Oriol Junqueras se prepara en su celda de la prisión de Lledoners para un otoño que se prevé caliente en Cataluña. Inmerso en una guerra civil fría con Carles Puigdemont y la ANC por el liderazgo del procés tras una sentencia del Tribunal Supremo que se cree contundente, el presidente de ERC no ha dejado de reunirse tanto con afines como con mensajeros del PSOE a lo largo de las últimas semanas.
Si en algo coincide un separatismo más dividido que nunca es en la idea de que todos sus males actuales, todas sus divisiones y enfrentamientos internos, tienen fecha de caducidad. El sentir más extendido es que la sentencia del procés volverá a unir a todos los nacionalistas y propiciar un estado de ánimo más similar al de la primera semana de octubre de 2017 que a la atonía y el desánimo de los últimos meses.
Cuestión diferente es cuánto tardará en diluirse ese estado inicial de euforia. Algo que ocurrirá con toda seguridad, como ha ocurrido ya en el pasado, y de lo que tampoco tienen duda alguna los partidos nacionalistas del Parlamento autonómico catalán.
Frente a la incierta respuesta de los simpatizantes del separatismo, Oriol Junqueras no ha desperdiciado el tiempo en la prisión de Lledoners. El verano del líder de ERC ha consistido en una larga serie de reuniones y de negociaciones cuyo objetivo ha sido el de posicionarse como el actor principal de la Cataluña posterior al veredicto del Tribunal Supremo. Y, de momento, Junqueras parece estar ganándole la batalla en ese terreno a Carles Puigdemont, al que aspira a destronar.
Sin rival en ERC
El último sondeo del Centro de Estudios de Opinión, el CIS catalán, confirma a ERC como el partido preferido por la mayor parte de los catalanes separatistas. Un dato que confirma lo acertado de la política de moderación, más aparente que real, liderada por Gabriel Rufián en el Congreso de los Diputados. El dato confirma además el abandono de las posiciones unilateralistas y más radicales por parte de un porcentaje significativo de los catalanes.
En el seno de su partido, Oriol Junqueras sigue sin rival. Los republicanos celebrarán un congreso en septiembre, todavía sin fecha definitiva confirmada, en el que sólo se presentará una candidatura: la encabezada por Junqueras, como candidato a presidente, y por Marta Rovira, prófuga de la Justicia en Suiza, como secretaria general. Pere Aragonès, actual vicepresidente de la Generalidad, será el coordinador nacional y Marta Vilalta, adjunta a la secretaría general.
Aunque el ritmo de reuniones en prisión ha disminuido con respecto al de los meses anteriores al juicio, Junqueras ha continuado despachando con distintas personalidades de la vida política y civil catalana y española. Como el secretario general de la UGT, Pepe Álvarez, que se reunió a mediados de julio con el líder de ERC. Le acompañaba el secretario de UGT en Cataluña, Camil Ros.
En la reunión, Álvarez y Junqueras hablaron tanto de las negociaciones para la investidura de Pedro Sánchez como del escenario que se plantearía en caso de una repetición de las elecciones generales. Álvarez, en la práctica un mediador del PSOE, interrogó a Junqueras sobre el papel que ERC pretende desempeñar en la futura legislatura y que podría oscilar entre la cooperación interesada y el bloqueo radical.
Más izquierda, menos separatismo
Si algo quedó claro tras la reunión de Oriol Junqueras y Pepe Álvarez es que el líder de ERC pretende reforzar la percepción de su formación como partido de izquierdas en detrimento de su imagen como partido separatista. Y de ahí el más que probable apoyo de los republicanos a cualquier tipo de medida encaminada a la demolición total o parcial de la reforma laboral del PP en el Congreso de los Diputados.
El PSOE, sin embargo, no se fía de ERC y en privado defiende la idea de que un Gobierno socialista con el apoyo de Unidas Podemos y ERC tendría una vida corta, probablemente de poco más de un año.
Junqueras ha recibido también la visita de personalidades como el alcalde de Granollers, Josep Mayoral, del PSC, dentro de la ya rutinaria romería de cargos socialistas por la cárcel de Lledoners. También la de Joan Canadell, presidente de la Cámara de Comercio de Barcelona, y de su vicepresidenta, Mònica Roca. A las visitas se suma también una agenda cultural repleta de actividades, como la de la actuación de Dagoll Dagom de hace unos días, y que algunos funcionarios de la prisión califican irónicamente de "mejor que la del Festival de Edimburgo".
Según todas las fuentes consultadas por EL ESPAÑOL, Junqueras ni siquiera se plantea la posibilidad de un indulto que dejaría muy tocado al PSOE de Pedro Sánchez. Pero sí confía en una reforma del delito de rebelión en el Código Penal o la promulgación de una ley de amnistía que beneficiara a los presos y de la que ya ha hablado, por ejemplo, Joan Tardà. De ahí la reciente política republicana de perfil bajo, boicoteada por un Carles Puigdemont que, en libertad y desde Waterloo, presiona para ir a la confrontación frontal con el Estado.
Con la influencia de los presos a debate en Cataluña –los sectores más hiperventilados del separatismo creen que los presos no deberían condicionar el rumbo del procés por su tendencia natural a poner por delante de la independencia de Cataluña su libertad personal– una de las obsesiones de Junqueras ha pasado a ser la de continuar siendo un actor relevante y con influencia en los acontecimientos, aunque sea desde prisión y con la perspectiva de una condena que se prevé superior a los diez años de cárcel.
Hoy paciencia, mañana independencia
De ahí la última de sus cartas a la militancia, titulada Mano tendida y mirada larga, una actualización del clásico del pujolismo 'hoy paciencia y mañana independencia'. En su carta, Junqueras defiende la posición de su partido en la investidura de Pedro Sánchez, donde se abstuvo junto a Bildu y frente al 'no' de JxCAT, así como en su rechazo a un posible Gobierno de PSOE con Ciudadanos, que sabe que sería letal para sus esperanzas de una pronta libertad.
"Me siento muy orgulloso de la madurez y responsabilidad que hemos exhibido republicanos catalanes y vascos. No era fácil, nos empujaban a votar con la derecha extrema. Y no hemos caído en la trampa" dice Junqueras en su carta. A renglón seguido, Junqueras carga contra el PSOE: "No evidencia, ni remotamente, la valentía imprescindible para iniciar un diálogo de verdad, entre iguales".
"El PSOE nos quiere arrinconar en Cataluña y nos querría en el ala derecha en el Congreso español, votando con la derecha extrema, apartándonos del campo de juego. Ningunearnos. Nos quieren enfadados, irritados, aislados, y por eso nos provocan cada día" dice también Junqueras en su carta, que finaliza con la tradicional arenga a las tropas: "Ni la represión, ni la involución de derechos y libertades, ni la prisión (por larga que sea) harán que nos hagan perder el norte".
A la espera de su sentencia, Junqueras piensa ya en 2020 y en unas elecciones autonómicas catalanas anticipadas en las que está por ver qué será más fuerte: la mística del mártir en prisión o la del prófugo irredento en el exilio.
De acuerdo a los sondeos del CEO, el caballo ganador sigue siendo a día de hoy el de Junqueras. Pero la reaparición de Artur Mas en el terreno de juego y de un nuevo partido como la Lliga Democràtica podría alterar los equilibrios de poder y echar por tierra los deseos de Junqueras. Como ya ocurrió en diciembre de 2017.