Si la ley del solo sí es sí dividió al Gobierno, tampoco la celebración del 8 de marzo ha servido para recuperar el espíritu de enero, cuando PSOE y Podemos demostraron unidad ante la configuración del primer gobierno de coalición de la historia de España. Más bien lo contrario: han vuelto los temores con los que Pedro Sánchez justificaba su rechazo a un ejecutivo con los de Iglesias, que era por la necesidad de mantener un "mensaje coherente".
La división con la cuestión feminista ha provocado que los ministros del PSOE y los de Podemos se manifiesten por separado en la marcha del domingo y bajo distintos lemas. Los socialistas irán con una pancarta con el lema Mujeres libres, mujeres iguales, que estará encabezada por la vicepresidenta primera del Gobierno, Carmen Calvo, y la portavoz del PSOE en el Congreso de los Diputados, Adriana Lastra.
Por su parte, la formación morada acudirá con el lema Unidas, libres y feministas. Al frente de la comitiva estará la ministra de Igualdad, Irene Montero, que irá con algunas de sus principales colaboradoras, como la delegada del Gobierno contra la Violencia de Género, Victoria Rosell, la directora de la Dirección General de Diversidad Sexual y LGTB, Boti García o la directora del Instituto de la Mujer, Beatriz Gimeno. También la secretaria de Estado de la Agenda 2030, Ione Belarra.
La llegada de Podemos al Ejecutivo abrió una brecha -ideológica y generacional- con las feministas de cabecera del PSOE como Lidia Falcón, el rostro más visible de esta guerra soterrada dentro del movimiento y quien se ha desmarcado de la manifestación de este domingo.
Recelos
Con el nuevo ministerio de Igualdad, todas las políticas relativas al derecho de las mujeres y los colectivos LGTBI han pasado de las manos de la vicepresidenta Carmen Calvo a las de Irene Montero. Un cambio que ha suscitado el recelo de las feministas del entorno del PSOE, acostumbradas a ser las voces autorizadas en esta materia a la hora de elaborar leyes en los sucesivos gobiernos socialistas.
Las veteranas socialistas, como Ángeles Álvarez o Amelia Valcárcel, mantienen posiciones opuestas a las de Boti García y Beatriz Gimeno respecto a que se deba unificar la causa de las mujeres cis (las que se identifican con su género de nacimiento) y mujeres trans (hombres que no se identifican con el género con el que han nacido).
Esas diferencias ideológicas aireadas públicamente conviven con la pugna de fondo entre Montero y Calvo, para abanderar la causa feminista. Ambas quieren interpretar el papel protagonista en la ley de libertad sexual, que es una demanda de los colectivos desde que salió a la luz el caso de La Manada.
La división fue tan marcada que se inició un cruce de reproches entre dirigentes del PSOE y de Podemos que tuvo al titular de Interior, Juan Carlos Campo, como el mayor damnificado, acusado de “machista frustrado” por Pablo Iglesias o de “machote” por parte del diputado Pablo Echenique.
Para intentar contener estas discrepancias, PSOE y Podemos han anunciado una reunión de urgencia antes del 8-M para seguir trabajando en el "diálogo y el respeto".
Dos gobiernos
Este intento de encauzar las relaciones, sin embargo, retrotraen a las declaraciones del PSOE antes de la repetición electoral del 10 de noviembre, en el que basan su “no” a un gobierno de coalición con Podemos por el temor a que se crearán “dos gobiernos” paralelos.
Los argumentos utilizados por Pedro Sánchez durante la última campaña electoral para no pactar con los de Iglesias eran la diferencia de criterios en temas centrales como el desafío catalán" "No necesitamos dos Gobiernos en uno, sino un Gobierno con un mensaje coherente".
Pero no solo Cataluña, la cuestión del feminismo también ha provocado divisiones. Su objetivo ahora pasa por atajar esta crisis que ellos mismos vislumbraron con el fin de demostrar que no es tarde para evitar dos gobiernos o dos feminismos. Unidad de acción que no erosione una legislatura que acaba de empezar.