Solían ser sutilezas, menciones veladas. Las alusiones a Vox y su líder, el otrora popular Santiago Abascal, que solía conceder la actual dirección del PP siempre eran discretas. No en vano, desde Génova eran conscientes de que quizás tendrían que contar con su apoyo para poder alcanzar el poder. Así lo hicieron en Andalucía hace apenas unos meses, sí, pero ahora todo ha cambiado: el presidente del Partido Popular, Pablo Casado, ya no rehuye el cuerpo a cuerpo con Abascal.
Es algo que ha dejado patente este martes, en un encuentro con la delegación territorial de su formación en Logroño. “Hay partidos que llevan dos meses desaparecidos. No he vuelto a ver al líder de Vox, no sale”, comenzó Casado, mentando a Vox explícitamente por primera vez en semanas. “Dicen que siguen la estrategia de Trump: sólo redes sociales”, continuó con la estocada. “¿Por qué? Porque no tienen ningún proyecto que ofrecer a los españoles. No saben ni de economía ni educación ni sanidad ni política internacional, ni seguridad, ni inmigración, ni política territorial ni política presupuestaria”. Y el líder popular siguió con su discurso, tan campante.
La seguridad con la que Casado se encaró directamente con Abascal, haciendo de su ataque algo natural evidencia que ya nada es igual. La aritmética parlamentaria se ha impuesto y, por primera vez, la fragmentación del voto de la derecha puede acabar con las expectativas electorales de unos y otros.
"Votar Vox es votar PSOE"
Fuentes cercanas al presidente afirman a este periódico que el objetivo es “dejar claro que votar a Vox en provincias pequeñas es votar PSOE” y lo que quieren es “unificar el voto de la derecha”. Ensanchar la gran “casa común” que enarboló Casado durante la clausura de la convención popular el pasado enero y, sobre todo, impedir que Pedro Sánchez reedite una mayoría que le vuelva a propulsar a la Moncloa.
Lo cierto es que el propio Casado siempre ha mantenido que él no tiene ninguna mala relación con ningún otro candidato. Su relación puede ser buena, cordial, aunque se les ataque dialécticamente y en sede parlamentaria. Pero con Vox siempre había sido algo especial: parecían condenados a entenderse si querían alcanzar los gobiernos y, sobre todo, porque el propio Abascal y el partido son una escisión del PP. Compartían, en cierta medida, intereses: ahí queda la foto de Colón, pero es cierto que desde Génova siempre han tratado de alejar posturas. Los votantes del partido de derecha extrema, en su inmensa mayoría, también solían optar por la papeleta conservadora.
Ahora los populares quieren dejar relucir su experiencia de gestión, sus perfiles más técnicos, su historia política. Y, con las propuestas radicales de Vox, quienes se suelen referir a ellos como “la derechita cobarde”, poco hay que ganar. “No se puede decir que tu primera medida va a ser detener a Torra. Hay que tener respeto por el Estado de derecho y no vender humo a tus votantes”, han resoplado, alguna que otra vez, desde el círculo del presidente popular.
Baile de escaños
Ya lo comentó Pablo Casado en su primera entrevista tras la convocatoria de elecciones generales, con este periódico. "Es irresponsable regalar al PSOE 20 escaños en circunscripciones muy del PP con pocas opciones para Cs y Vox". Las cifras que manejan en Génova lo tienen claro: hay entre 15 y 20 escaños en juego y la batalla la darán los pequeños municipios.
Para capitalizar los votos en las circunscripciones de dos, tres, cuatro, cinco y seis escaños, respectivamente, en el PP cuentan con que es necesario sacar más de un 50%, 22%, 27%, 22% y 17% de las papeletas. Y ahí se va a producir el gran sangrado, puesto que es harto complicado que Vox consiga sumar.
Por eso, preparan ya el mensaje del voto útil. Y el recuerdo de que no se volverá a votar nada en nuestro país hasta dentro de cuatro años, por la coincidencia de todos los comicios, a excepción de las catalanas, vascas y gallegas.