"Es libre de presentarse si considera que es bueno hacerlo". Así valoraba Isa Serra la candidatura de Íñigo Errejón para las elecciones del 10 de noviembre. Y ella sabe de lo que habla: fue la candidata de urgencia elegida por Unidas Podemos para defender la marca morada tras la "traición" del fundador del partido. Y lo que parecía una victoria segura de la izquierda más de dos décadas después se quedó en un casi pero no. es más, la lista de los de Pablo Iglesias sufrió tal mordisco en sus apoyos que superó la barrera legal para lograr representación parlamentaria sólo por unas pocas décimas.
Ésa es la reacción oficial que dan, matiz arriba matiz abajo, los dirigentes de Podemos cuando son preguntados por lo que opinan sobre esta nueva fuerza de izquierdas que, además, se reivindica como guardiana de las esencias primigenias de Podemos: una formación transversal, inclusiva, lejana a las banderas ideológicas y con vocación de aglutinar en su seno a la sociedad civil.
De hecho, ya desde el otoño de 2016, Errejón anticipó que su examigo Iglesias un día sería el líder de "una nueva versión de aquella Izquierda Unida". Es decir, la que soñaba con el sorpasso y nunca superó la veintena de diputados.
Pero de manera extraoficial, las fuentes de la dirección de Podemos sí que tuercen el gesto cuando sale el tema. Aunque más por exasperación, hartazgo "y cabreo" que por preocupación ante el eventual bocado electoral que les dé una lista con Errejón a la cabeza. "Es el peor momento para una nueva fuerza de izquierdas, sólo puede tener un sentido", explican. Es decir, "que los más antipablistas le hayan convencido de que todo vale con tal de quitarle escaños a Iglesias, aunque el resultado no vaya a ser ni si quiera bueno para ellos... en plan ahora o nunca".
El equipo más cercano a Iglesias, de hecho, sabe que algún daño les hará la candidatura de su examigo, pero las fuentes señalan que "el discurso que lleva Íñigo ahora, tan moderado, tan homologable al régimen, es más equivalente al PSOE que a nosotros". Y creen que la "apuesta evidente" que están haciendo los socialistas por tratar de "machacar a Iglesias con la ayuda de Errejón" les puede salir mal.
Quemarse para nada
Lo cierto es que a Errejón le ha llegado la oportunidad de salto antes de lo que él deseaba. Estar en la Asamblea de Madrid no era su ilusión, pero era adonde le había llevado el devenir de los acontecimientos tras salir derrotado de Vistalegre II, cuando le disputó el liderazgo cara a cara a Iglesias en Podemos. El líder, victorioso con el 89% del respaldo personal, removió la organización regional en Madrid para colocar ahí a su ya examigo, sabedor como era de que los gritos de "¡unidad, unidad!" eran más unánimes en la asamblea que los que le vitoreaban a él.
El ya exnúmero dos del partido sirvió su venganza en plato frío cuando anunció el último 17 de enero -quinto cumpleaños de Podemos- que no se presentaría en la lista de los morados, sino junto a la plataforma Más Madrid, organizada por la entonces alcaldesa Manuela Carmena, otra disidente del pablismo. Pero la jugada salió mal: ni revalidó ella ni él pudo sumar mayoría para un gobierno de izquierdas en la Comunidad.
Decidido a aprovechar el tirón de los medios en la capital para seguir participando de los debates nacionales -el pasado lunes, en TVE, le afeó a Iglesias no haber aceptado la oferta del PSOE en julio, "yo lo habría cogido", dijo-, aguardaría su momento. Pero la repetición electoral le obligó a decidir, sobre todo presionado por los suyos. ¿Debía dar el salto, quemarse personalmente sin estructuras ni alianzas consolidadas?
La primera idea fue volver a llamar a Carmena, pero ella dijo "no". Y como lo dijo en público para librarse de toda presión, todo quedó al descubierto. Y eso inició los movimientos reactivos de sus rivales, antes incluso de haber anunciado la decisión. De ahí la asamblea de este domingo, el anuncio de su ausencia "para no mediatizar el debate" y el silencio de sus colaboradores. Porque existe el riesgo de que la cosa salga mal, porque los comentarios positivos en las redes no avanzaban al ritmo deseado -y sí los negativos-... y porque hay un argumento del que costará desprenderse.
¿Una 'vendetta' inútil?
A Errejón se le señalará por estar haciendo esto más por culminar su vendetta que por el bien de la izquierda. De hecho, según la encuesta de SocioMétrica que publica este lunes EL ESPAÑOL, los seis o 10 escaños que puede alcanzar en noviembre son un rédito exiguo e inútil.
Porque su presencia en las listas hará que el PSOE no avance respecto al 28-A y que Unidas Podemos caiga entre 12 y 16 diputados: es decir, la fragmentación de la izquierda resta, y sus fuerzas decrecen en el Congreso. El PP avanzaría entre 24 y 26 escaños, al tiempo que Ciudadanos perdería hasta 19 -pero menos que si no se presenta Errejón-, y Vox se queda más o menos como está: total, que el centro derecha gana.
"¿A eso va a venir Íñigo a la política nacional?", se preguntan en Podemos, antes de añadir: "Y, una vez en el Congreso, ¿vendrá para ser la muleta del régimen, para lavarle la cara a un PSOE que no se atreve con las eléctricas ni con los bancos?". Ése promete ser el argumento de fondo de Iglesias a partir de ahora: Errejón acabará de ministro con Sánchez... porque "lo que le interesa es la política nacional", como deslizó en su última entrevista en Antena 3, "lo hará con su partido o en el PSOE, ya lo veremos".