Con la de este sábado, 12 veces se ha dirigido Pedro Sánchez a los españoles desde que el 12 de marzo compareció en Moncloa para anunciar el contenido del decreto ley del estado de alarma por el coronavirus. En total, ha ocupado durante las últimas seis semanas 615 minutos de televisión. O lo que es lo mismo, más de 10 horas de programación en franjas de máxima audiencia.
Sánchez, que gusta de batir récords, como el del número de ministras en un mismo Gabinete (11), número de carteras ministeriales (22), número de vicepresidencias en Democracia (4), número de decretos ley (más de medio centenar desde que llegó a la Moncloa en 2018) o cantidad de cargos de confianza (cerca de 700), también es, de entre los principales dirigentes europeos, el que más sale en televisión por el Covid-19. Otro récord más.
A sus comparecencias para hablar de la lucha contra la epidemia hay que sumar las ruedas de prensa prácticamente diarias de sus ministros, las de otros miembros del comité de gestión de la epidemia –como las del director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón– o las comparecencias de altos cargos de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado.
El resultado de la hiperactividad televisiva del Gobierno no ha sido el deseable. Varios miembros del Ejecutivo reconocen privado que apabullar con ruedas de prensa interminables, lejos de traducirse en una mejor comunicación ha devenido una ceremonia de la confusión que los ciudadanos han interpretado como caos e improvisación.
Máxima audiencia
La estrategia comunicativa del Gobierno no ha parecido sin embargo tener tanto el objetivo de mantener informados a los ciudadanos acerca de la evolución del virus o de las medidas adoptadas contra la epidemia y sus consecuencias económicas como el de monopolizar los telediarios y las horas de máxima audiencia televisiva. En ese sentido, el éxito del Gobierno ha sido prácticamente absoluto.
Las comparecencias del presidente suelen tener una duración inicial de 20 o 25 minutos, aunque en ocasiones, como ocurrió el sábado 21 de marzo, estas se han ido hasta los 35. Pero esos minutos son apenas la mitad del tiempo que el presidente ocupa en responder a los periodistas durante el turno de preguntas de la prensa. Turno que suele alargarse durante 40 o 50 minutos más.
La primera comparecencia del presidente, el jueves 12 de marzo, duró 40 minutos. La del sábado 14 de marzo, 50. La del martes 17 de marzo, 55. La del sábado 4 de abril, una hora. La del sábado 18, una hora y ocho minutos. La del martes pasado, casi una hora y veinte minutos. La de este sábado, en total, se prolongó por 70 minutos. Son sólo algunos ejemplos.
El formato escogido por Moncloa para las comparecencias del presidente es peculiar y no el más habitual en países de nuestro entorno, pues combina el mensaje a la Nación con la rueda de prensa.
Lo habitual en circunstancias de normalidad es que esos dos formatos, el mensaje a la Nación y la rueda de prensa, se den por separado para diferenciar el tono y la gravedad de ambos. Mayor en el primer caso.
Sólo 12 minutos
La canciller alemana Angela Merkel compareció el pasado 28 de marzo frente a la Nación con un mensaje solemne de apenas 12 minutos. Era la primera vez en 14 años que Merkel, generalmente parca en el terreno de la comunicación, se dirigía con tanta gravedad a los alemanes. La claridad y la brevedad de su mensaje, en el que pidió a sus compatriotas que se tomaran en serio la amenaza del Covid-19, dio la vuelta al mundo.
El partido de Merkel, la Unión Demócrata Cristiana (CDU), cuenta ahora con una intención de voto del 39%, el mayor porcentaje de los últimos tres años. Una amplia mayoría de los alemanes, cercana al 90%, aprueba la gestión de la epidemia que ha hecho el Gobierno. Esos buenos datos no son ajenos a la excelente comunicación del Ejecutivo alemán, más sobria y menos apabullante que la española.
También Emmanuel Macron se dirigió de forma solemne a la Nación con un mensaje de 26 minutos el pasado 13 de abril. En su mensaje, grabado en el Elíseo y que finalizó con un "viva la República y viva Francia", el presidente francés, que lucía una corbata negra, reconoció que la epidemia no está controlada. Macron anunció durante su mensaje que el confinamiento se alargaría como mínimo hasta el próximo 11 de mayo.
Tampoco el primer ministro británico Boris Johnson ha monopolizado tanto tiempo de programación televisiva como Pedro Sánchez. En parte porque su ingreso en un hospital tras infectarse de Covid-19 le mantuvo durante algunos días fuera de los focos, y en parte porque la tarea de comunicación de los detalles más técnicos de la lucha contra la epidemia ha sido delegada en los niveles inferiores del Gobierno británico.
La primera comparecencia de Johnson tuvo lugar el pasado 23 de marzo. Ese día, anunció medidas de cuarentena por un plazo de tres semanas. Plazo que luego fue extendido hasta el 7 de mayo. Pocos días después cayó enfermo y, tras empeorar, fue ingresado en el hospital St. Thomas de Londres. El premier británico llegó a ingresar en la UCI, aunque no se temió por su vida.
Tras ser dado de alta, Johnson compareció el pasado 12 de abril, durante apenas cinco minutos, para dar las gracias al Servicio Británico de Salud, el NHS, por "salvar su vida". El primer ministro, con bastante mala cara, anunció que aún sufría algún síntoma menor del Covid-19, la fiebre, pero que su recuperación no parecía en riesgo.
Finalmente, Boris Johnson, ya con mucha mejor cara, se puso de nuevo este lunes frente a las cámaras, en su primera aparición pública tras recuperarse por completo del Covid-19, para anunciar que la lucha contra la epidemia está frenando la propagación del virus, pero que las medidas de confinamiento todavía están lejos de poder ser suavizadas.
Johnson dijo también comprender la preocupación por las consecuencias económicas de la epidemia, pero afirmó que relajar las medidas de confinamiento antes de tiempo podría conducir a un rebrote de la enfermedad y a una crisis económica aún mayor de la prevista. Un mensaje muy similar a los últimos de Pedro Sánchez, pero expresados de una forma mucho más recta, sintética y comprensible para los ciudadanos.