Manuel Valls tiene su cuartel de campaña en unas céntricas oficinas del Paseo de Gracia barcelonés. Mientras esperamos la llegada del candidato, atareado con los últimos preparativos de su gran acto central de campaña junto a Inés Arrimadas, Celestino Corbacho y Albert Boadella, vemos por la ventana ese edificio que iba a convertirse en el hotel de lujo Four Seasons, ahora tapado con una lona gris. Y digo "iba" porque la cadena canadiense decidió finalmente, tras el veto de la alcaldesa Ada Colau, instalar su primer hotel español, junto con sus cuatrocientos empleos de nuevo cuño y su turismo de alto nivel cultural y adquisitivo, en Madrid.
Manuel Valls frente al fantasma del Four Seasons que nunca fue. Es difícil encontrar una metáfora visual más poderosa de la decadencia de Barcelona, de su pérdida de peso económico, político, cultural y turístico frente a Madrid, y de la necesidad de ese cambio de rumbo que el cabeza de lista de la plataforma Barcelona pel canvi-Ciudadanos pide liderar frente a unos sondeos que nadie en su equipo dice creerse. "No es lo que vemos en la calle" me dice uno de ellos mientras Manuel Valls da las últimas instrucciones a su jefe de campaña.
Señor Valls, usted conoce los sondeos. ¿Le sorprenden?
No, porque veo cosas muy diferentes en la calle. Los sondeos son la fotografía de un momento, pero también veo una evolución y mucha indecisión. Lo dicen las encuestas. Hay hasta un 30% e incluso un 40% de indecisos en Barcelona, según el sondeo que mires. Y veo que los barceloneses no van a repetir el voto de las elecciones generales. Entonces hubo miedo a Vox. Pero aquí, en Barcelona, Vox sacó el 3%.
La amenaza de Vox no era tal.
En las elecciones generales hubo una apuesta por la moderación. Pero Vox no es el problema. El problema es el nacionalismo catalán. Y cuando ves que se define a ERC como "moderada", y luego ves que su número dos en las elecciones europeas es alguien de Bildu, o ves lo que ha hecho hoy vetando a Miquel Iceta, ¿qué tiene eso de moderado?
Mi trabajo es convencer a los barceloneses. Porque estas son las elecciones municipales más importantes en cuarenta años. Nos jugamos mucho en Barcelona, pero también se la juegan Cataluña, España y Europa. Lo que ocurra aquí tendrá consecuencias muy importantes en todos esos ámbitos.
Barcelona ha caído presa del nacionalismo y del populismo de extrema izquierda. Uno de ellos sería un peligro; dos son un desastre. ¿Qué ha ocurrido para que hayan coincidido ambos en la misma ciudad?
¡Ese es el gran peligro! La alianza del populismo de Ada Colau, que ha fracasado en temas de seguridad, de vivienda, de políticas culturales, de lucha contra la pobreza y de proyección económica, con el separatismo de Ernest Maragall. Porque Colau y Maragall tratarán de sumar y de juntarse para gobernar.
Barcelona se ha degradado como consecuencia de la crisis económica, del procés, de la división de la sociedad, de la irresponsabilidad de los separatistas y de la gestión de la señora Colau. Se decía que Ada Colau era ambigua con el tema del separatismo. No es ambigua: ella y su partido han votado en el Ayuntamiento contra el rey y contra la Constitución del 78, y han contribuido a convertir Barcelona en una ciudad amarilla. Yo no quiero que Barcelona sea amarilla. Barcelona es de todos los colores.
Hemos de hablar de lo ocurrido en la Cámara de Comercio.
Yo lo llamo "el asalto a la Cámara". Los separatistas más radicales, en este caso la ANC, tienen una estrategia: conquistar instituciones. Y eso es un buen ejemplo de lo que puede ocurrir en Barcelona si ganan las elecciones. Porque si no hay una estrategia clara por parte de los que no quieren que Cataluña sea la capital de una república imaginaria, como Ernest Maragall, que dice que Barcelona debe ser "la palanca" de la república, ellos van a ganar.
Yo soy el voto del cambio respecto a Ada Colau, pero también el que puede impedir la victoria de los independentistas. Nosotros tenemos un buen equipo y un buen programa, pero también somos los que podemos garantizar no sólo que Barcelona sea una gran capital económica y cultural, sino también una gran ciudad catalana, española y europea.
¿Le preocupa el sorpaso de Madrid a Barcelona en todos los ámbitos: cultural, económico, político?
Claro que me preocupa. España tiene dos grandes capitales, Madrid y Barcelona, una como capital de Estado y la otra como una gran capital europea, y eso no ocurre en muchos países. Francia y Gran Bretaña son muy diferentes, por ejemplo. Pero esto es la demostración de que el discurso de "Madrid nos roba" o "Madrid no nos quiere" es absurdo.
Yo le pediré inversiones al Gobierno central en materia de transporte público, por ejemplo, porque las necesitamos en la región metropolitana. Pero que la inversión extranjera haya bajado un 11% en Barcelona y que haya subido más de un 10% en Madrid no es culpa de Madrid, sino consecuencia de la irresponsabilidad de los separatistas y de los populistas de Ada Colau.
Su oficina de campaña está frente a ese Four Seasons que jamás llegó a Barcelona.
Sí, aquí enfrente [Paseo de Gracia con Avenida Diagonal] debía haber un hotel Four Seasons. Suponía cuatrocientos puestos de trabajo para los vecinos del barrio de Gràcia o de otros distritos. Pero el hotel se abrirá finalmente en Madrid. Había también otros hoteles de gran nivel previstos en el barrio del Raval. Pactados además con los vecinos y los restauradores.
Hemos perdido mucho. Casi perdemos el Mobile World Congress. Y perdimos la Agencia Europea del Medicamento, cuando la inmensa mayoría de sus trabajadores querían venir a Barcelona, por la inestabilidad política y económica, y porque la alcaldesa considera a las empresas como enemigas de la ciudad.
Un ejemplo. La SEAT es una de las grandes empresas españolas, es uno de los motores del grupo Volkswagen y es la memoria obrera de muchos barceloneses jubilados. Pero Ada Colau jamás ha visitado la SEAT.
La competencia no sólo viene de Madrid.
Barcelona compite con Madrid, pero también con Valencia, con Málaga en temas culturales, con Zaragoza… Muchos barceloneses olvidan que la comunidad con la que tenemos un mayor intercambio económico es Aragón. Los datos son muy claros: estamos perdiendo mucho y tenemos que recuperar el liderazgo. Cuatro años más de populismo y de separatismo serían un desastre. España necesita a Barcelona y Barcelona necesita a España. Nos jugamos mucho.
No son unas elecciones cualquiera.
A veces encuentro un poco de frivolidad. En Barcelona, pero también en Madrid. "Bueno, es una elección más, qué va a pasar". No, no. Son unas elecciones muy serias, y las consecuencias pueden ser dramáticas.
Hay un detalle que me llama la atención en estas elecciones barcelonesas. Todos los partidos que se presentan con opción de escaño, salvo el PP, se sitúan en el espacio ideológico que va del centro hasta la extrema izquierda. Hasta JxCAT, heredero de la vieja Convergencia, se define como progresista en temas sociales. ¿No quedan ya barceloneses de derechas?
El nacionalismo no es progresismo. El nacionalismo es división. Niego esa posibilidad. Pero es la historia de Barcelona. Es una ciudad progresista, pero que también quiere orden. Hay gente a la que le gustaría que el debate fuera entre "fascistas", que seríamos supuestamente nosotros, e "independentistas", que serían ellos. Por suerte, la mayoría de los barceloneses son gente amable y moderada.
Yo creo que el debate en Barcelona no es un tema de partidos y aún menos un tema de izquierdas y derechas. Todo el mundo sabe que esta ciudad debe recuperarse económicamente, hay problemas de seguridad, que para mí es la prioridad, y de ahí mi propuesta de tolerancia cero. El segundo problema es que el 20% de los barceloneses vive bajo el umbral de la pobreza. El modelo de ciudad está en peligro.
Y repito: no es un tema de derechas e izquierdas porque el verdadero tema es democracia, Europa y el respeto a la Constitución frente a populistas y nacionalistas.
Su lista es transversal.
En mi lista hay gente que viene del centroderecha y que viene del centroizquierda. Hay gente que viene del catalanismo moderado, de Lliures, como Eva Parera, o del otro lado, como Celestino Corbacho, con Ciudadanos, que ocupa un espacio central en la política barcelonesa. Y esa es la marca de mi equipo.
Usted llegó a Barcelona hace un año, y supongo que lo hizo con un análisis previo de la ciudad. ¿Ha cambiado ese análisis desde que está aquí? ¿Se ha encontrado con una Barcelona mejor o peor de lo que pensaba?
La degradación de la ciudad es peor de lo que pensaba. Y se degradó aún más durante 2018. Yo vi esos fenómenos de inseguridad hace un año. Gracias a mi experiencia como alcalde de una ciudad popular en las afueras de París y cómo ministro del Interior, vi cosas preocupantes y me di cuenta de que los problemas de seguridad serían el tema. Tráfico de drogas, robos con violencia, hurtos, prostitución, descontrol del espacio público, okupaciones de pisos sin que la Guardia Urbana o los Mossos d'Esquadra puedan hacer nada, obligando a los vecinos a buscar seguridad privada… Y no hablo de pisos de bancos, sino de pisos de particulares, rehabilitados. Y todo eso con un nivel de degradación impresionante. El barrio del Raval se le ha ido de las manos al Ayuntamiento, por ejemplo.
Barcelona se ha fragmentado.
Lo que he visto paseando por los barrios, y que me ha preocupado, es la pérdida de la coherencia. Barcelona era una ciudad coherente. El gobierno de Pasqual Maragall quiso que, a pesar de las diferencias sociales, todos los barrios de Barcelona se sintieran cohesionados en una única Barcelona. Pero como efecto de la crisis y de la mala gestión, de las promesas incumplidas de Colau en materia de vivienda o de guarderías, existe la sensación de que la pobreza, la desigualdad y la precariedad han aumentado y de que hay demasiadas Barcelonas.
Le he de preguntar por dos temas de actualidad no directamente relacionados con la ciudad. El primero es el escrache a Begoña Villacís de este miércoles en Madrid.
Hablé ayer con Begoña. No podemos aceptar en una democracia este acoso, este chantaje, esta presión. Aquí lo hemos sufrido muchos de los que plantamos cara al separatismo. Lo han sufrido Ciudadanos, Inés Arrimadas, los socialistas, las sedes de Cs y del PSC o del PP. Son las pintadas, los insultos, las dificultades para hacer campaña.
Pero es que cuando alguien califica de "extrema derecha" a Begoña… Existe la violencia de los actos y la violencia de las palabras. No se puede hablar así de la gente. "Fascista" o "extrema derecha" son calificaciones políticas muy concretas y muy graves. Así que condeno rotundamente los hechos.
El segundo es el veto a Miquel Iceta.
Lo decía antes. La moderación de ERC es una trampa. Van con Bildu en las europeas. Ernest Maragall quiere convertir Barcelona en la palanca del separatismo. Y hoy han vetado a Iceta junto a JxCAT y la CUP, esa alianza pésima para Cataluña, porque nadie ha aceptado su chantaje: visitar a los presos, renunciar al 155… No sólo se saltan las tradiciones del Parlamento catalán, sino que se saltan directamente las leyes y presionan para que no se respete la Constitución y la independencia de la Justicia. Pero creo que lo ocurrido ayer en el Parlamento catalán puede servir de lección para mucha gente, así como convencer a mucha gente de que la apuesta debe ser por la candidatura más transversal, que defiende una Cataluña catalana, española y europea, y que tiene las ideas claras en ese sentido.
Usted ha dicho claramente con quién no pactará.
Lo he dicho. No pactaré con Ada Colau y los separatistas. Cuando aquí los socialistas hablan de Tripartito o de alianzas de izquierdas… ¿a quién se refieren? ¿A la CUP? ¿A ERC? ¿A Colau, que ha degradado esta ciudad? Pero yo conozco bien a Miquel Iceta. Discrepamos en varios asuntos, pero le respeto, le tengo cariño, y sé que esta mañana ha vivido momentos difíciles. Presidir el Senado era, entiendo, muy importante para él. Aquí se ha visto el sectarismo y el chantaje del separatismo. ¿Lección? Que los que creen en una España diversa y en una Cataluña catalana, pero también española y europea, sean capaces de hablarse y de no buscar divisiones inútiles. No se debe poner el destino de España en manos de separatistas y populistas.
Las elecciones generales han demostrado que el peso real del nacionalismo español es aproximadamente del 10%. Pero en Cataluña, nacionalistas y populistas afines al nacionalismo suman más del 60%. Sé que a usted no le va a gustar la palabra, pero… ¿es Cataluña una sociedad enferma?
Es una sociedad dividida. Es el resultado de muchos años de nacionalismo, de utilización de la escuela y sobre todo de los medios de comunicación. Ellos tenían una agenda clara: la de Pujol. Yo vengo de una familia catalana y catalanista. Mi bisabuelo era regidor de la Lliga Regionalista, mi abuelo era redactor de un gran periódico católico y catalanista, prohibido durante la guerra por la FAI y la CNT y prohibido luego por Franco. Sé lo que es la historia de esta ciudad. Pero sé que su identidad es catalana y también española. Barcelona es una ciudad enferma de sus divisiones políticas, culturales, económicas y sociales. Por eso me he metido en este debate. Me preocupa el auge del populismo y del nacionalismo en Europa, y me preocupa el auge de Bildu. Pero si ganamos, pierden el separatismo y el populismo. Si yo pierdo, ganan el separatismo y el populismo.
Señor Valls, yo no soy de izquierdas y ni siquiera creo en la idea de un catalanismo que no sea, al menos en parte, nacionalista. Pero le voy a votar a usted. Y conozco a gente que ha votado tradicionalmente al PP, y al PSC, y que también le van a votar. Pero no conozco a ningún separatista o a ningún simpatizante de Ada Colau que lo vaya a hacer. ¿Cuál cree que es el motivo de que exista una parte de la sociedad catalana que es flexible o pragmática ideológicamente y otra que es totalmente intransigente?
Porque el sectarismo, la descalificación y el insulto han dejado huellas potentísimas. Bueno, hubo una tradición en cierta forma, que fue la de Convergencia. Primero en la gestión, con el tema de la corrupción y del 3%. Gente como Mas, que tienen una responsabilidad importante. Que un partido de centroderecha se aliara con la CUP, por ejemplo, fue un error estratégico para Cataluña. Y ahora están entregando al nacionalismo a sus sectores más radicales, como la ANC o a ERC. Y eso ha reducido los bloques.
Yo veo que la gente está cansada en Cataluña. Que busca el voto útil. Yo no busco el voto independentista. Pero le digo a mucha gente: "¿Qué queréis?". Hay mucha gente, incluso independentistas, y no digo que me vayan a votar a mí, que quiere a la ciudad de Barcelona. Son comerciantes, gente de los mercados, empresarios, gente que ve que si esta ciudad se degrada, los problemas van a ser para todos. Para ellos, para sus hijos, para sus nietos.
Yo seré el alcalde de todos. Pero lo seré sin ambigüedades. Yo siempre digo que España ha vivido los mejores cuarenta años de su historia. Y Cataluña nunca había tenido un periodo tan largo de autogobierno, con unas competencias que no existen en ninguna otra región de Europa. Eso son activos. Y lo están rompiendo todo. Y por eso quiero ser la lista más votada. Para poder abrir otra página de la historia. Pero será largo. La moderación y el diálogo van, en mi caso, acompañados de la firmeza en los valores. Y en eso yo no voy a cambiar.