonces, cuando nuestra nación se rompa por nuestra omisión, al menos los que de verdad amamos a la patria no podemos tener en nuestra conciencia que no hicimos todo lo que estuvo en nuestra mano para defenderla.
Y es que, muy a pesar del Gobierno, España es nuestra responsabilidad. Ejerzámosla.
*** José Ramón Bauzá es senador del PP y ex presidente del Govern Balear.