Del pacto con Pablo Iglesias para los Presupuestos Generales de 2019, presentado con trompetas de gran acuerdo en octubre de 2018 en Moncloa, cuando Pedro Sánchez llevaba apenas tres meses en el Gobierno, sólo quedó el alza del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) a 900 euros... que no era poca cosa. Una subida de golpe de más del 22% que se podía hacer por decreto y que no dependía en realidad de las cuentas públicas, se le imponía a los empresarios.
Ya entonces hubo voces cruzadas. Entre quienes, desde el Gobierno y sus entonces sólo socios de Unidos Podemos, defendían que era "de justicia" y que "el mundo no se acababa por la redistribución de la riqueza" y gran parte de los agentes sociales, los empresarios sobre todo -pero también los autónomos y pequeños explotadores agrarios- que advertían de que el mercado laboral no lo aguantaría.
Iglesias decía que el sí se puede se había convertido en política, que estaban "mejorando las condiciones materiales de vida de la gente". Y cuando pasaron los meses y se siguió creando empleo, fue Pedro Sánchez el que sacó pecho y presumió de una medida que, en realidad, le habían arrancado los morados.
Pero la verdad es que ya había empezado la desaceleración del mercado laboral. Sobre todo en los sectores más vulnerables: las mujeres, los jóvenes y el campo. La CEOE advirtió del peligro de "subir por decreto" los sueldos, la oposición avisó de que se iba a "destruir empleo" en las capas más vulnerables e iba a "crecer la economía sumergida", y hasta el Banco de España lanzó advertencias en informes oficiales.
"Que pidan perdón"
Pero aún era sencillo leer las estadísticas en verde y no en rojo. Así que la entonces ministra de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social, Magdalena Valerio, llegó a exigir que "los profetas de la catástrofe" que habían asegurado que la subida del SMI iba a "causar el caos laboral, pidieran "perdón y disculpas".
La ministra se refería, sobre todo a Pablo Casado y a Albert Rivera, líderes de PP y Cs que, en su opinión, aún no habían "digerido la moción de censura". En esta línea, afirmó que el primer año del PSOE en el Gobierno sólo podía calificarse de "positivo", a pesar de lo "complicado" que era lidiar con los "numeritos" de la oposición.
Un mes después, en junio de 2019, era su secretaria de Estado de Empleo, Yolanda Valdeolivas, la que utilizaba un lenguaje de barra de bar: "Los datos son mostrencos", presumía al reclamar al Banco de España (BdE) que rectificara sus malos augurios con el SMI.
“Lo menos que podría hacer es asumir su error”, reclamó la número dos de Valerio a la institución gobernada por Pablo Hernández de Cos. "Fue una alarma inconsistente” la del BdE, dijo Valdeolivas, ya que según ella no se había cumplido el pronóstico del regulador sobre que la subida del SMI tendría un impacto negativo en el empleo.
¿Tenían razón?
Sin embargo, los datos publicados este martes por el Ministerio de Trabajo que hoy dirige Yolanda Díaz (Unidas Podemos) parecen dar la razón a aquellos "profetas del desastre". Desde la llegada del PSOE a la Moncloa son los colectivos más vulnerables los que más han sufrido la caída en la creación de empleo: las mujeres, los jóvenes y el sector agrario.
Así, hasta el cierre de enero de 2020, hay 20.063 mujeres más en paro que en junio de 2018; entre la población menor de 25 años se contabilizan 14.064 más desempleados; e incluso en el campo hay 29.837 personas menos cotizando.
¿Se puede atribuir todo esto a la subida -ahora del 28%, tras acordarse los 950 euros- al Salario Mínimo impuesta por decreto? Evidentemente, no. El entorno internacional ha sido mucho más volátil, EEUU ha impuesto aranceles a la producción agrícola española y, en todo caso, la parálisis política que ha evitado nuevas reformas que impulsaran la industria o los servicios no han ayudado.
Pero lo cierto es que Yolanda Díaz, con apenas tres semanas en el cargo, deberá revisar los datos y lidiar con una herencia que ensombrece la lucha de Unidas Podemos por "mejorar las condiciones de vida de la gente". Ésa que se centra, de inicio y sobre todo, en los colectivos que forman parte de su corazón: los feministas, los juveniles y la "España vaciada". No vaya a ser que le arrolle aquella "profecía de la catástrofe" y se cumpla la fatalidad que ya acabó con González y Zapatero.