De todos los personajes locales rocambolescos que el nacionalismo catalán ha generado a lo largo de los cuarenta años de democracia, Santiago Espot merece figurar en un hipotético Top 10 junto a Marta Dedos Rotos Torrecillas, Jordi Pesarrodona, Karmele Marchante, Toni Albà, los Jordis o el mismo Carles Puigdemont. Tras su irrupción junto a otros ocho radicales en un Centro de Atención Primaria (CAP) del barrio de Les Corts de Barcelona para exigir el despido de una doctora por hablar en español, resulta difícil sin embargo objetar su candidatura al puesto más alto de la lista.
En cierta manera, Jordi Espot es un personaje arquetípico de la extrema derecha catalana y en el que resulta difícil distinguir el mito de la realidad. Nacido, si hemos de hacer caso a la versión oficial acerca de su vida, en 1963 en la Pobla de Segur (el mismo pueblo de Josep Borrell y Carles Puyol), municipio leridano de apenas 3.000 habitantes, Espot es el presidente de Catalunya Acció, una asociación separatista entre cuyos objetivos está, además de la independencia de la región, "hacer desaparecer España de Cataluña". A día de hoy, de Catalunya Acció sólo se conoce el nombre de uno de sus miembros: el mismo Espot.
La historia oficial de Espot es muy diferente de la que cuenta él de sí mismo. La primera explica que Espot ha figurado al frente de al menos cuatro empresas –Amsport, Procat Hockey, Catalunya Producte y USA Marketing– de las cuales no ha cuajado ninguna. Artículos publicados en prensa entre 2010 y 2015 hablan de empresas que no presentaban sus cuentas en el Registro Mercantil, de expedientes abiertos en Hacienda, de múltiples incidencias con la Seguridad Social y de varios expedientes de embargo a cargo del Ayuntamiento de Barcelona.
La segunda historia, la fabricada por el propio Espot, dice que el líder de Catalunya Acció es, o ha sido, el "director de ventas de productos industriales de una multinacional americana" de la que nadie ha sabido jamás el nombre. Cuando se le pregunta acerca de tan misteriosa multinacional, Espot suele responder que al público no le interesan esos detalles de su vida y que todo lo que debe conocerse de él es su actividad política.
Pero la carrera política de Espot no ha destacado tampoco, precisamente, por su fuste. En 2011, mientras encabezaba su propio partido, llamado Força Catalunya, fue escogido cabeza de lista de Solidaridad Catalana por la Independencia (SI), el partido liderado por Joan Laporta y Alfons López de Tena que en 2010 obtuvo cuatro diputados en el Parlamento autonómico catalán, pero que cayó en el olvido después de perderlos en las elecciones regionales de 2012.
No fue esa la primera aventura de Espot en política. En 1999 había encabezado las listas en Tarragona del Partit Espinaltià, un partido-secta que, según los diarios de la época, defendía la independencia de Cataluña mediante algo llamado "psicoestética", una supuesta ciencia que estudiaba el impacto de los mensajes en función de la estética de su emisor. No hace falta decir que el Partit Espinaltià tampoco tuvo éxito alguno. Sus escasos 800 votos conseguidos en toda Cataluña son el único recuerdo que queda de él a día de hoy.
En TV3, sin embargo, la imagen de Espot chillando "calli" ("cállese") a un tertuliano que se había atrevido a recordar el historial de crímenes y golpes contra la democracia del presidente de la Generalidad Lluís Companys se ha convertido en un recurso cómico habitual.
En realidad, la única actividad relevante de Espot ha sido su activismo separatista. Este sí, de cierto empaque. En 2009, Espot presumió de haber denunciado a más de 3.000 comercios catalanes por no rotular en catalán. Dado que la Generalidad permite que ese tipo de denuncias sean anónimas, nadie sabe si la cifra es cierta.
En 2009 y 2012, Espot fue el organizador de las pitadas al himno durante las finales de la Copa del Rey entre el F.C. Barcelona y el Athletic de Bilbao y el Real Madrid. Por una de ellas fue multado en 2015 por la Comisión Antiviolencia con 90.000 euros. Algo que no le impidió volver a organizar una pitada en otra final de la Copa del Rey, la de 2015, por la que fue citado a declarar por el juez de la Audiencia Nacional Fernando Andreu acusado de un presunto delito de injurias a la Corona.
Espot también ha sido el promotor de varios boicots. Uno de ellos pretendía que los comercios catalanes dejaran de pagar sus impuestos a Hacienda. Otro de ellos pretendió boicotear la candidatura a los Juegos Olímpicos de Madrid. Ambos pasaron con más pena que gloria.
Su irrupción en un Centro de Atención Primaria de Barcelona al frente de un grupo de ocho ultraderechistas del Moviment Identitari Català (MIT) para señalar a médicos "colonizadores" de Cataluña ha sido la última escenificación de un personaje al que parece motivar más el afán de notoriedad que la misma independencia. Un personaje cuyos vínculos con el supremacismo de extrema derecha catalán, como el que defendía el radical de la década de los años veinte y treinta del siglo pasado Daniel Cardona –"un cráneo de Ávila no será nunca como uno de la plana de Vic. La antropología habla más elocuentemente que un cañón del 42"–, son ampliamente conocidos en Cataluña.