Después de dos horas y 15 minutos de reunión con el presidente del Gobierno, Pablo Iglesias se dejó ver ante la prensa para dar cuenta de sus primeras negociaciones para ese "gobierno de coalición" que traía como propuesta a la Moncloa. "Es la única manera de que haya estabilidad y de cumplir el mandato de las urnas, que pidieron un Ejecutivo con políticas progresistas", venía repitiendo desde la noche del 28-A. Pero se fue con la única promesa de que le volverán a llamar.
Y aunque el tono de Iglesias era casi de funeral, en realidad ésa es la pose que guarda para las ocasiones solemnes. Y ésta, con americana y todo, lo era: "No podría haber un punto de partida mejor", dijo el líder morado antes de acuñar la frase de la tarde: "Nos hemos puesto de acuerdo en que trabajaremos para ponernos de acuerdo", aunque pidió "prudencia, discreción y tranquilidad" a los periodistas.
Y es que no hay duda de que "el trabajo de las próximas semanas" que anunció Iglesias se solapará con la campaña de las europeas, autonómicas y municipales. Así, el único anuncio concreto que hizo el líder de Podemos fue que "Irene Montero y Adriana Lastra trabajarán" sobre la negociación de la Mesa del Congreso.
Lo de estar de acuerdo en que hay que estarlo no era, en realidad, del todo una frase hueca. Llegaba Iglesias con el temor de que Sánchez se cerrara en banda en lo del gobierno monocolor. Y al menos le dio para expresar que los dos líderes de izquierda coinciden en que tienen que "trabajar juntos". ¿Detalles programáticos? Ninguno: "Hemos hablado de empleo, pensiones, la situación internacional..."
El secretario general de Podemos a Moncloa se había bajado poco antes de las 17.00 horas del coche blanco -no, no era un taxi-, había subido la escalinata y sonreído -los dos lo hicieron-. Destinados a entenderse si quieren una legislatura larga, los dos líderes de la izquierda entraron a las dependencias con un gesto amigable -una especia de abrazo ligero del presidente en funciones a su pretendido socio- y celebraron después la reunión más larga de las tres que Sánchez ha convocado en Moncloa estos días.
Traía el mandato Iglesias de su Consejo Ciudadano Estatal (CCE), que este lunes le apoyó sin fisuras -al menos, aparentes- para que reclamara una negociación con el líder socialista "sin líneas rojas". Es decir, puestos en el Gobierno, como destacaron dirigentes regionales del partido ya en la mañana de este martes: "Si Sánchez no quiere un acuerdo con nosotros, que busque apoyos en otros sitios", dijo José García Molina, líder castellano-manchego.
La idea era rechazar las condiciones previas que el PSOE ya ha querido establecer desde que la mañana siguiente a las generales: "Queremos un gobierno monocolor". Iglesias quiere -y necesita- evitarlo. Lo quiere para poder rentabilizar políticamente la acción del Ejecutivo, ya que en estos 10 meses Sánchez se ha quedado el mérito hasta de lo que Podemos arrancaba forzando negociaciones. Y lo necesita para que el PSOE tenga un anclaje dentro del Consejo de Ministros que evite miradas hacia la bancada naranja de Ciudadanos.
Pero después de sólo cinco minutos y cinco preguntas, Iglesias dio por finiquitada su comparecencia, con prisas por evitarse preguntas incómodas. "El presidente y yo hemos coincidido en que se inaugura una nueva etapa de diálogo", dijo como lugar común cuando se le preguntó por Cataluña. Y se fue.