El año ha comenzado movido para la diputada del PP Teresa Jiménez-Becerril. En el debate de investidura abroncó al presidente del Gobierno por recriminar a los populares lo que entendía como excesivas referencias a ETA. "Fueron Zapatero y Rubalcaba quienes acabaron con ETA", llegó a decir Pedro Sánchez.
Y Jiménez-Becerril saltó. La diputada es víctima de ETA: la banda terrorista asesinó en 1998 a su hermano, el concejal del PP en Sevilla Alberto Jiménez-Becerril, y a su esposa, Ascensión García Ortiz, padres de tres niños de cuatro, siete y ocho años entonces.
Con los ecos del debate parlamentario aún calientes, Jiménez-Becerril, periodista y empresaria además de política, atiende a EL ESPAÑOL con un café de por medio. Tras pasar por el Parlamento Europeo asegura que quiere estar donde está "la acción". Y eso, a juzgar por lo que se vislumbra, no parece que vaya a faltar en el Congreso.
Su enfrentamiento con Sánchez en el debate de investidura ha sido muy comentado.
No pude contenerme ante una mentira. Cuando dijo que Zapatero había acabado con ETA, la bancada socialista estalló en aplausos y yo me rebelé ante tanta indignidad.
Como no se me oía, porque no tenía micrófono, alcé mi voz como pude y le dije que ETA no estaba acabada, que sus herederos estaban sentados en el Congreso y que él había pactado con ellos para ser presidente. Y, al final, miré a los socialistas y les dije que qué vergüenza que siguieran aplaudiendo.
¿Qué se le pasó por la cabeza?
La verdad es que se me pasaron muchas cosas. Primero, que la derrota de ETA no se debe a Zapatero, sino a muchos guardias civiles y policías que la han hecho posible, y al sacrificio no sólo de las víctimas, sino de la mayoría de los españoles que sufrimos juntos y nunca nos rendimos. Por eso me indigné, viendo cómo ese sacrificio se volvía inútil ante esa imagen del candidato a presidente que le agradecía a la diputada de Bildu su apoyo.
"A quienes homenajean a los asesinos de los nuestros no hay que agradecerles nada, señor Sánchez", le hubiera dicho. Pero es un Parlamento y hablamos cuando se nos da la palabra. Lo que pasa es era difícil no saltar cuando Pedro Sánchez se ha saltado todas las líneas rojas, humillándose ante filoetarras que dijeron que el Rey era autoritario. Yo no tengo las tragaderas de Sánchez. Me pregunto hasta qué punto merece la pena aceptar tanta indignidad para alcanzar el poder.
También me venía a la cabeza mi hermano, que a punto estuvo de sentarse en el Congreso. Lo tenía muy presente, como a su mujer Ascen y a tantas víctimas del terrorismo.
¿Qué le parece la formación del nuevo Gobierno?
Me parece, cuando menos, muy arriesgado. Demasiados sillones. El primer anillo [del hemiciclo] no le va a bastar para sentar a tanto ministro, y a los españoles no nos va a llegar para pagarles. Hay demasiados juegos de poder y, aunque hay perfiles técnicos, otros son extremadamente políticos y radicales.
A mí me inquieta tener un ministro como Alberto Garzón, que apoya a Maduro y que dice que Leopoldo López tiene que estar en la cárcel porque es un golpista. Y que Pablo Iglesias sea vicepresidente, alguien que considera que el dictador venezolano tiene que seguir ahogando y abusando de los venezolanos, pues es preocupante.
Además, Podemos y Bildu van de la mano: comprenderás que es como para echar a correr. Lo de tener a comunistas en los ministerios no me da tranquilidad, porque, por mucho que Sánchez repitiera en la investidura que la suya era una coalición progresista, el comunismo representa la involución. Eso en Europa se ha entendido bien, porque están fuera de todos los gobiernos.
Sánchez ha justificado la coalición por la necesidad de dar cuanto antes un Gobierno al país.
Sánchez tenía mucha prisa por cerrar su investidura porque su mayoría dependía de cómo afectasen las decisiones judiciales a los partidos independentistas, y temía la reacción de estos. Cada día podía complicarse más su presidencia.
Cuando Sánchez dice que se necesitaba un Gobierno ya, y que era la única opción, no dice la verdad. Pablo Casado le había presentado once pactos de Estado en abril y habría permitido la legislatura con apoyos puntuales. Pero el presidente tenía otro plan, y pasaba por Podemos, ERC y Bildu, no por PP y Ciudadanos.
Que nadie se llame a engaño. ¿O acaso hemos olvidado ese abrazo de la noche electoral que sellaba el pacto? ¿O esa reunión, indigna donde las haya, con Bildu en el Congreso para asegurarse la abstención? ¿Y todos los guiños a ERC y las plurinacionalidades y demás barbaridades para satisfacer a los independentistas?
Son los mismos socios de la moción de censura; nunca quiso otro equipo que ese. Y el responsable de cómo juegue este extraño combinado es él. No le arriendo las ganancias.
Pablo Casado sitúa al PSOE “fuera de la Constitución”.
El leitmotiv de Sánchez fue siempre “todo por Moncloa”. Pero algo más de dignidad e independencia frente a Bildu y ERC he echado en falta. Los socialistas que conozco repetían que con amigos de ETA e independentistas no pactarían jamás. Y mira, pactaron en Navarra y ahora en toda España, y al final todos aplaudiendo y celebrando. Y ni media crítica.
Que con su pan se lo coman. El problema es que nos lo vamos a comer todos los españoles. Y tal afrenta nunca la vamos a digerir.
¿Cómo augura que será la legislatura? ¿Dependerá constantemente Sánchez de ERC y Bildu?
Desconozco lo que durará, pero ERC y Bildu ya dejaron claro en la sesión de investidura que Pedro Sánchez dependía de ellos y, en cierto modo, ellos de él. Porque la diputada Mertxe Aizpurua [la portavoz de Bildu] le explicó que le iban a apoyar porque era su último tren. Y, por supuesto, él se lo agradeció en la réplica, para vergüenza de quienes esperábamos algo más del futuro presidente de España.
Rufián también le aclaró que ERC pedía una mesa de negociación para la autodeterminación y la amnistía. Y que sin mesa no había legislatura. Así que Pedro Sánchez pende de un hilito. Aunque, como la alternativa al amigo Sánchez es mucho peor para el independentismo, igual el hilito se sostiene y dura varios años.
Todo dependerá de si los socios de Sánchez permiten sus engaños por seguir en el poder. Porque la relación PSOE-Podemos es complicada y la UE acecha y no va a dar vía libre a un aumento descontrolado del déficit. La vida real se acaba imponiendo. Y ahí vendrá el lío de no cumplir las promesas.