Hay un elemento en común en todas las imágenes obtenidas de Mariano Rajoy del último año —con la funesta excepción de su aparición en la capilla ardiente de su amigo y rival Alfredo Pérez Rubalcaba—: su sonrisa. El expresidente del Gobierno, el primero apartado por una moción de censura en la historia de España hace hoy un año, vive ahora “estupendamente”. Feliz y tranquilo. Como en una jubilación dorada, aunque trabajando.
Desde que Rajoy abandonó el Hemiciclo del Congreso y se retiró de la política, se ha dejado ver en pocas ocasiones. Nunca con demasiadas palabras, siempre tan parco y con la misma retranca de la que hizo gala como político.
Quizás fue ante su gran amiga Ana Pastor cuando más se explayó en público. Fue durante la Convención Nacional del PP, celebrada en enero, que pretendía enterrar —eso sí, con honores— todo su legado: el marianismo. Quién le iba a decir a él que seis meses más tarde los barones territoriales estarían reivindicándole ante el actual presidente del partido, Pablo Casado.
"El gusto de no decírmelo"
“Le he dedicado a la política más de 37 años. He tenido momentos en los que lo he pasado francamente mal, pero me quedo con lo bueno. Todas las cosas malas, las olvido. Es muy importante porque vives feliz”, aseguraba en esa conversación con la hoy expresidenta del Congreso. “Estoy estupendamente. Lo digo como lo siento. La gente me trata muy bien. Y aquellos a los que no les gusto, tienen el buen gusto de no contármelo”, manifestó, en una conversación tan ensayada y medida que causó no poco rubor.
Ahora, y mientras el partido de su vida trata de navegar lo que vienen a llamar “la tormenta perfecta” que tuvo su origen en aquella moción de censura que pudo evitar, Rajoy sigue a lo de siempre. No se quedó con el escaño que le correspondía como diputado raso ni con la nómina de expresidente del Gobierno: optó por recuperar su plaza de registrador de la propiedad en Santa Pola (Alicante).
Hasta 15.000 euros al mes
En ese puesto solo tuvo que estar un mes: a las semanas, consiguió —junto con su hermana— el traslado al Registro Mercantil número 5 de Madrid. Pero no se quedó ahí: una vez que volvió al trabajo, Rajoy renunció automáticamente al sueldo vitalicio (80.000 euros) que le correspondía como expresidente del Gobierno. Sí se quedó con el derecho de uso y disfrute de las prebendas por haber sido inquilino de la Moncloa. Así, tiene dos asistentes (nivel 30 y nivel 18), una oficina con secretaria, coche oficial con chófer y seguridad.
Desde que volvió a la vida laboral, y siempre según fuentes del Registro de la Propiedad, el sueldo del expresidente del Gobierno oscila entre los 3.000 y los 15.000 euros netos mensuales. Aunque todos los registradores gestionan sus salarios en comunidad de bienes: el volumen de beneficios que haya generado cada registro se reparte de forma igualitaria entre el número de registradores que operen en cada sede.
En los últimos meses ha vuelto circunstancialmente a los focos, aunque de manera parcial. En la campaña de las generales reapareció para arropar a Ana Pastor, que era cabeza de lista de los populares por Pontevedra. Fue una cosa discreta, casi siempre en su tierra, Galicia, y rodeado de sus mayores colaboradores.
Ahora, en pleno aniversario de uno de los momentos más traumáticos de la historia del PP, ha asomado su fantasma más temido: la división. El centro y la derecha, liberalismo y conservadurismo, se disputan la primacía. Rajoy, ajeno a todo, ha vuelto a su plaza de funcionario.