Cada tragedia, cuando queda sellada en el recuerdo, se encapsula en una imagen icónica. El 11 de marzo de 2004 está inevitablemente encerrado en los pabellones de Ifema, adonde llegaron los cuerpos sin identificar. La pandemia del coronavirus de 2020 ha encontrado su reflejo más fiel en el Palacio de Hielo, una pista de 1.800 metros cuadrados que se ha convertido en morgue tras el colapso del sistema.
Poco tiene que ver una catástrofe con otra. Un abismo de motivos, consecuencias y formas las separa. La principal es el terrorismo del 11-M, el hombre como lobo para el hombre. El asesinato. El odio.
Pero entrañan dos gruesas similitudes: la rápida reacción de Madrid en mitad del caos. Tanto Ifema como el Palacio de Hielo levantan una prueba irrefutable: incluso en la desgracia más inhumana existe una solución eficaz. También las asemeja el motivo existencial de los enclaves: cuando no hay muerte, se llenan de música, ilusiones, niños, conocimiento, proyectos...
A lo largo de este texto, hablarán los responsables políticos que, sin estar preparados para algo así -nadie lo está-, tomaron las decisiones contrarreloj que convirtieron tanto un recinto como otro en grandes depósitos de cadáveres.
El dispositivo del Palacio de Hielo, tal y como avanzó EL ESPAÑOL, lo integran el Ayuntamiento de Madrid, la Comunidad y el Ejército -a través de su Unidad Militar de Emergencias (UME)-. Tanto la Administración municipal como la regional llevaban varios días recibiendo una queja: "No tenemos dónde llevar a nuestros muertos".
A partir de ahí, PP y Ciudadanos -controlan tanto el Ayuntamiento como la Comunidad- dieron rienda suelta a la imaginación. Acababan de cerrar la funeraria municipal debido a la "falta de trajes y mascarillas". "El Palacio de Hielo es el sitio ideal... Un frigorífico gigante con capacidad para albergar miles de cadáveres", relata a este periódico quien alumbró la idea.
Describe la pista como una especie de "lugar intermedio" al que van dirigidos esos cuerpos que no tenían espacio en las morgues habituales. "Las incineradoras también están desbordadas", relata este dirigente municipal.
Aunque el coronavirus se expande a gran velocidad, los gobiernos madrileños tuvieron "unos días para pensar". No fue así el 11-M. "De repente, un shock terrible. Un impacto brutal. Lo recuerdo perfectamente", cuenta a este periódico Alberto Ruiz-Gallardón, entonces alcalde de la capital.
Ifema y la tragedia
El exministro de Justicia detalla que fue Pedro Calvo, su concejal de Seguridad, el que puso sobre la mesa la idea de Ifema: "Eran los metros cuadrados con capacidad de aislamiento que necesitábamos. Nos pusimos en marcha muy rápido".
Ifema aúna una larga tradición como solución de urgencia a la catástrofe. Además del 11-M, también alojó los cuerpos de las víctimas del accidente del avión Spanair en 2008... y ahora, en plena crisis del coronavirus, funciona como gran hospital de campaña.
Gallardón detecta otra diferencia fundamental entre las dos situaciones: "En 2004, llegaban allí los cuerpos sin identificar. Trabajaban los forenses. Hoy, en el Palacio de Hielo, y también en Ifema, sucede justo lo contrario. Las familias saben dónde están sus muertos, aunque desgraciadamente no puedan acercarse".
Otro desempate es el silencio. En Ifema, el 11-M, un señor iba gritando los nombres de los muertos conforme iban siendo identificados. En el Palacio de Hielo todo es silencio, a excepción de los organizadores del dispositivo y el motor de los coches fúnebres.
La gestión política
Pero, ¿qué pasa con la gestión política? En el actual gobierno de Madrid celebran haber actuado "rápido y con audacia". La elección del Palacio de Hielo ha sido tan llamativa como "eficaz".
Uno de los máximos responsables durante el gobierno de Gallardón reitera que la situación actual es "mucho más compleja" que en 2004: "Nosotros sufrimos un impacto muy fuerte, pero sabíamos que, tras doce horas de máximo trabajo, el sistema sanitario respondería. Se salvó mucha gente en los hospitales. Teníamos medios, íbamos organizándonos".
Este entonces dirigente del Partido Popular asevera sobre la labor de Almeida y Villacís: "Ellos lo tienen complicadísimo. Carecen de medios y previsiones. La situación es cambiante. La capacidad de respuesta se ve vulnerada continuamente".
Las fuentes consultadas piden que no se "malinterprete" esta opinión: "Hablamos desde un punto de vista de la gestión. Mostramos y seguimos mostrando el máximo respeto por las víctimas del 11-M, como no podía ser de otra manera".