Un día histórico: los Verdugo corrigen a los Estévez
Dos banderas constitucionales, dos del Régimen, cuatro pancartas y veinte nostálgicos: así se despide a Franco del Valle de los Caídos.
La jornada en la que la democracia pasa página, cuando se desentierra al Caudillo por aire y sin niebla -aunque con nubes de evolución que han dejado cellisca en el pico redondo de Abantos-, en el Valle de Cuelgamuros cae una pelona considerable. Todavía da más frío ver el auditorio: veinte nostálgicos y tres pancartas. No más.
Cerca de una docena de números de la Guardia Civil montan guardia (sic) en la puerta de entrada a la Basílica. Todo se va a fraguar a seis kilómetros, demasiado lejos, detrás del altar mayor donde los Hermanos Verdugo, amenazados por los del 'neobúnker', van a deshacer el trabajo en piedra blanca de Alpedrete que tallaran, hace 44 años, los Hermanos Estévez.
Los periodistas, salidos de La Moncloa en cinco buses -cinco 'carmencalvobuses'-, se arraciman en la rampa de hormigón en carne viva. La estampa, vista en perspectiva, parece el final de la etapa de Los Lagos de Covadonga de la Vuelta; hasta unas vacas charolesas pastan ajenas a todo, ajenas a la Historia y ajenas un nostálgico que venía de San Lorenzo del Escorial y ha tocado el claxon. Los tres grados son combatidos dentro de un casetón de bomberos forestales, de donde alguien ha sacado un rollo de cable amarillo. Un empalme gitano y periodístico, de los de toda la vida, para alimentar un generador que no ha parado de zumbar.
Un walkie-talkie que resuena entre los pinos reitera la prohibición -salvo emergencia- de todo vuelo comercial en la vertical que va de Cuelgamuros a El Pardo (Alpedrete, Villalba y Torrelodones).
Los afectados de la polio
La Guardia Civil se ve sorprendida -mínimamente- cuando los niños de una plataforma de afectados por la polio sacan una pancarta que vuelven a enrollar en un suspiro. Se divisa una silla de ruedas a lo lejos y el cronista, por poco, cae en el lugar común de entrever a un mutilado de la Legión. Claro que las guerras de nuestros antepasados están atrás por ventura, que estamos en octubre del 2019, y puede que lo que tengamos sea la mirada condicionada en un día tan clave.
El Gobierno tiene el detalle de habilitar un tentempié bajo una carpa verde, con caldo gallego, bocaditos de ibérico y unas bandejas con motivos periodísticos. Después se forma un cristo cuando las acreditaciones no coinciden con el número.
Un camión petardea. Un número de la Benemérita se saca un selfie para la posteridad, y eso que el Gobierno ha prohibido retratar la cara de cualquier agente del Instituto Armado. A las 9:34 pasa la primera comitiva de los Franco en una furgona como de novilleros y en un minibús. Seis minutos después baja una camioneta, la que ha renqueado, y un fotero grita con sorna: "¡Ahí va el pollo!".
Poco después, en un monovolumen azul, mirando al infinito, Jaime Martínez Bordiú se adelanta al horario previsto, que se dice en radioTour. En el capó se atisba una corona de flores con la bandera de España, presuntamente encargada a la floristería La Gardenia. La preconstitucional la llevaría de tapadillo.
La pancarta "Franco vive"
En la acera de enfrente, en el portón de la finca Jaral de la Mira, cuelga un cartel que ventea que "Franco vive". Los mayorales sujetan la pancarta e invitan al cronista a dar un capotazo a una becerra curiosa que bufa a lo lejos. Se llaman Isidro y Benito y tienen el deje de De la Morena cuando habla de toros o de su Brunete, que pilla a tiro de piedra de aquí, donde convergen los términos municipales de Guadarrama y de San Lorenzo del Escorial.
Tampoco falta Pilar Gutiérrez, franquista de cabecera, que se vuelve didáctica con los medios detallando un mural que, grosso modo, dice en fotocopias a color que los rojos eran unos violadores: sabe que es su día de gloria y se pone estupenda, cambia la cara de alegre a compungida según la televisión, según la luz del sol o cómo le siente la pregunta. Pilar Gutiérrez no reconoce al arribafirmante, que hace dos veranos se coló en un autobús que ella misma fletó para "rezar por Franco y por España". Un reservista le quita protagonismo, y con su boina con galones y un sable plateado centra la atención de los corresponsales guiris que disfrutan con el sarao cañí del dictador, de los helicópteros y los picos nevados de Guadarrama.
A las once, los manifestantes y Pilar Gutiérrez -o Pilar Gutiérrez y sus manifestantes pastoreados- cruzan la M-600 y se concentran a la derecha del checkpoint de la larga carretera a la Cruz. Chavales con pinta de piarderos, de haberse saltado las clases con motivo, vienen en romería con banderitas. La romería es corta y quizá sentida: son 200 metros desde donde los ha dejado el autobús 601 de ALSA. En esa misma carretera tocan el claxon de nuevo dos landróveres que dan vivas a la Guardia Civil caminera -la de Tráfico- que ordena la circulación después de que un turismo se coma la mediana con el estruendo correspondiente.
El Valle de Cuelgamuros ruge con el vuelo primer helicóptero, que resuena con ecos bimotores en el granito serrano. Diez minutos más tarde el segundo Superpuma sobrevuela el Bosque de la Herrería, donde dicen que Felipe II tenía birujis telúricos. A las 11:40 los de las teles comentan que la lápida se ha retirado, pero aquí, a los pies del Valle, no se ha oído el arrastre de la losa. Los Verdugo han entrado en acción.
Cuando pasa la tribu de los Franco, de recogida, a las 13.27,los más enardecidos gritan "Viva España, viva Franco y viva Cristo Rey". Luis Alfonso de Borbón graba con el móvil a quienes están en las cunetas, así sean simpatizantes o curiosos o desocupados. Para completar la estampa, cuando el helicóptero del último viaje pone ya el rumbo a Mingorrubio, una retroexcavadora remueve los terrenos en una finca colindante en perfecta metáfora de lo que se ha vivido. Dos jóvenes presuntamente beatos rezan los misterios dolorosos y hay un intento de mística a la orilla de una carretera comarcal.
Antes de que se despeje la zona, se han contabilizado dos banderas constitucionales, dos del Régimen, cuatro pancartas y veinte nostálgicos para mostrar su adhesión a los Franco. Y un megáfono chillón que sigue apelando a España y a Cristo Rey.