El nuevo himno del PP es bélico, de tropas al frente. Invita al "lo que hacemos en la vida tiene su eco en la eternidad", de Gladiator; inspira el "sangrad ahora conmigo" de Braveheart, pero por la puerta apareció... Rajoy Brey, con todo un repertorio de frases huecas bajo el brazo.
Pablo Casado y Teodoro García Egea le abrazaban con fuerza, sonreían. Mariano -porque aquí todos le llaman "Mariano"- saludaba con gesto de circunstancias y, en los corrillos, encogía los hombros como diciendo: "Sé que soy el plato fuerte pero, ¿qué quieren que les diga?".
En el Congreso, durante el cuadragésimo aniversario de la Constitución, ahuyentó así a los periodistas: "Sólo hablo de Derecho mercantil". Este viernes, abocado inevitablemente al escenario en su calidad de expresidente, pactó con la nueva dirección del PP una entrevista descafeinada, teledirigida por la otra Ana Pastor. Tan guionizada que las respuestas estaban escritas de antemano.
Durante la primera ovación que le brindaron, Rajoy, sentado en primera fila, se limitó a levantar un pulgar en señal de aprobación. Quizá consciente de su tibieza, se levantó a continuación para agradecer los aplausos como el futbolista que abandona el terreno de juego. En continuo contrapunto al himno estrenado, el expresidente del Gobierno disfrutaba de un privilegio sólo reservado a las deidades: asistía a su propio funeral.
Alberto Núñez Feijóo, encargado del prólogo, puso temperatura al termómetro. Enérgico, encumbró a Manuel Fraga, José María Aznar y al propio Rajoy. Ovaciones cerradas, de Bombonera. Y entonces llegó el momento. "Mariano" subió las escaleras, sostuvo los folios con las rodillas y dio paso a su entrevistadora, que se refirió a la oportunidad como "un privilegio".
"Conviene dejar de lado los brillantes análisis"
Como si hubiera vivido en la cabaña de Walden -despojado de prensa y tecnología- y no en Santa Pola, Rajoy respondió a su interlocutora desde la trinchera del recuerdo. Nada de Vox, por supuesto; pero tampoco de otros adversarios. A cambio mencionó a los Reyes Católicos, y también a alguno de los monarcas que respondieron al nombre de Carlos. Más de uno se miraba: "Ay, ya sabes cómo es".
En el día de la refundación, Rajoy habló de lo que se fundó hace ya mucho tiempo: Constitución, el PP de 1989, sus inicios en Santiago, los días de Pontevedra... Ana Pastor, como el santo Job, esperaba pacientemente a que los circunloquios dieran a su fin. Y luego apretaba, incisiva: "¿Qué tal le va la vida?".
"En la vida es importante tener muy claras las prioridades. Saber cuáles son los tiempos y decidir esos tiempos", profetizó Rajoy. Luego, severo, advirtió: "Conviene dejar de lado las ocurrencias y los brillantes análisis". Una profecía autocumplida.
Por si acaso, animó a la joven militancia: "No hay que desconocer la realidad". En medio de ese manantial de hallazgos, concluyó: "He tenido la oportunidad de conocer toda España y eso es muy importante porque es mi país". Si hubiera habido tiempo para los bises -las intervenciones estaban tasadas, también la de Rajoy- quizá hubiese regalado: "Es el vecino, el alcalde, quien elige...".
Reconociendo que este par de anécdotas jugarían en su contra, las obsequió a su público a modo de colofón: "He puesto el único teléfono en muchas aldeas de Galicia (...) He inaugurado la luz eléctrica en varios pueblos". Y venga lugares comunes y batallitas.
Tan guionizada estuvo la conversación que Rajoy mencionó los datos de la tasa de fecundidad un par de veces. En su despedida encogió los hombros y se fue. "¿De dónde habrán sacado este himno?". Eso tuvo que preguntárselo. Seguro.