Parecía sencillo, cuestión de apenas unos días. Sin embargo, lo que empezó como un acuerdo natural tras haberse abierto la vía “andaluza” ha necesitado de 67 jornadas de reuniones, propuestas y discretas llamadas telefónicas. Isabel Díaz Ayuso, candidata del PP a la Comunidad de Madrid, será la futura presidenta regional tras el pacto de gobierno e investidura entre las fuerzas de centro-derecha. Un triunfo que ha llegado cuando se ha conocido que la Fiscalía Anticorrupción pide citar como investigadas en la trama Púnica a Aguirre y a Cifuentes.
Lo cierto es que Ayuso fue una apuesta arriesgada del presidente nacional de su partido: ella, en aquel momento secretaria de Comunicación del PP, era una práctica desconocida para la mayoría de madrileños. Su rostro sonaba de algunos garbeos en la televisión con tensos rifirrafes, pero ella simbolizaba, ante todo, una cara nueva. Era la menos conocida de todos los candidatos que concurrieron en las elecciones a la Asamblea de Madrid: enfrente tenía a Ángel Gabilondo, Íñigo Errejón, Isabel Serra, Rocío Monasterio e Ignacio Aguado. Finalmente, quedó segunda en los comicios.
Era una situación inédita para los populares madrileños, en momentos muy bajos tras la dimisión de su última presidenta, Cristina Cifuentes, que dejó al frente del Ejecutivo autonómico a un Ángel Garrido que, tras no ser designado candidato por Pablo Casado, huyó a Ciudadanos. Todo ello azotado por las citaciones y escritos judiciales que investigaban el pasado del partido en Madrid. Casos Bárcenas, Gürtel, Lezo, Máster o polémica de las cremas mediante. Pero en la noche del 26-M, en Génova, la sede del PP, sólo se escuchaban coros de “presidenta, presidenta”.
A quién quiere parecerse
Así, el arranque de esta legislatura no podrá ser más diferente del que vivieron sus dos grandes predecesoras: Esperanza Aguirre y Cristina Cifuentes. Cada una a su estilo, vivieron su llegada a la Casa de Correos de la capital, sede del gobierno autonómico, con bastante popularidad y, sobre todo, con un grupo parlamentario fuerte, suficiente. Eran pistoletazos de salida fulgurantes: Aguirre venía de ser una figura clave en el Gobierno de Aznar y Cifuentes era una baronesa con peso en el partido.
Ayuso, que trabajó con ambas, especialmente con la segunda, siempre ha reivindicado el pasado del PP de Madrid, aun marcando diferencias y constatando que “se ha pasado página”. Históricos populares comentan ahora en privado que ella “tiene que decidir si quiere parecerse más a Esperanza o a Cristina”.
Esto es: tender hacia un liderazgo explosivo, que apele a las emociones de la militancia, u optar por un mando que busque consensos, el llevarse bien con todos y mantener contactos por detrás, más allá de los micros y las cámaras. Siempre sin terminar como ellas: Aguirre erró en la elección de sus colaboradores; Cifuentes, en ocultar la verdad en momentos clave.
Quienes conocen a Ayuso afirman que ideológicamente es más similar a Esperanza Aguirre, pero su estilo es más Cifuentes. También porque la nobleza obliga: la situación política de la Asamblea actual -fragmentada, que conlleva llegar a pactos constantes para poder sacar adelante las medidas- es mucho más similar a la que vivió la última presidenta madrileña.
Estilo reposado y concienzudo
La que será la tercera mujer del PP que presida la Comunidad de Madrid es, a ojos de importantes populares, una lideresa con un estilo reposado, reflexivo y concienzudo. La mayor prueba de ello es la negociación que ha llevado a cabo para conseguir el acuerdo entre su partido, Ciudadanos y Vox.
A modo de mediadora, “con mucha paciencia y mucha tranquilidad”, según apuntan fuentes madrileñas, ha conseguido apuntalar el documento que cerrará el pacto en la autonomía. “Ha tenido mucha mano izquierda y mucha generosidad”, siendo leal a lo acordado con unos y con otros, sin filtrar nada y arbitrando entre los otros partidos.
Ese rol se ha visto intensificado durante las últimas semanas de negociación. Ahí, Ayuso se lo ha jugado todo: a través de múltiples llamadas, siempre encima de lo que estaba pasando. Porque el reloj se le echaba encima. Ya hubo problemas en la primera parte del pacto: el reparto de la Mesa de la Asamblea, que se pudo echar a perder minutos antes de que diera comienzo el pleno. Después, la estratega Ayuso tomó la delantera al incluir en su documento de 155 medidas con Cs, que regirá el futuro gobierno coaligado, cuestiones que reclamaba Vox, matizadas y reformuladas.
Cuando se cerró el acuerdo en Murcia, todo pareció más claro. Pero ella continuó siendo discreta con la exposición mediática. Negociando, siempre al teléfono, pero siempre por detrás. Hasta que lo consiguió. Tenía la perspectiva clara: a la tercera en Madrid tenía que ir la vencida.