Oficialmente, el liderazgo de Albert Rivera al frente de Ciudadanos es sólido e indiscutible. Extraoficialmente, y sin que las aguas del descontento hayan llegado todavía a niveles de tsunami, la caída de hasta cinco puntos del partido en los sondeos electorales ha disparado las alarmas e inyectado gasolina a los rumores de una posible dimisión de Rivera tras las elecciones generales del próximo 10 de noviembre.
Entrevistada este jueves por Federico Jiménez Losantos en su programa Es la Mañana de Federico, Inés Arrimadas ha negado cualquier ambición al respecto. "El único liderazgo indiscutible de los partidos españoles es el de Albert Rivera" ha dicho la portavoz de la formación naranja en el Congreso de los Diputados. Pero el runrún es ya imposible de ocultar y Arrimadas aparece en todas las quinielas como el relevo natural de Rivera.
Fuentes de Ciudadanos hablan ya en privado de la dimisión de Albert Rivera como una posibilidad. Alguna incluso menciona el término "sucesión ordenada" y dice comprender las especulaciones al respecto. "No son malas. Ayudan a suavizar el impacto de la transición".
Ni siquiera el mismo Rivera niega la posibilidad. Entrevistado ayer jueves en Los desayunos de TVE, el líder de Cs decía esto: "Vengo de la sociedad civil, soy abogado, trabajé antes de la política. Hay otros candidatos que no han trabajado nunca. Yo puedo estar en política porque me apasiona y estoy por eso. No me mueve ni el apego a un sillón ni un cargo". Un día antes, en Telemadrid, ya había lanzado esa misma idea: "Nunca he tenido apego a mi sillón. Tengo profesión y tendré trabajo fuera de la política". En lenguaje político, las palabras de Rivera equivalen al reconocimiento de que su dimisión es una posibilidad.
Un hipotético relevo de Rivera por Arrimadas tendría pros y contras para Ciudadanos. Serían estos.
Pros
1. Albert Rivera es el más longevo de los cinco líderes de los principales partidos políticos españoles. Lleva trece años en el cargo y su liderazgo no ha sido retado jamás por ningún opositor interno sólido desde 2006. Rivera ha crecido y madurado como político durante estos trece años hasta convertirse en un excelente orador parlamentario, pero también ha perdido frescura. Su imagen no es ya la de un renovador de la política, sino la de un líder aparentemente inamovible. Y las cicatrices son imposibles de ocultar.
2. Rivera ha convertido Ciudadanos en una plataforma unipersonal. Su círculo de confianza lo forman sólo dos personas y sus decisiones apenas se debaten en el partido. De alguna de esas decisiones, como la de renunciar al "no es no" y ofrecer su futuro apoyo a una investidura de Pedro Sánchez, se enteraron muchos altos cargos de Ciudadanos por la prensa. El hiperliderazgo de Rivera ha encorsetado al partido y alienado a muchos de sus simpatizantes.
3. El poder quema, pero la falta de poder abrasa, y Ciudadanos apenas ha obtenido cuotas de poder en solitario. Si ha disfrutado de ellas ha sido en compañía de PSOE y PP. Y cuando ha tenido la posibilidad de dar el salto al Gobierno en forma de ministerios o incluso de una vicepresidencia, la ha rechazado por puro tacticismo electoral. Rivera ha consolidado la idea de que Ciudadanos es un partido con buenas ideas, pero muy pocas opciones, o incluso voluntad, de ponerlas en práctica.
4. Inés Arrimadas es una excepción en Ciudadanos. Es la única de sus líderes que ha ganado con claridad unas elecciones de relevancia. Y lo ha hecho además en un terreno excepcionalmente difícil: la Cataluña nacionalista del procés. A ganar se aprende y Arrimadas ya sabe cómo hacerlo. Por desgracia para Rivera, a perder también se aprende. Arrimadas sería además la primera mujer candidata a la presidencia de un gran partido español. Una bandera que Ciudadanos podría aprovechar con inteligencia.
5. La opción Arrimadas como alternativa de Rivera es prácticamente unánime en el partido. No hay otro alto cargo capaz de aunar el nivel de consenso de Arrimadas y cualquier otra opción obtendría un rechazo muy superior al que recibiría la portavoz. En caso de que las elecciones generales arrojaran un resultado tan pésimo como para obligar a Rivera a dimitir, Arrimadas sería la garantía de una sucesión ordenada y no traumática.
6. Rivera ha cometido un error de principiante. Con la sociedad española desconcertada y a la búsqueda casi vengadora de la figura de un culpable por la convocatoria de nuevas elecciones, él ha alzado la mano y gritado "he sido yo". Porque eso, y no otra cosa, ha sido el levantamiento de su veto a Pedro Sánchez. El gesto no ha pasado desapercibido; ha dado aire al PSOE, el obvio responsable de la convocatoria de nuevas elecciones; y está por ver el impacto que pueda tener en los resultados del 10 de noviembre.
Contras
1. La paradoja es que los rumores de dimisión de Rivera afloran en el momento en que el de Barcelona ha llevado a Ciudadanos a los mejores resultados de su historia. Pero el partido naranja siempre ha luchado menos contra la realidad que contra las expectativas generadas entre sus votantes. En este sentido, Ciudadanos es el Real Madrid de la política. Su público es capaz de silbar el juego del equipo hasta cuando el resultado es bueno. Mejorable, pero bueno.
2. La campaña en contra de Rivera se nutre tanto de sus propios errores, imposibles de negar, como de su demonización por parte de la Brunete mediática socialista y de los medios tradicionalmente afines al PP. La campaña para devorar a los votantes de Ciudadanos es, en fin, una evidencia. Tan mal no lo habrá hecho Rivera cuando PSOE y PP deben emplearse con tanta agresividad para recuperar a unos votantes que ambos partidos consideran de su propiedad.
3. Si los resultados son tan malos como prevén las encuestas, Rivera dejará al partido en una situación precaria y a Inés Arrimadas con una tarea titánica por delante. La de levantar del suelo a un partido devastado. Una tarea en la que Arrimadas corre el riesgo de quemarse antes de tiempo por los riesgos que deberá tomar para la recuperación de Ciudadanos. Es lógico pensar que, si alguien ha de quemarse durante la travesía por el desierto del partido, ese sea Rivera y no su sucesora.
4. La demonización de Rivera es una obviedad, pero también lo es que los políticos juegan en un terreno endiablado, el de las percepciones de los ciudadanos. Es un escenario en el que un político desahuciado e incluso ridiculizado por su propio partido como Pedro Sánchez puede convertirse súbitamente en un líder aclamado y alguien como Rivera, tradicionalmente muy bien valorado por los españoles, pasar a ser percibido como una rémora en cuestión de meses. ¿Quién dice que las percepciones no pueden volver a girar en favor de Rivera si el Gobierno de Sánchez no da la talla?
5. Ciudadanos no tiene por qué ganar elecciones. Su objetivo siempre ha sido el de provocar un cambio en el escenario político español que evite el perpetuo chantaje de las fuerzas nacionalistas periféricas. Y para eso no son necesarios cien diputados. Si el PNV y Convergencia han logrado condicionar no ya al Gobierno, sino al Estado entero, con apenas docena y media de diputados, ¿quién dice que Ciudadanos no puede lograrlo con treinta o cuarenta?