Que no vaya a haber coalición, que después de cuatro meses de reuniones, ofertas, vetos, votaciones fallidas y reuniones fracasadas se han logrado un par de cosas. La primera, que no haya vencedores pero sí vencidos: todos, los de Sánchez y los de Iglesias. Y la segunda, que en contra de lo que llegó a buscar el PSOE, la fuerza de Unidas Podemos es cada vez mayor.
Porque no siempre fue así, como todo el mundo sabe, e incluso hace bien poco la unidad de acción estuvo gravemente amenazada. Tras la investidura fallida de finales de julio, Alberto Garzón, líder de Izquierda Unida, pidió públicamente que los suyos se contentaran con "el acuerdo programático que ahora ofrece el PSOE". Lo mismo sugirieron desde En Común Podem y una rebelión total contra la estrategia de la dirección de Podemos es lo que exigía la facción Anticapitalistas, con mucho pero por ser la que dirige el partido en Andalucia, su plaza electoralmente más fiel.
El ruido, alimentado desde las filas socialistas, se ha vuelto ahora del revés. Y es en Ferraz donde se oyen ecos de incomprensión al portazo de Sánchez a Iglesias en una conversación de 10 minutos al teléfono el pasado jueves.
La cumbre del 19 de agosto
Pero, ¿cómo evitó Iglesias la desbandada? La clave, tal como ha podido saber este periódico de fuentes internas, hay que buscarla en una reunión de crisis celebrada el pasado mes de agosto, un día antes de que Unidas Podemos mandara una nueva oferta articulada al PSOE.
Ese lunes 19 de agosto, los líderes de Podemos, IU, En Comú, Galicia en Común y Equo no sólo dieron el visto bueno al documento, sino que se definió un nuevo modo de articular las relaciones entre todas las formaciones.
El síntoma más visible fue la ampliación del equipo negociador con el PSOE que, desde ese momento, paso a ser de seis personas. Pablo Echenique y Ione Belarra por Podemos, Enrique Santiago por IU, Jaume Asens por En Común, Yolanda Díaz por Galicia en Común y Juantxo López Uralde en representación de Equo.
Lo siguiente fue renovar el modo de operar a nivel interno. Sin discutirse el liderazgo de Podemos, los procesos de decisión se fijaron del siguiente modo: propuesta desde la dirección morada, discusión y aportaciones de cada confluencia, consenso de la toma de postura o de la redacción de un escrito –documento, comunicado, postura ante una votación, discursos parlamentarios, etc.– y aprobación final desde el área afectada de la dirección de Podemos.
Según las fuentes consultadas, había dos objetivos complementarios en este reagrupamiento en las filas de la izquierda a la izquierda del PSOE. El primero, ser más efectivos y operativos. El segundo, no darle "ni una sola baza" a los socialistas. Hasta ese momento, muchas de las discusiones entre Podemos y sus confluencias habían trascendido con demasiada frecuencia a los medios, dando una visión de bronca interna que los dirigentes siempre trataban luego de matizar: "No hay división, hay discusión".
A partir de ese cónclave de agosto, los líderes de las cinco partes reunidas coincidieron en que "cada uno debe defender sus tesis, pero cuando llegamos a una síntesis pasa a ser la de todos", tal como explicó a este periódico uno de los presentes en la cita.
"Punto de inflexión"
Así, desde entonces todos los intentos de azuzar la división en Unidas Podemos cayeron en saco roto. "Éste fue el punto de inflexión", explican fuentes internas del Grupo Confederal, "a partir del cuál se ha fraguado una unidad de acción más fuerte que nunca".
Los líderes de cada facción admitieron en público la "diversidad" de sus posturas pero destacaron su "unidad de acción". E incluso desde la sede de la formación morada se evitó seguir dando explicaciones a la supuesta discrepancia de Garzón apelando a su miedo a que las federaciones de IU se le rebelaran en el caso de una repetición electoral.
El segundo fracaso como ejemplo
Todo este trabajo se ha traducido en la escenificación de las dos reuniones entre los equipos negociadores de PSOE y Unidas Podemos a la vuelta del verano. Al final, el resultado ha sido el de un nuevo fracaso que, además, ni siquiera vislumbra una nueva sesión de investidura. Pero la nueva manera de trabajar ha demostrado ser efectiva.
Tras la segunda cita, el martes pasado, que terminó con las delegadas socialistas afirmando que no volverían a sentarse a la mesa si los de Iglesias no renunciaban a su postura "obsesiva" de gobierno de coalición, no hubo una sola voz discordante. Ni en alto ni filtrada.
Esa misma tarde, tras el pleno del Congreso, se reunieron los líderes en una cita extraordinaria del Grupo Confederal. Y en la cumbre se acordó toda la estrategia del día siguiente, en el que habría hasta tres cara a cara entre Sánchez e Iglesias en la Cámara Baja.
El líder de Podemos le volvería a tender la mano, rebajaría el tono previsto en una nueva apuesta por retomar el diálogo. Y reclamaría una nueva reunión en Moncloa con el presidente en funciones. "La decisión se tomó entre todos, por unanimidad. Porque el objetivo está claro, que es lograr el acuerdo que defendemos, y es la estrategia de cada circunstancia la que se consensúa", explican las fuentes citadas.
Ahora, si hay que ir a las urnas el 10-N, Unidas Podemos podrá no sólo decir, sino también sentir, que su nombre es cierto... al menos la primera parte. La segunda dependerá de los votantes... y de Sánchez.