El PNV se mantiene inexpugnable. Ha vuelto a ganar las elecciones y necesitará, de nuevo, a los socialistas para mantenerse al frente del gobierno vasco. Íñigo Urkullu, lehendakari desde 2012, permanecerá en Ajuria Enea otra legislatura. Los jeltzales jamás han perdido unas autonómicas. En 1986, el PSE obtuvo más escaños... pero menos votos. El coronavirus ha sellado los comicios vascos menos participativos de la democracia reciente -apenas un 53%-.
Urkullu ha ampliado su renta. Con 31 escaños, se ha quedado a siete de la mayoría absoluta. El auge del nacionalismo también ha sucedido por la izquierda. EH Bildu, capitaneado por Maddalen Iriarte, ha crecido hasta los 22 parlamentarios, cinco más que en las pasadas elecciones. Idoia Mendia, por su parte, no ha aprovechado demasiado la inercia nacional y ha progresado de nueve a diez.
Elkarrekin Podemos (6) y la coalición PP+Cs (5) son los grandes derrotados de la contienda. Los primeros han perdido prácticamente la mitad de sus asientos; los segundos, más de un tercio. Serán irrelevantes en las negociaciones que auspicien la etapa a punto de estrenarse. Vox ha protagonizado la gran sorpresa de la jornada. En contra de todo pronóstico, ha irrumpido en el Parlamento vasco.
La debacle de la participación
El País Vasco, igual que Galicia, afrontaba esta cita electoral sumido en la incertidumbre. El brote de Ordizia, una localidad guipuzcoana de 10.000 habitantes, había crecido hasta los setenta infectados.
En un gesto sin precedentes, las autoridades autonómicas decidieron prohibir a los contagiados la asistencia a los colegios electorales. Lo hicieron bajo amenaza de multa. De ahí esa incógnita relativa a la participación.
El 52,72% cosechado este domingo está lejos del 59,69% de las elecciones de 1994, hasta hoy las menos populosas. El País Vasco suele presentar unos índices de voto muy inferiores a la media de las generales, que ronda el 68%. No obstante, tal debacle no había sido prevista por ninguno de los contendientes.
La lluvia, las tormentas, el gel antiséptico y las distancias de seguridad han caracterizado esta cita con las urnas, que estuvo programada para abril y que fue pospuesta debido al virus. Ningún mandatario autonómico -ni del gobierno ni de la oposición- llegó a imaginar que, a mediados de julio, España se vería amenazada por nuevos rebrotes.
¿En coalición?
Urkullu y Mendia deberán decidir si reeditan la actual coalición que rige Euskadi. Uno y otro, en campaña, no han descartado esta posibilidad. El líder del Ejecutivo ha alabado su buen funcionamiento en más de una ocasión.
Los socialistas vascos están acostumbrados a ser bisagra del desbloqueo. Además de sus acuerdos con el PNV, también pactaron con el PP. Fue en 2009 y aquel acuerdo entregó la presidencia, por primera vez, a alguien ajeno a la formación fundada por Sabino Arana. Patxi López mandó hasta 2012, cuando fue relevado por el propio Urkullu.
La alianza PNV-PSE ha funcionado sin demasiadas estridencias. Por eso se antoja probable su réplica. A ello ha contribuido la dinámica del Congreso de los Diputados, donde Aitor Esteban sostiene el Gobierno de Pedro Sánchez.
Revés para PP, Cs y Podemos
Pablo Iglesias es el gran derrotado de las autonómicas, tanto en Galicia como en País Vasco. En un lado, los socialistas y el BNG lo han engullido hasta hacerle desaparecer; y en el otro, se ha evaporado el sorpasso con el que sometió al PSOE.
Las rencillas internas han dejado en una situación muy comprometida a Miren Gorrotxategi, que tendrá difícil argumentar la pérdida de cinco escaños y la recuperación, a su costa, del PSE.
El experimento PP+Cs ha sufrido un serio revés. Carlos Iturgaiz -colocado in extremis tras la destitución de Alfonso Alonso- ha sacado cinco escaños, tres menos que su antecesor. Era la primera vez que los de Casado y Arrimadas concurrían de esta manera, ya que en Navarra Suma la formación predominante de la coalición fue UPN.