Uber y Cabify abandonan Barcelona y las licencias de taxi de la ciudad, gobernada por una declarada activista contra la especulación como Ada Colau, suben de precio desde los 135.000 euros de hace un año hasta los 160.000 actuales. Barcelona, actual capital europea de la movilidad urbana, impone condiciones draconianas a las flotas de VTC y condena al paro a miles de trabajadores con una edad media de 45 años y difícil acceso al mercado laboral. Barcelona, sede del Mobile World Congress, veta a las empresas de economía participativa como Airbnb, Uber o Cabify y condena a vecinos y visitantes a unos servicios más propios de los años 60 del siglo pasado que de 2019.
Son sólo algunas de las paradojas provocadas por la gestión del conflicto del taxi por parte de la Generalidad y el Ayuntamiento de Barcelona. La imagen internacional de la ciudad, ya muy tocada por el procés secesionista y por la ola de racismo contra el turista instigada por las autoridades municipales y autonómicas, se ha visto golpeada de nuevo por unas medidas proteccionistas que impiden la libre competencia, que protegen monopolios impropios de una economía de mercado y que obligarán, muy probablemente, al pago de indemnizaciones multimillonarias por parte de las administraciones catalanas.
Un modelo propio del siglo XIX
Carina Mejías, líder del grupo municipal de Ciudadanos en el Ayuntamiento de Barcelona, se lamenta durante una conversación con EL ESPAÑOL por lo que considera un nuevo paso del Ayuntamiento en la dirección incorrecta. "Ada Colau, la heroína contra la especulación urbanística, fomenta, aplaude y alienta la especulación con las licencias de taxi. Mientras Barcelona es proclamada capital de la movilidad urbana, la alcaldesa y el Gobierno autonómico expulsan de la ciudad a las empresas más innovadoras. Y lo grave es que en el futuro se prevé que sigan haciendo lo mismo con cualquiera que llegue a Barcelona con un modelo empresarial innovador. Y mientras tanto, ¿cuál es el modelo de movilidad urbana de Ada Colau? Un tranvía más propio del siglo XIX que del XXI".
Pero el problema, según Carina Mejías, no se ciñe únicamente a la expulsión de empresas, o a los miles de trabajadores barceloneses que engrosarán ahora las listas del paro, sino que alcanza también a las indemnizaciones millonarias que deberán pagarse a las empresas que trabajaban hasta ahora con licencias VTC.
"Las medidas adoptadas violan de forma flagrante la directiva europea Bolkenstein de liberalización de servicios", dice Mejías. "Revocar las licencias nos va a costar mucho dinero a los catalanes. Y eso sin olvidar que las restricciones son ilegales de raíz. Pero a Ada Colau no le importa. Ella ya dijo cuando llegó a la alcaldía que no quería el Mobile World Congress en Barcelona porque la tecnología le importa muy poco. Su política es antimoderna y reaccionaria. Además, dejará en el paro a personas de cuarenta y cinco años. Gente que ahora tendrá muchas dificultades para volver a entrar en el mercado de trabajo".
Alberto Fernández Díaz, líder del grupo municipal del PP, incide en lo apuntado por Mejías. "Ada Colau no ha buscado ni el diálogo ni la solución, sólo el conflicto. Todos pierden: Barcelona, los usuarios y los taxistas. Confío en que los tribunales puedan reconducir la marcha de Uber y Cabify, y en que la Generalidad y Ada Colau promuevan un acuerdo que garantice el futuro también para el taxi tradicional con medidas de apoyo que no vayan en contra del taxi del futuro. La fuerza no puede imponerse a la libertad".
Las mafias del taxi
Antonio Camuñas, expresidente de la Cámara de Comercio España-EE.UU. y presidente de Global Strategies, compara el caso de Barcelona con lo ocurrido en la ciudad de Nueva York, que él conoce bien. "En Nueva York, ciudad gobernada por la izquierda, también ha habido mucha batalla con Airbnb y con otras empresas de economía participativa. En el caso concreto del sector del transporte privado, los medallones [el término con el que se conocen allí las licencias de taxi] han llegado a costar un millón o un millón doscientos mil dólares. En realidad son una mafia, así que dile a esa gente que su millón de dólares no vale ya nada por la llegada de Uber y Cabify".
"En Madrid existían hace tiempo taxis de primera, de segunda y de tercera. Tenía mucho sentido, porque tenías un taxi de primera, muy bien cuidado; otro de segunda, bastante peor cuidado; y uno de tercera, que compartías con otros usuarios. Y eso era razonable. No tenemos por qué utilizar todos el mismo servicio. Lo ridículo del taxi es que, vayas en un Mercedes o en un coche hecho una calamidad, el servicio te cuesta lo mismo. Es el drama de la mentalidad socialista europea, el precio único" añade Camuñas.
"Pero esas medidas tienen todo el sentido para ellos. Si te fijas, el modelo de Colau y de Carmena es el modelo chavista. Si tuvieras que pasar por la plaza de Sant Jaume para que la alcaldesa te diera una bolsa con unos huevos y dos ibuprofenos, ella estaría contenta. Se han ido cinco mil empresas de Cataluña. Yo mismo tengo decenas de amigos que se están yendo de Barcelona y comprando casas en Madrid. Y eso no le viene mal a Colau. En Venezuela sólo se ha quedado el que no tiene más remedio que quedarse. Los que podían se fueron hace cinco años" dice Camuñas. "Es el modelo que les funciona: uno en el que los ciudadanos dependan por completo de las administraciones".