"¿Veis? El liderazgo de la oposición no tiene que ver con los escaños. Es una actitud", presumía un miembro de la Ejecutiva de Ciudadanos en el patio del Congreso. "Hemos ganado el primer asalto al PP", zanjaba ante algunos de sus compañeros. Esta escena resume las sensaciones de los liberales tras la bronca de los juramentos, que concluyó con un Rivera en pie y a gritos contra la presidenta Batet, un Abascal que aporreaba la mesa para acallar los alegatos independentistas y un Pablo Casado sentado y en silencio.
En cuanto un diputado separatista convirtió su acatamiento a la Constitución en una arenga por los "presos políticos" y "la república catalana", Rivera se levantó fuera de sí. Como un resorte. Pidió la palabra. Se agarró a varios artículos del reglamento de la Cámara, pero Batet no quiso activar su micrófono. Sólo permitió la intervención del candidato de Ciudadanos una vez concluida la sesión.
"Se ha insultado al decoro de esta Cámara (...) Se ha permitido que se hable de la existencia de presos políticos en una democracia. Aquí hay justicia. Señora presidenta, le pido que frene este tipo de actitudes. Personas que han atacado al Estado, que han pisoteado la dignidad de España, han vuelto para hacerlo. No lo vais a lograr -dijo mirando a los diputados presos-. Presidenta, esta Cámara merece que usted defienda a todos los españoles", protestó Rivera.
Aquel momento desató la ovación enfervorecida de los 56 diputados restantes de Ciudadanos, pero también un grueso aplauso por parte de la bancada de Vox. En el Congreso, los parlamentarios miran a su líder cuando las palmas corresponden a un adversario. Abascal asintió y los suyos felicitaron a Rivera. En la grada del PP, silencio. A excepción de Cayetana Álvarez de Toledo, que también reconoció con entusiasmo el gesto del político catalán.
Pablo Casado fue contundente en la comparecencia posterior ante los medios de comunicación, pero su presencia rechinó. Quizá fuera fruto de la necesidad de proporcionar algún plano para los telediarios, teniendo en cuenta su escaso protagonismo dentro de la Cámara. Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Santiago Abascal y el propio Albert Rivera no encabezaron las ruedas de prensa de sus partidos. Enviaron a sus segundos.
Las fuentes de Ciudadanos consultadas por este periódico explican así la reacción "improvisada" de Rivera: "Cuando vio el primer juramento independentista, él supo que todos los demás iban a hacer lo mismo. Quiso pararlo desde el principio. Por eso se levantó. Fueron reflejos".
Esos reflejos los reconocieron con "deportividad" Santiago Abascal y el resto de diputados de Vox, también alguno que otro del PP, aunque pueden contarse con los dedos de las manos. La más reconocible, Cayetana Álvarez de Toledo, que salvó a los conservadores del desastre absoluto en Cataluña.
Los discursos de los tres partidos que van del centro a la derecha coinciden a grandes rasgos cuando se trata de hacer frente al separatismo. Casado, también en una decisión improvisada, no quiso explicitar ese acuerdo con Rivera, que le adelantó por la izquierda a apenas cuatro días de las elecciones municipales, autonómicas y europeas.
Álvarez de Toledo, que llegaba de participar en una charla "contra el nacionalismo" en Navarra y de la mano de Mario Vargas Llosa, aplaudió las palabras de Rivera, muy en la línea del mensaje que circunscribió la plataforma de políticos e intelectuales que ella inauguró hace años: Libres e Iguales.