Laura Duarte protagonizó el vídeo freak de la campaña. La candidata al Congreso del Partido Animalista Contra el Maltrato Animal daba de comer a un supuesto toro en un santuario de animales. En la distancia de Paco Ojeda, arrimaba ramitas al mastodonte alardeando de valor. “Pienso en la cobardía de los taurinos”, decía como citando a Chiquetete. Llamaba “sádicos” a los toreros. “Fijaos cómo se comporta cuando le tratas con cariño y respeto”, reclamaba Duarte la atención de los votantes.
El vídeo consiguió visibilidad en las redes sociales, provocando un debate que saltó al mainstream de la televisión durante los últimos días de campaña. El PACMA había logrado su objetivo: ser protagonista cuando los minutos valen oro. Ocurría que Marius no era un toro.
El mensaje se volvió en contra, difuminando el éxito viral de Duarte. El 28-A confirmó el pinchazo: respecto a las últimas elecciones celebradas en 2016, sólo ganaron seis décimas, pasando del 1,19% de los votos al 1,25%. Con una campaña más agresiva, enfrentados a Vox y centrados en atacar a la tauromaquia, el partido presidido por Silvia Barquero se quedó en 326.045 papeletas, sin escaño y con una reputación de formación abonada a las fake news.
¿Por qué el buey Marius no conmovió al electorado? “La razón principal puede ser la distribución por circunscripciones. Probablemente, al ser un partido minoritario no le han llegado los escaños y tiene un techo de voto muy difícil de romper”, explica Diego Crescente, socio de la firma de asuntos públicos Masconsulting. “En cuanto a que hayan mantenido el número total de votos yo aquí si veo una fagocitación de ideas en la izquierda. Quiero decir que en realidad lo propuesto por PACMA no difiere mucho de lo apuntado por Podemos o incluso IU”.
Confusión de animales
Al vídeo de Marius se le unen otras polémicas que han protagonizado en Twitter, como cuando confundieron a un chacal con un lobo, a una perdiz con una tórtola o quisieron protestar contra la caza de las cabras montesas en la Comunidad de Madrid utilizando la imagen de un carnero de las rocosas, una especie que no vive en Europa.
“Recurren a las mentiras de siempre. Tienen cada vez menos cuidado. Es como si un partido de físicos dijera a los votantes que el fuego no quema”, dice Chapu Apaolaza, portavoz de la Fundación del Toro de Lidia, refiriéndose a la posibilidad de tocar un toro y que no pase nada. “Ha cambiado la percepción que tiene la sociedad de ellos. Algunos todavía piensan que el alma del PACMA es querer mucho a los animales y rescatar perros y adoptar gatos, lo cual es verdad sólo en parte”.
Al desconocimiento sobre los animales que pretenden proteger, se une la visión distorsionada de la realidad. En una entrevista de hace unos años, Silvia Barquero pone encima de la mesa “el eterno dilema” animalista. “¿Tu madre o tu perro?”. “La esencia del animalismo es esa pregunta”, dice Apaolaza, que ha participado en debates con varios miembros del partido. “No se trata sólo de proteger a los animales. Quieren exterminar los toros, la caza, el consumo de carne animal, prohibir la experimentación médica con animales... ¡Si hubo un escrache en la puerta del museo del jamón!”.
El PACMA consiguió en 2016 más de 60.000 votos respecto a las elecciones de 2015. Traspasaron el umbral del 1%. Ahora, algunas encuestas dibujaban un Congreso con uno o dos parlamentarios animalistas. “En ese sentido, lanzar un mensaje (aunque tengas mucho protagonismo, que lo han tenido) novedoso y al mismo público que otros dos partidos se penaliza, porque no tienen mucho más espacio electoral”, analiza Crescente. “La otra razón puede ser que en realidad la ciudadanía es soberana e inteligente y prefiera votar a partidos con propuestas nacionales en unas elecciones generales. PACMA es más un movimiento causal que un partido político en sí mismo”.
La tauromaquia como delito
La llegada de PACMA coincide con los movimientos animalistas y, sobre todo, antitaurinos que han crecido en Europa en los últimos diez años. El desembarco en España de estas ideas tiene un objetivo claro: “convertir la tauromaquia en delito”, como declaró Duarte en una de sus entrevistas.
Cataluña prohibió las corridas de toros en 2010, haciéndose efectiva la norma en 2011. La tormenta perfecta entre oportunismo político e ideas animalistas, que hicieron fortuna entre los representantes públicos catalanes, obsesionados con cortar la conexión con España. “Hay que concienciar a la sociedad de qué es el animalismo. Hay muchos colectivos afectados que piensan que no les toca. Poblaciones rurales, cuidado de los montes, restaurantes, la equitación... No se trata sólo de toreros y ganaderos”, advierte el periodista Apaolaza.
“No es tan importante el número de votos que tengan, como la imagen que se perciba en la sociedad. Hay auténticos radicales entre sus filas”, comenta el representante de la Fundación. Apaolaza entiende que esa ideología se introduce “poco a poco” en la sociedad. “Aprovechan la candidez del votante, que cree que no van a cumplir su programa. Les votan con la esperanza de no cumplirlo”. “Su hueco no está tanto en la representación política como en la movilización social”, concluye Crescente. Más directo es Apaolaza: “Embaucan en esa ideología salvaje a muchas personas a través de la emoción del amor por los animales, que es otra cosa distinta de ser animalista”.