En la noche del 10-N, los líderes de Podemos no sólo se felicitaban porque sus 35 diputados -aunque magros- les permitían seguir soñando con entrar en el Gobierno. También estaban preocupados por el desarrollo de la crisis en Bolivia. Evo Morales, eterno mandatario del país andino, había sucumbido a la rebelión en las calles contra el fraude en las elecciones presidenciales de sólo tres semanas antes. Ese mismo 10 de noviembre, Morales había dimitido como presidente tras el asalto e incendio de la casa de su hermana e iniciaba su búsqueda de asilo en algún país amigo.
Por eso, y a pesar de que la actualidad de las cuartas elecciones en cuatro años centraba la actividad en la formación morada, su secretaría de Política Internacional halló tiempo para emitir un comunicado reclamando al Gobierno en funciones de Pedro Sánchez que se involucrara "activamente" en la crisis. Los de Pablo Iglesias reclamaban en el mediodía de ese mismo 11 de noviembre que España garantizara "la integridad física de Evo Morales, de Álvaro García Linera y del resto de dirigentes del MAS, incluyendo el ofrecimiento del asilo político a los mismos".
Pero en la tarde de ese lunes todo cambió. Pablo Iglesias visitó la Moncloa tras la llamada de Sánchez la noche anterior, poco después de conocerse los resultados electorales. Ambos partidos habían perdido millón y medio de votos y 10 escaños conjuntamente en sólo seis meses, y había que cerrar rápido el pacto que parecía muerto desde la investidura fallida de julio. Las condiciones, las de entonces: lealtad en la crisis catalana y ninguno de los ministerios de Estado. A cambio, Iglesias sería vicepresidente... y Morales dejó de ser el "hermano Evo".
Ataque de "lealtad gubernamental"
Este lunes, ya en modo gobierno, Podemos convocaba su primera rueda de prensa después de los comicios generales. La única comparecencia posterior a la valoración rápida de resultados de la noche electoral había sido la de la firma y el abrazo entre Sánchez e Iglesias en el Comedor de gala del Congreso, para escenificar el pacto personal entre los dos líderes, cerrado a toda prisa el día anterior.
Y Noelia Vera, portavoz de la dirección morada, sorprendió a todos los periodistas abriendo la comparecencia con una posición oficial del partido muy alejada de la que mantenía una semana atrás: "Podemos no mirará para otro lado, la ONU ya ha iniciado un proceso de mediación en la crisis boliviana que pide una solución que culmine en unas nuevas elecciones a las que todas las fuerzas se puedan presentar con todas las garantías". Y añadía, evitando defender la legitimidad del huido a México para volver a la Presidencia: "El Gobierno de España debería apoyar ese proceso, el que está en funciones y el de coalición que empiece a trabajar lo antes posible".
Ya el jueves pasado lo advertía el propio Iglesias, la "lealtad gubernamental" que le exigía Sánchez por escrito en el preámbulo del preacuerdo de Gobierno firmado el 12-N se traduciría en "límites y contradicciones" que obligaría a Unidas Podemos a "ceder mucho". Así se lo advertía en una carta a los militantes de la formación de izquierda radical, que ahora renuncia a las posiciones extremas a cambio de poder aplicar sus "políticas sociales" que "mejoren las condiciones de la vida de la gente" en España.
Iglesias y los suyos se han visto así sumidos en ese ataque de cohesión ministerial, como reclamaba Sánchez para "poder dormir por las noches". Y es que el mismo presidente en funciones mandó otra misiva a su militancia este sábado en la que afirmaba que "ahora, ambos tenemos las garantías que necesitábamos. Para UP era crucial participar en el Consejo de Ministros. Para el PSOE era condición indispensable garantizar un único gobierno cohesionado, basado en la lealtad y la solidaridad gubernamental".
El "hermano Pablo"
La relación fraternal de Podemos con los regímenes bolivarianos de Venezuela, Nicaragua y Bolivia -antes del cambio de Gobierno, también Ecuador- viene de antiguo, de cuando Iglesias, Juan Carlos Monedero e Íñigo Errejón viajaban al continente e incluso ofrecían sus servicios a través de la fundación CEPS a aquellos gobiernos.
Corría el mes de octubre de 2014 cuando Pablo Iglesias ya era un inesperado eurodiputado, junto a cuatro "compañeros y compañeras" de un partido recién nacido que estrenaba logo de círculos después de haberse presentado a las elecciones europeas con su efigie en la papeleta.
Entonces, el "hermano Evo" dictó una conferencia en la Universidad de La Sapienza de Roma en la que el presidente de Bolivia se deshacía en elogios hacia la nueva formación política que revolucionaba el mapa político español: "España debe ser la puerta para que Bolivia entre en Europa. Es mi gran deseo. Y con hermanos como Pablo Iglesias puede lograrse este gran deseo que tengo", afirmó.
Preguntado por el espectacular éxito de los jóvenes políticos, con cinco parlamentarios en Estrasburgo desde la nada, Morales se mostró aún más cercano. "Le felicité porque iba avanzando, siento que es un movimiento político con principios y valores [...] Puedo decir que Podemos es la esperanza para los hermanos españoles", señaló.
Hace ahora dos años, Iglesias se entrevistó oficialmente con Morales en La Paz y le regaló una camiseta del Real Madrid, con motivo de la conocida afición del exmandatario boliviano al fútbol, y en concreto a este equipo español. El líder de Podemos fue luego condecorado por la Asamblea Legislativa Plurinacional, en manos del partido de Morales, con la Orden Parlamentaria al Mérito Democrático "Marcelo Quiroga Santa Cruz".
Indígenas contra Evo: ¿fraude o golpe?
Cuando los bolivianos fueron llamados a las urnas el 20 de octubre, la oposición democrática ya había denunciado la ilegitimidad constitucional de la cita con las urnas y anticipaban "un inmenso pucherazo", como advirtió en este mismo periódico la líder indígena chiquitana María Cruz Bayá, poeta, catedrática y líder activista por la democratización de Bolivia de la mano de su movimiento Primero La Patria.
Bayá acusaba a Morales de ser el instigador de los gigantes y continuados incendios que arrasaron la Chiquitanía boliviana de este verano, "silenciados por la comunidad internacional mientras sólo señalan al brasileño Bolsonaro de los fuegos en la Amazonía".
La líder indígena acusaba de que las quemas "de controladas nada". Y que esas llamas se habían tragado dos millones de hectáreas del bosque seco chiquitano, y había desplazado de su hogar a los 82.000 habitantes de la región. "Evo es el mayor peligro para los indígenas, es un criminal", afirmaba.
Además, señalaba la ilegalidad de que Morales se presentara a las elecciones, "saltándose la Constitución" y con el único aval de un Tribunal Supremo que "puso los supuestos 'derechos humanos' del dictador como candidato por encima de la Carta Magna".
Una cosa sí ha mantenido Podemos en su argumentario, la calificación de la salida de Morales de Bolivia como un "golpe de Estado". Sin embargo, la líder opositora ya advertía en septiembre de que habría rebelión de las fuerzas democráticas si se daba el "más que seguro amaño del recuento". Para las elecciones del 20 de octubre, se presentaron ocho candidatos, explicaba, muchos de ellos "submarinos de Morales, para dividir el voto y asegurarse el triunfo con menos necesidad de fraude", que en Bolivia es una tradición: "En mi país votan hasta los muertos... yo lo sé porque mi padre está muerto y votó".