Ciudadanos sigue fichando a aquellos exponentes de un PSOE que ya "no existe" y con el que sí aceptaría pactar. Soraya Rodríguez encabeza la lista de esa suerte de disidentes que, a ojos de Albert Rivera, representan el verdadero socialismo, "hoy convertido en un proyecto personalista".
Se trata de la primera vez en la historia de la democracia que la exportavoz parlamentaria de una formación engrosa las listas electorales de otra. Con la incorporación de Rodríguez, los liberales pretenden ilustrar que quien se ha "alejado del centro" ha sido Pedro Sánchez, y no Ciudadanos. Una estrategia previamente impulsada con nombres como Manuel Valls, Celestino Corbacho -ministro de Trabajo con Zapatero- o Joan Mesquida -director de la Policía y la Guardia Civil también con el PSOE-.
"Cuanto más golpeamos a Sánchez, más crecemos por la izquierda", resume uno de los dirigentes de Ciudadanos que cocina la campaña de cara a las elecciones del 28 de abril. Así justifican los naranjas su veto inamovible al presidente del Gobierno. En contra de lo que pueda parecer -arguyen-, ese muro no les arrastra a la derecha, sino que les permite "pescar en el electorado socialista": "Son los datos que manejamos".
Entonces, ¿por qué Rivera extendió el mencionado veto al PSOE y no lo ciñó exclusivamente a Sánchez? Nada más convocarse las elecciones, el Partido Popular fustigó a Ciudadanos insinuando su posible pacto con el "presidente que negocia con los separatistas". Para evitar una fuga a su derecha -Rivera sostiene sus 32 diputados con mucho exvotante conservador-, la Ejecutiva liberal decidió jugar esa carta y así laminar cualquier duda: "No pactaremos con Sánchez ni con el PSOE".
Esa postura exige mucha pedagogía porque, tal y como demuestra el último sondeo realizado por SocioMétrica para este periódico, el elector sitúa a Rivera cada vez más a la derecha, incrustado en un bloque con PP y Vox. No obstante, esta misma encuesta arroja una realidad esperanzadora para Ciudadanos: el espacio a su izquierda y a la derecha del PSOE -el centro absoluto- está casi vacío y es el que más crecimiento admite. De ahí que Sánchez y Rivera se hayan lanzado a por él.
Con el objetivo de escenificar ese viraje al centro -además de la bolsa de fichajes socialistas-, Rivera saca punta a sus diferencias con Vox y PP. Aunque no lo haya llamado "veto", el candidato de Ciudadanos ha verbalizado que no pactará con Santiago Abascal. La indefinición previa podía costarle la pérdida de sus electores más socialdemócratas.
Sin embargo, Rivera y su equipo han decidido centrar sus acciones de campaña en esa confrontación con Pedro Sánchez para mostrar al votante de centro-izquierda que el Gobierno actual "ha sido quien ha abandonado el espacio que ocupaba".
"¡La gente que hemos fichado del PSOE es mucho más dura con Sánchez que nosotros!", ironiza un miembro de la Ejecutiva liberal con la intención de ilustrar el "acierto" de su decisión estratégica. En la sala de operaciones naranja refieren, entre otros entrecomillados, la carta de despedida de su último fichaje, Soraya Rodríguez: "La posición que yo tengo era no hace mucho la mayoritaria en el partido (...) Cada vez existen más compañeros que reciben como una agresión al partido las opiniones discrepantes".
Por eso Rivera otorgará un protagonismo capital en campaña a la mayoría parlamentaria que encumbró a Sánchez. "Es importante porque lo inhabilita a ojos del constitucionalismo", relata uno de los exsocialistas ahora en Ciudadanos.
Los liberales identificarán continuamente a las formaciones separatistas que han confluido en algún momento con Sánchez para intentar hacerse con el votante "moderado" del PSOE.