El arranque del Paseo del Prado, antes de las cinco de la tarde, era un rompeolas de todas las Españas. Había niños alargando el vermú, alguno iba en duermevela mientras en el toldo de su carrito sus padres habían escrito algo como que "el deber de mi papá es trabajar cada día para combatir el machismo".
Se veía menos, mucha menos multitud que el año pasado. Quién sabe si el coronavirus...
El feminismo o es transversal o no será, y por eso frente al Ministerio de Agricultura coincidieron hermanas de víctimas de Ciudad Juárez que veían en lontananza el flamear de una bandera de la CNT y un globo morado de los sindicatos amigos del Gobierno.
Al reportero optan por no darle el nombre, pero sí por darle la cara y contarle que, desde Tijuana a Chiapas, el Gobierno mexicano culpa a la mujer, y que por eso esta proactividad del Ejecutivo español les lleva a creer en la Humanidad. "España sólo puede darnos visibilidad, que ya es mucho", contestan sin subvención y con la bandera mexicana como único escudo.
Azaña y Durruti
El Paseo del Prado, en el tramo que toca al puerto seco de mar que es Atocha, se iba ambientando de grupos de mujeres, de hombres, de críos y de viceversas que tenían en común el morado de los pañuelos y poco más. Una pareja pasaba de la mano hacia ninguna parte: él con el trapo de Durruti, ella con la de Azaña.
Cuca Gamarra y la delegación del PP habían comido fuerte -según las Redes-, quizá brindaron, y así salieron al marzo madrileño: menos que una multitud y más que las musas. Se confundieron entre la marea, sin pancarta.
Por su parte, a Almudena Grandes y a Luis García Montero se les veía de entretiempo. En la puerta de la sede del Cervantes, una poetisa rubia le gritó al poeta algo de una antología conjunta, y LGM sonrió con diplomacia poética.
En el Paseo del Prado colgaban murales que no se veían a la distancia. Y de repente, una de las cabeceras, con Irene Montero bostezando frente al retratista. Lejos de sus compañeras socialistas del Gobierno.
Después de su ley, aprobada con los apósitos gramaticales y leguleyos, Irene puede bostezar y ponerle letra empoderada a la música de El caballo camina palante, el caballo camina patrás: el caballo que va hacia adelante es el feminismo, el que va para atrás es el machismo, y se puede aventurar que ni el Mocito Feliz ni el Dúo Sacapuntas pedirán royalties por haber empleado su melodía a una gran causa.
La parpusa de Calvo
Que el feminismo es la razón de este siglo lo prueba que apenas se vendían cervezas o pulseras, que aunque se ofertaban, nadie compraba. Entre los vendedores, una delegación del PCPE (Partido Comunista de los Pueblos de España) con más banderas que simpatizantes.
En realidad, desde que vimos la parpusa -boina torera- de Carmen Calvo, el reporterismo no se cansaba de retratarla. Frente a la vicepresidenta, la agrupación socialista de Alcorcón obraba en labores de seguridad con una cadena humana.
Begoña Gómez se erigía por encima de la media de altura, pero su reino no es de este mundo. Isabel Celaá ni cantaba ni sujetaba la pancarta, de hecho, se hidrataba las manos -o le da al gel anticoronavirus- mientras otras cargaban los lemas: concedamos que se mueve con las consignas y al resguardo de un abrigo rojo de los días frioleros de Neguri.
Grande-Marlaska, de rojo acolchado, y Nadia Calviño iban como para un invierno en Bruselas.
Sin embargo, algo rompió una calma que ni mucho menos era tensa. Veinte metros antes de que la comitiva de Ciudadanos llegara a la rotonda de Neptuno, principió un escrache que fue yendo a más.
El acoso a Cs
Primero fue un lema, el de "fuera fascistas de nuestra manifestación", después fue una sentada de elementos radicales para hacerle un no pasarán a los naranjas. Y cuando frenaron, empezaron los empujones y los insultos.
Lorena Roldán lo cuenta así: "Yo vengo de Cataluña, pero compañeros y compañeras han pasado miedo. Han decidido que los hombres no pueden apoyar el 8-M, tampoco las mujeres que ellos quieren. No es feminismo, es sectarismo. Y es muy triste".
La Policía se empleó, sí, pero no evitadó que llovieran chorros de spray sobre la pancarta de Cs. Otro escrache más, en el mismo sitio y contra la misma gente que cuando el Orgullo, en julio. Ocurre cuando muchos quieren que la igualdad no sea de todos.
Ajena al incidente, la marcha siguió hacia la Plaza de España. Se vieron ningunas banderas de España, varias de la CNT y hasta bufandas distraídas del Elche.
Otro 8-M histórico y con un gran pero. Cs no fue bienvenido, el PP pasó desapercibido: en España hay que tener un manual para manifestarse. Y a los de Arrimadas le siguen vetando el manifestódromo.