1. Consumado el divorcio, parece obvio que Manuel Valls jamás habría encajado en Ciudadanos y que Ciudadanos jamás habría encajado en Manuel Valls. Pero todos sabemos acertar la quiniela el lunes.
2. A Valls no lo trajo Albert Rivera a España. Lo trajeron Josep Ramon Bosch, presidente por aquel entonces de Sociedad Civil Catalana, y su vicepresidenta Miriam Tey.
3. Bosch y Tey le ofrecieron a Valls encabezar una plataforma de largo alcance destinada a captar, entre muchos otros, a los barceloneses de habla catalana que se habían escorado durante los últimos años hacia el independentismo no tanto por convencimiento como por inercia social. El exprimer ministro francés rechazó la oferta.
4. Poco a poco, Bosch y Tey convencieron a Valls. A ello ayudó la buena sintonía con Albert Rivera, líder estatal del partido que había ganado las últimas elecciones autonómicas y, por lo tanto, posible facilitador de una inmejorable pista de aterrizaje en la política catalana.
5. El rechazo del PP a formar parte de esa plataforma fue un golpe a los planes de Bosch, Tey y Valls. Pero fue el desprecio del PSC, que ni siquiera llegó a plantearse la posibilidad, el que hizo dudar al exprimer ministro de la conveniencia de dar el salto a la política española.
6. Fue el apoyo de la alta burguesía barcelonesa y de muchos empresarios catalanes lo que terminó animando a Valls a intentar el asalto a la alcaldía de Barcelona.
7. También fueron ellos, mucho antes que Cs, los primeros que le abandonaron. Nadie le había explicado a Valls, al parecer, cuál es el único hecho diferencial catalán realmente existente: la cobardía de sus elites.
8. Las culpas del fiasco de la operación Valls parecen repartidas al 50%. Tan inocente es pretender que un exprimer ministro francés, de fuerte personalidad para más inri, se pliegue a una estrategia en la que no cree de un partido en el que no milita como aspirar a que ese partido acepte sin rechistar una línea de actuación que contradice por completo lo que este defiende en el resto de España.
9. Pero la primera pregunta es obvia. Si el plan de Albert Rivera era convertirse en el primer partido de la derecha, a riesgo de despejar el centro para que este fuera ocupado por el PSOE de Pedro Sánchez, ¿para qué renunciar a la marca Cs en favor de un socialdemócrata de libro como Manuel Valls?
10. La segunda pregunta también lo es. ¿Nadie le explicó a Manuel Valls que en España los votantes socialdemócratas siempre han preferido viajar en compañía de los xenófobos nacionalistas, de la extrema izquierda y de los herederos de ETA que en compañía de los liberales y del centroderecha?
11. Más allá de la obvia incompatibilidad de caracteres con Cs, el principal error de Valls ha sido hablarle a una Cataluña que no ha existido jamás: una Cataluña abierta, de vocación europea, cuna de poetas, pintores, diseñadores y mecenas burgueses.
12. Cómo será de irreal el mito que no lo defienden ya ni siquiera los nacionalistas, esos yonquis de la mitología.
13. Valls aspiraba a reeditar las mayorías incontestables de Pasqual Maragall. Se le olvidaba algo muy importante: Maragall era nacionalista.
14. Pero Manuel Valls ha sido tan mal estratega como buen táctico: su jugada en el Ayuntamiento de Barcelona, entregándole la alcaldía a Ada Colau, le ha hecho más daño al separatismo que una docena de aplicaciones del 155.
15. Ada Colau ha caído en la trampa. La mitad de su electorado es separatista y deberá sudar para recuperarlo. El apoyo de Valls a su investidura será su chalet de Galapagar. Al tiempo.
16. Hace mal Cs en criticar a Valls en este aspecto. Las opciones no eran Ada Colau, Ernest Maragall o una tercera, puramente fantasiosa y que habría acabado en cualquier caso con la entrega de Barcelona al separatismo, sino Colau o Maragall.
17. Además, Cs no podía permitirse el lujo de repetir el mayor de sus errores tras ganar las elecciones autonómicas de 2017: rechazar presentarse a la investidura, aunque fuera para perderla.
18. ¿Ese es el plan de Cs para Cataluña, esquivar eternamente todos los charcos, a la espera de no se sabe bien qué? En términos futbolísticos, la táctica de Cs durante los últimos tres años en Cataluña ha sido un gilicorner.
19. Dicho lo cual, Manuel Valls demostró una ingratitud digna de mejor causa al arremeter contra Cs, e incluso contra Celestino Corbacho, de la manera en que lo hizo ayer. Su frase "la multiplicación de canutazos no es un proyecto político" es especialmente hiriente. No parece justo juzgar así a quienes facilitaron su aterrizaje en España.
20. Corbacho habría entrado en Cs igualmente de no haber estado Manuel Valls de por medio. No es ninguna sorpresa que haya optado por alinearse con Rivera.
21. Cs tenía además derecho a romper con alguien que estaba pidiendo a voces la carta de libertad y del que nadie duda que habría acabado creando su propio partido y partiendo peras con la formación naranja.
22. No ayudó la coyuntura. Las acusaciones de sumisión a Emmanuel Macron estaban dinamitando a Cs en un momento especialmente sensible y mientras se negociaban ayuntamientos, comunidades y Gobierno. ¿Qué partido no habría atajado la hemorragia de una manera tan contundente como esa?
23. La animadversión de Rivera y Macron tendrá consecuencias en el Parlamento Europeo y muy especialmente en el grupo parlamentario liberal, el ALDE, al que pertenecen ambos. Al tiempo.
24. Las consecuencias de la ruptura de Ciudadanos con Manuel Valls son dos. La primera es que los votantes de Cs quedan condenados a vagar huérfanos y sin líder municipal durante cuatro años.
25. La segunda es que Ada Colau ha perdido en apenas 48 horas la mayoría que le otorgó la alcaldía. Con Corbacho en el grupo de Cs, los dos concejales de Valls –él mismo más Eva Parera– más los ocho del PSC y los diez de Ada Colau suman sólo veinte votos. La mayoría en el Ayuntamiento de Barcelona se sitúa en los veintiún concejales.
26. Nadie sabe si Valls acabará creando un nuevo partido. No parece que a día de hoy lo sepa ni siquiera él. De momento, Valls se ha dado de plazo hasta septiembre para decidir su futuro político.
27. El fracaso de la operación Valls arroja una conclusión inquietante, lúcidamente descrita por Arcadi Espada aquí: si existe un líder en Cataluña capaz de quebrar la hegemonía nacionalista, ese líder es Ada Colau.
28. Inés Arrimadas, que quizá podría haberlo conseguido, ha preferido mudarse –muy comprensible y razonablemente– a Madrid. Y Manuel Valls ha resultado demasiado sofisticado para el paladar del votante catalán medio, acostumbrado a productos intelectualmente más montaraces. "Del infierno no se sale en línea recta", dice Espada, y dice bien.
29. Cs parece condenado a ser considerado como el juguete de esos socialdemócratas demasiado exquisitos para votar a este PSOE, pero que no renuncian a su sueño de juventud: un partido de izquierdas racionalista, liberal y antinacionalista.
30. Alguien debería informarles de que ese sueño tiene tanto de real como el mito de la "mayoría silenciosa" que debería alimentar de votos ese unicornio con forma de partido político. Y exigirles, ya puestos, que dirijan sus presiones a quien ha traicionado ese supuesto ideal socialdemócrata: el PSOE.
31. En la cabeza de esos socialdemócratas, Cs es sólo el bebé que se ha gestado para acabar donándole un riñón a su hermano mayor enfermo. Que, además, ha resultado ser un mostrenco. ¿Para eso querían a Cs?
32. Además, ¿es que acaso el PSOE les ha pedido que le salven de sí mismo? Muchas suposiciones infundadas veo yo ahí.
33. Irónicamente, Cs, que no quiso escoger el menor de los males posibles en el Ayuntamiento de Barcelona, ha tenido que escoger el menor de los males posibles en su relación con Valls: la ruptura.
34. Menudo viaje, el de Valls. Ahora lo alaban por su altura política y su "sentido de Estado" los mismos que hace exactamente dos semanas lo consideraban un rancio ultraderechista.
35. Un consejo para Valls: en Cataluña no existe una izquierda antinacionalista. Ni siquiera existe una izquierda tibia con el nacionalismo. La izquierda catalana es radicalmente nacionalista. Haría bien en tenerlo en cuenta en futuras aventuras políticas.
36. Un consejo para Cs: si algo ha demostrado un político tan desolador en tantos aspectos como Pedro Sánchez es que el instinto de poder paga en política mejores dividendos políticos que la ideología. Y la memoria del votante es corta.