Hace un año exactamente, Podemos sufrió su mayor crisis. Se llegó a temer la implosión del partido de Pablo Iglesias. El quinto aniversario de la fundación de la formación surgida de las plazas y las acampadas del 15-M fue la jornada elegida por Íñigo Errejón para intentar darle la puntilla a su examigo. Hoy, un año después, Iglesias es vicepresidente del Gobierno y ha inaugurado su actividad pública en el cargo regresando al Teatro del Barrio, donde nació Podemos, "lleno de emoción".
Y lo ha hecho, a modo simbólico para él y su partido, en un acto de recuerdo a las víctimas y represaliados del franquismo... pero no sólo de la época de la dictadura, sino también de la "mal llamada pacífica Transición", como dijo el actor Carlos Olalla en la presentación del evento. Y es que era un recuerdo a Arturo Ruiz, Mariluz Nájera y los abogados y abogadas de Atocha, lo que se llamó la Semana Negra de Madrid, en 1977, cuando el dictador llevaba más de un año muerto y el país avanzaba hacia la democracia, pero, tal como defiende Unidas Podemos, "no había acabado el franquismo".
Iglesias estuvo, en realidad, sólo 10 o 15 minutos en el viejo teatro cooperativa de Lavapiés, en una tarde fría de temporal: llegó, se sentó en una esquina de la mesa y habló sobre "memoria, dignidad, democracia y fin de la impunidad".
Quiso el vicepresidente recordar "los compromisos de este Gobierno", firmados por el PSOE y su partido, "para sacar del olvido la historia política de España, que son las madres y padres de nuestra democracia". Según Iglesias, "este nuevo Ejecutivo tiene la obligación de darles el reconocimiento y la dignidad que merecen".
Pin... antifascista
Para el líder de Podemos, "la llegada de la democracia se ha vinculado con reuniones muy importantes", en referencia a los pactos de la Moncloa -por ejemplo-, "pero estamos en deuda con héroes y heroínas anónimos que se jugaron la vida y algunos la perdieron, que se jugaron la cárcel, y algunos la visitaron, por la lucha social y la libertad".
Pero no podía dejar pasar Iglesias la polémica del pin parental, monotema de estos días. Con el pin antifascista en la solapa, el vicepresidente vinculó "el merecido homenaje que merecen los que trajeron con sangre la democracia a España" con defender su legado de "democracia y justicia social... y eso es también la educación pública".
Así, el número tres del Gobierno de España acusó a "la ultra derecha y a la ultra ultra derecha" de "atacar la educación pública", que "es educación en democracia".
Iglesias hizo un paralelismo entre lo que él llamaba padres y madres de la democracia, los homenajeados en el acto al que acudía, y los que "arrancaron a niños y niñas de sus padres para enseñarles a cantar el Cara al sol, para decirles que la letra con sangre entra... o a las niñas para acostumbrarlas a que pasarían siempre la vida bajo la bota de un varón". Para Iglesias "es escandaloso que sean los herederos ideológicos de aquéllos los que ahora dicen que educar en democracia es adoctrinar".
Por eso, comprometió al Gobierno al que representa en la defensa de la educación pública "frente a los que quieren volver al pasado". Y explicó su visión de la polémcia: "La libertad no es que haya colegios que dirija la Conferencia Episcopal, sino que cualquier niño o niña pueda recibir la mejor educación pública independientemente de dónde nazca".
El Pazo de Meirás
También, el vicepresidente hizo un repaso de los compromisos del Ejecutivo de coalición en lo que se dio en llamar Memoria histórica y ahora se ha rebautizado como Memoria democrática. "El 31 de octubre será el Día de las Víctimas del franquismo; el 8 de mayo, el de la Memoria del exilio", apuntó. Además, anticipó que el Gobierno implantará "un programa de exhumaciones para los que aún siguen en fosas comunes" y mostró su deseo de que "al menos en algunas de ellas haya miembros del Gobierno".
Aunque las competencias sobre este campo se las ha quedado la Vicepresidencia primera de la socialista Carmen Calvo y el protocolo firmado entre ambos partidos prohíbe meterse en las competencias de otras carteras, Iglesias continuó anunciando medidas: "Prohibiremos toda simbología franquista y la exaltación o apología del franquismo; haremos todo lo posible y buscaremos la manera de que torturadores como Antonio González Pacheco, alias Billy el niño, pierdan todas sus medallas y complementos económicos".
Y finalmente, dio por hecho que la coalición de gobierno PSOE-Podemos "recuperará para el patrimonio nacional lo antes posible el Pazo de Meirás", residencia veraniega del dictador Franco y hoy en manos de sus herederos, en una operación general con "todos los bienes expoliados" por el régimen.
Iglesias, recién estrenada su condición de miembro de un gabinete, advirtió que "los gobiernos reciben muchas presiones". Y pidió que los asistentes al acto antifranquista, que llenó el pequeño Teatro del Barrio e incluso dejó a unas decenas de asistentes fuera, que formen parte de esas presiones: "Queremos notar la vuestra, porque es una presión en la dirección democrática". Y se despidió, puño al pecho y orgulloso, pero con prisa: "Porque fuisteis somos, porque somos serán... muchas gracias".