Pablo Iglesias no mira atrás, ni siquiera al 26 de mayo, del que se ve a salvo por el 'mal de muchos' en sus filas. Tampoco a los lados, donde silban balas desde Más Madrid ("Podemos está ocupando simbólicamente, y cada vez más electoralmente, el espacio tradicional de Izquierda Unida") o desde una nueva disidencia encarnada en Ramón Espinar ("Podemos se ha roto en pedazos"). El sábado, 8 de junio, fecha del próximo Consejo Ciudadano Estatal, atisba el último obstáculo antes de centrarse sin interferencias en la negociación con Pedro Sánchez.
El chaparrón es sólo comparable al que le cayó tras la compra de su vivienda en Galapagar, por el que tanto él como Irene Montero sometieron el cargo a referéndum. La crisis presente parece más 'fácil' de resolver. El 8-J, Iglesias hará su particular autocrítica recalcando el desastre de las elecciones municipales y autonómicas que ha dejado sin resuello a todo barón que pudiera alzar la voz contra la dirección. Como contrapeso, venderá lo que interpreta como un buen resultado el 28 de abril, en las generales, que habilita a los morados a influir -quizá, a entrar- en el nuevo Gobierno.
El Consejo se presenta llevadero para Iglesias, que promete un nuevo tiempo. Está integrado por una mayoría absoluta de 'pablistas' y no se contempla la presencia de Iñigo Errejón, que ni ha salido ni le han sacado de la cúpula. A los 'números 1' territoriales, convocados, los espera enojados pero desautorizados. El único triunfador del mapa fue José María González 'Kichi', que saca pecho por haber rozado la mayoría absoluta sin ayuda alguna de Madrid: "Hemos sido los únicos que no hemos necesitado que viniera nuestro primo de Zumosol. Nos hemos sobrado y nos hemos bastado".
'Kichi', aupado por las urnas, pide un Vistalegre III, como Espinar. A éste no se le esperaba. El exportavoz en el Senado y exdiputado en la Asamblea de Madrid era uno de los más leales a Iglesias y controlaba la 'franquicia' clave como secretario general del partido en la Comunidad de Madrid. Y la 'franquicia' clave bajo su mando saltó por los aires. El 17 de enero, su tutelado Errejón escapó a los brazos de Manuela Carmena. Unos días después, Espinar dimitió. Su "dejar paso", como se refirió al hecho en una carta de despedida, ha durado cuatro meses. Noelia Vera, portavoz del Consejo de Coordinación, le ha dado este lunes la 'bienvenida' despachando el asunto con un "es la opinión de un militante más, la dirección está a otras cosas".
La amenaza más poderosa para Iglesias es la expansión que proyecta Errejón en el medio plazo. El líder de Podemos necesita menos tiempo. Su verdadero desafío, y de ello dependerá el clima sobre el que asiente su continuidad, es obtener un acuerdo con Sánchez parecido al que podría haber logrado sin el batacazo del 26-M. El primer paso, el sábado, es garantizar a los suyos las mayores cotas de poder desde la fundación y con ello asegurarse la tregua para la negociación. Una vez echara a andar el mandato socialista, las urgencias programáticas le mantendrían visible como principal apoyo del Ejecutivo e incuestionable jefe de filas.