"Es muy, muy seria. Tiene las ideas claras y está muy convencida de lo que hace", explica a EL ESPAÑOL Montserrat Ballarín, concejal del PSC en el Ayuntamiento de Barcelona, profesora de Derecho Financiero y Tributario de la Universidad Pompeu Fabra y responsable municipal de Hacienda durante los Gobiernos de Joan Clos y Jordi Hereu. "Es lo que más destacaría de ella. Meritxell es intelectual y dialogante. Le gusta leer y trata los temas en profundidad".
Meritxell Batet Lamaña (Barcelona, 1973) ha vivido más tensiones en sus primeras setenta y dos horas como presidenta del Congreso de los Diputados que muchos de sus antecesores a lo largo de todo su mandato. De poco le han servido todos sus años como profesora de Derecho Constitucional en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Su renuencia a suspender a los diputados presos, tal y como ordena el artículo 21 del Reglamento del Congreso y el 384 bis de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, le ha ganado las críticas de Ciudadanos, PP y Vox. Además de un varapalo del Tribunal Supremo.
Y lo que es aún más llamativo. Si la Mesa del Congreso no hubiera suspendido este viernes a los cuatros diputados separatistas en prisión preventiva, Batet se hubiera convertido con mucha probabilidad en la primera presidenta del Congreso que se gana una querella por prevaricación, además de una petición de dimisión, antes de cumplir su primera semana en el cargo. Muchos se preguntan ahora qué pretendía Batet dilatando una suspensión para la que no había escapatoria jurídica posible.
¿Nacionalista o españolista?
Pero nada de esto, según Ballarín, ha hecho mella en el ánimo de la presidenta del Congreso. Y es que en el PSC están acostumbrados a ser calificados de nacionalistas por el constitucionalismo y de españolistas por el nacionalismo. "Esto es el PSC", dice la concejal. "A nadie le gustan las críticas, pero cuando tienes las ideas muy claras, sabes dónde estas. Más que por las críticas, Meritxell Batet está preocupada por la situación que han generado los unos y los otros. Pero ella tiene ganas de trabajar y de solucionar cosas".
Hasta su consagración definitiva a la política, la actual presidenta del Congreso vivió siempre en Barcelona, en el barrio de Vallcarca, salvo unos años que pasó en Altafulla, un pequeño pueblo costero de poco más de cinco mil habitantes a sólo quince kilómetros de Tarragona. La Batet adolescente vivía con su madre, separada de su padre, y fantaseaba con un futuro como bailarina de danza clásica y contemporánea. El sueño duró lo que tardó Batet en aterrizar en el menos romántico, pero más resultadista, mundo del Derecho.
No lo tuvo fácil Meritxell Batet hasta llegar al círculo de fieles más cercanos a Pedro Sánchez. Se licenció en Derecho en la Universidad Pompeu Fabra (UPF) gracias a las becas otorgadas por los Gobiernos de Felipe González. Como ella misma explicó hace unos años, su familia "no estaba para muchas piruetas".
Desahuciada con su madre
Cuando su madre se quedó sin trabajo, el banco las desahució. Ella, que tenía diecisiete años por aquel entonces, llegó a trabajar durante un tiempo sirviendo copas en las míticas discotecas barcelonesas Nick Havanna y Bikini. A veces, su sueldo era el único que entraba en su casa.
Batet dejó de trabajar gracias a una beca de la Generalidad que le permitió estudiar el doctorado. En 1995, se estrenó como profesora de Derecho Administrativo. Poco después, se convirtió en profesora asociada de Derecho Constitucional en la misma universidad en la que se había licenciado. Batet siguió dando clases en la UPF hasta que hace un año tuvo que dejarlas tras ser nombrada en junio ministra de Política Territorial y Función Pública por Pedro Sánchez.
"Es muy trabajadora y muy responsable", dice Ballarín. "En la universidad siempre ha dado clases gratis para mantener un vínculo con la Pompeu Fabra durante todos estos años que ha sido diputada en Madrid. Y la verdad es que ha ejercido con la misma profesionalidad y con la misma seriedad en sus clases que en el Parlamento. Meritxell es una persona que dignifica su trabajo porque cree en lo que hace. Este es el primer año que no mantiene las clases, por razones obvias".
Convicciones intransigentes
Sus rivales políticos no tienen, sin embargo, la misma opinión de Batet. Especialmente, a la derecha del PSOE. Uno de esos rivales, muy cercano a la cúpula de su partido, habla de una Batet fría e implacable. "Es muy contenida. Refleja poco o nada en su expresión facial, quizá por timidez. Bajo una apariencia enormemente apacible esconde convicciones intransigentes. Y, por mi experiencia, Batet no negocia nada: o impone su postura o rompe la baraja. Y todo ello con ese aspecto de angelical inocencia".
El primer contacto de Batet con la política se produjo mientras estudiaba el doctorado. Como explicó ella misma en 2015 al diario La Vanguardia, entró en el PSC gracias a Narcís Serra."El director de mi tesis, Josep Mir, me dijo que Narcís Serra, entonces primer secretario del PSC, buscaba a alguien para coordinar su secretaría, pero alguien que no fuera militante del partido, sino independiente. Y aquella fue mi primera toma de contacto".
Esa fue la rampa de despegue para su carrera política. En 2001, entró en la Fundación Carles Pi i Sunyer de estudios autonómicos y locales, un think tank del Ayuntamiento de Barcelona y la Diputación. Allí conoció a Montserrat Ballarín. En 2005, José Montilla le ofreció un puesto en las listas electorales del PSC y gracias a él aterrizó, ya como diputada, en Madrid. Sin embargo, Batet no se afilió al PSC hasta 2008. En 2015, entró de forma definitiva en el círculo de Pedro Sánchez. Y la historia a partir de ese momento es conocida.
Matrimonio roto con Lasalle
Meritxell Batet tiene dos hijas, Adriana y Valeria, de cinco años, fruto de su matrimonio con el político del PP José María Lasalle, número dos del ministro de Cultura José Ignacio Wert durante el Gobierno de Mariano Rajoy. Batet y Lasalle se divorciaron tras once años casados y desde entonces nada se sabe de su vida privada más allá de los rumores de una vieja relación, anterior a su matrimonio, con Héctor López Bofill, separatista declarado y acólito de Carles Puigdemont, con el que aparece fotografiado en su perfil de Twitter.
"Estaba muy contenta", dice Ballarín del día que Batet fue nombrada presidenta del Parlamento. "La vi ilusionada, con sentido de la responsabilidad. La presidencia del Parlamento es un puesto difícil, pero la vi con ganas de trabajar y de poner en marcha un diálogo dentro de la Constitución y de la ley". Sus rivales políticos no opinan lo mismo, pero su andadura como presidenta del Congreso apenas acaba de empezar.