Todo el plan al traste por el escrache. Pablo Iglesias había preparado con mimo su regreso al lugar de los hechos, con un titular para la prensa: un "gran pacto europeo antifascista, basado en los derechos sociales y apoyado en la imparable revolución feminista". Pero la noticia, como hace diez años, fue el alboroto, y al político se le fue el plan al traste.
Hace una década, era él quien llevaba pendientes y camisa abierta de cuadros por fuera del pantalón. Entonces se ubicaba abajo, en el patio de butacas del salón de actos de la Facultad de Políticas de Somosaguas, pero no para sentarse: gritó, agitó a las masas y logró junto a sus alumnos echar a Rosa Díez del auditorio donde iba a dar una charla a los politólogos (y políticos, ya se ve) del futuro.
Ya era profesor y aspiraba a hacer la revolución, asaltar los cielos del poder y cambiar la patria por una república federal igualitaria. Diez años después, Pablo Iglesias es vicepresidente del Gobierno, lleva americana, se sienta arriba con micrófonos delante, y de ese mismo patio de butacas, el de los chicos y chicas de camisa de cuadros por fuera del pantalón que ahora llevan piercings, sólo recibió aplausos... hasta que la cosa se lio. Un grupo de jóvenes del Frente Obrero le montó un escrache al escrachador. Como aquellos suyos, verdadero "jarabe democrático".
Iglesias reaccionó hábil, se calló, esperó a que dejaran de gritar "¡Fuera vendeobreros de la Universidad!" y pidió que les dieran un micrófono. Después de escuchar al líder, de nombre César Fernández, un chaval que estudia un grado superior y que le llamó "traidor, ¡eres igual que Errejón! Eres el culpable del fascismo y legitimas al sistema", el vicepresidente le dijo "sin ánimo paternalista", algo así como que era mejor que escuchara a los mayores. Sobre todo, lo que él, "un humilde reformista", venía a decir a su universidad, a su hogar.
Y es que Iglesias volvía a casa como un héroe, para dictar una conferencia titulada 'Reaccionarismo y fascismo en el siglo XXI', sentado junto al exvicepresidente de Evo Morales, hoy fugado de Bolivia, donde se le busca por delitos contra la patria. Álvaro García Linera, la cara blanca del régimen supuestamente indígena y plurinacional que acabó siendo expulsado por los propios indígenas, era el invitado.
Botellón y grafittis
Entrar en la Facutad de Ciencia Política y Sociología de la Complutense es como meterse en el imaginario de un botellón adolescente. Todo lo que las hormonas exaltadas de los más militantes del activismo juvenil pueden pensar está plasmado en sus paredes. No queda un hueco del color original: grafitti sobre grafitti se reivindica la libertad de los agresores de Alsasua, se recuerda el fascismo de Vox, se pide "fumar fuera" y se milita en el feminismo antifascista en cada esquina.
Iglesias, después del altercado -los chavales se fueron pacíficamente tras montar su escándalo-, llamó a una "alianza europea antifascista". Comparó a "esta España con la Alemania de Merkel, que ya sabéis que no es santo de mi devoción", donde el gobierno de Turingia ha acabado en manos de Die Linke, nuestra fuerza hermana, para que la CDU no "se manchara con la extrema derecha fascista". Eso, para Iglesias es "mucho más democrático que lo que pasa aquí, la derecha alemana ha entendido lo que la española no, y por eso la nuestra se está haciendo cada vez más ultraderecha".
Iglesias rechaza que se iguale la extrema izquierda de Podemos a la extrema derecha de Vox, eso es evidente. Y lo cierto es que el mismo altercado con los chicos que lo llamaban de todo hasta le dio la razón. Si al que iba a asaltar los cielos lo acusan de "blanquear el sistema" y de "no luchar contra la raíz de la injusticia, que es el capitalismo", bien se puede colegir que la americana de vicepresidente ya no le va grande.
En realidad estaba emocionado. Es un militante de toda la vida de este edificio de Somosaguas, en Madrid -llegó como estudiante y no salió hasta que cerca de los 40 se hizo político-, entraba con americana pero coleta larga. Con su chapita antifascista en la solapa, pero con las lecheras de la policía apostadas a la entrada proteegrlo y no perseguirlo. Y lanzó, esta vez desde el púlpito gubernamental, la misma "alerta antifascista" de la noche del 2-D de 2018, cuando Podemos empezó a descalabrarse al tiempo que surgía Vox.
"La UE olvidó la justicia social"
Hay una crisis basada en "el renacimiento de los reaccionarios y el fascismo", dijo Pablo Iglesias. Y así, menos de dos meses después de estrenarse en el cargo que le sienta en el banco azul, el vicepresidente de Derechos Sociales propuso una alianza europea antifascista, para
"La base para construir ese gran acuerdo europeo frente a la extrema derecha y en defensa de la democracia tiene dos elementos fundamentales", dijo el secretario general de Podemos, que utiliza estos foros para no ser tan institucional y salirse del guion gubernamental. "Y esa vacuna de dos dosis son los derechos sociales y el feminismo".
Para Iglesias, "si la UE fue ilusionante para los ciudadanos del sur de Europa era porque significaba una promesa de prosperidad". Sin embargo, ahora ya no lo es, en su opinión. Obviando que fue la crisis la que provocó las políticas de austeridad cuando las deudas acogotaban a precisamente a esos países del sur, el líder morado concluyó su silogismo: "En el momento en que la UE dejó de lado ese pilar antifascista que es el la justicia social, creció la extrema derecha".
Por eso -entonces se vistió de vicepresidente-, aprovechó para vincular una de sus medidas estrella a esta alianza antifascista: "El Ingreso Mínimo Vital que proponemos es eso, el cuarto pilar del Estado del bienestar".
El otro elemento para su iniciativa es el feminismo: "Europa tiene que ser un referente a nivel mundial de este movimiento", dijo. "El feminismo ya es comparable al movimiento obrero del siglo XIX y del siglo XX", arengó. Y mientras subía la emoción en el salón de actos -que estaba a reventar y con dos salas adyacentes habilitadas con pantallas para quienes se habían quedado fuera-, Iglesias advirtió: "Todos los movimientos revolucionarios tienen reaccionarios enfrente", y en este caso es -cómo no- "la extrema derecha, que no soporta las libertades conquistadas por las mujeres en las plazas".
"Los adversarios nos miden"
Y así, de repente, regresó el activista del tic tac, el profesor que jaleaba las pintadas de los pasillos de Somosaguas, las asambleas y hacía escraches. "La importancia histórica de una revolución se mide por la virulencia de sus adversarios", dijo anticipando el éxtasis final. "La extrema derecha insulta a las mujeres, son ellos los que representan la reacción, pero sois imparables. Os la habéis ganado en las calles, hicisteis la huelga que nos sorprendió a todos... Europa será feminista o no será".
Ahí la ovación ya fue atronadora, como a una rock star a la que se le pide "otra, otra, otra". El líder aplaudió a sus seguidores, sonrió, repartió abrazos y hasta firmó autógrafos. Antes de irse, eso sí, por la misma puerta de atrás por la que media hora antes salían sus escrachadores, que para su suerte ya no estaban esperándolo.