La crispación trasciende la sesión de investidura. La vehemencia en el debate ya circunscribe el mandato recién estrenado. Los unos y los otros recurren a los peores adjetivos para descalificarse. El motivo que ha encumbrado las diferencias ha sido el pin parental de Murcia.
Este fin de semana, altos cargos de PP y PSOE viajaron allí para librar un combate imbuido de referencias a las dictaduras que asolaron el mundo durante el siglo XX. José Luis Ábalos, el sábado, asoció a las "derechas" con el "fascismo". Pablo Casado, el domingo, relacionó al Gobierno con Lenin, Stalin, Castro o Pol Pot.
Los paralelismos con el pasado más truculento situaron en segundo plano el verdadero debate acerca del pin parental. Las disquisiciones prácticas fueron opacadas por el duelo de siglas.
Ábalos, ministro y mano derecha del presidente del Gobierno, vinculó la existencia del "veto parental" con el deseo de la "ultraderecha" de "hacernos retroceder a una España en blanco y negro". Sobre la medida del Ejecutivo murciano -formado por PP y Cs-, reseñó: "Me recuerda a cuando se estudiaba formación del espíritu nacional en los colegios".
Casado, principal opositor en el Congreso, también revistió su arenga de dureza. A modo de resumen: "Mis hijos son míos y no voy a permitir que un comunista me diga cómo tengo que educarlos".
En conversación con este diario, fuentes del Gobierno definen la discusión sobre el pin parental como "la gran batalla ideológica de nuestro tiempo": "Lo que hace el PP es muy serio. Su cuestionamiento de la docencia significa cuestionar también al Estado. Es casi un planteamiento antisistema, un liberalismo salvaje".
Y el PP, por boca de Casado, responde: "En la batalla ideológica nos van a encontrar. Nuestros principios son mejores que los suyos, que cayeron con los cascotes del muro de Berlín".
Ciudadanos, de momento, no entra en la refriega. Su posición, en principio, es contraria al pin. Pero permitió que se implantara en Murcia, donde ostenta la vicepresidencia. Sus dirigentes, no obstante, reiteran que no se aplicará en Madrid ni en Andalucía.
Arrimadas, en este caso, sufre un mal ya cotidiano para los naranjas: la indefinición. Cuando el bloque versa sobre lo social, su postura se acerca más a la del PSOE, que a grandes rasgos es su principal oponente. Entonces, ¿cómo se gestiona el discurso?
La ideologización del pin
Mientras el votante intenta comprender los detalles del pin parental y los efectos de su instalación, las dos grandes organizaciones políticas han convertido la circunstancia en categoría. Los socialistas hablan de "defender los derechos de la infancia" y los conservadores claman por la "libertad de los ciudadanos".
Casado y Abascal buscan que cualquier actividad extracurricular -impartida en horario de colegio- deba ser autorizada por los padres. Sánchez e Iglesias llaman a confiar en la labor docente: "Lo contrario sería promover que los hijos siempre salieran iguales que sus padres y no tuvieran capacidad de discernir".
Los primeros ponen como ejemplos charlas sobre educación sexual o feminismo. Los segundos rebaten: "¿Y si se trata de vacunas o seguridad vial?". Asuntos que dan prueba de la politización del debate. La ministra de Educación, Isabel Celaá, llegó a replicar a Casado: "¿Los hijos de los yihadistas también deben replicar la ideología familiar?".
La conclusión que se desprende de los mítines conservadores y socialistas es la prolongación de una polémica cada vez más severa, con poco espacio para el acuerdo entre los dos grandes bloques.