Celebración del Aberri Eguna en el País Vasco.

Celebración del Aberri Eguna en el País Vasco. Miguel Toña Efe

Política LA ESPAÑA CONSTITUCIONAL

El nacionalismo crece, pero tiene truco: la lectura en clave nacional del 12-J

La abstención constitucionalista o el descenso en el número de votos son algunos de los factores que muestran el truco del crecimiento nacionalista. 

19 julio, 2020 02:30

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"El nacionalismo crece". Esa ha sido la conclusión prácticamente unánime de los analistas políticos tras las elecciones autonómicas vascas y gallegas. Pero, ¿es eso cierto en términos absolutos o sólo relativos?

Hay dos datos que llaman poderosamente la atención.

El primero es la elevada abstención, que llegó el pasado domingo al 47,14% en el País Vasco y al 41,12% en Galicia.

El segundo dato llamativo es la extraordinaria fidelidad del votante nacionalista

Abstención constitucionalista

La participación más alta registrada en unas elecciones autonómicas vascas fue la de 2001. Ese año votaron en el País Vasco el 78,48% de los ciudadanos. Las urnas arrojaron el mejor resultado histórico del PP, con 326.933 votos, correspondientes al 23,12% del electorado.

La elevada participación de 2001 tuvo un segundo efecto secundario. La izquierda abertzale, ese año bajo el nombre de Euskal Herritarrok, registró el peor resultado de su historia con 143.139 votos, correspondientes al 10,12% de los votantes. 

Desde ese año, la participación en el País Vasco no ha parado de bajar. 67,9% en 2005. 64,7% en 2009, el año en que una alianza de PP y PSE arrebató la presidencia al PNV y se la dio al socialista Patxi López. 64% en 2012. 60% en 2016. 52,9% en 2020. 

Sobre el porqué de esa creciente abstención se ha escrito mucho. El clima social de acoso y violencia contra el discrepante es un factor determinante. También lo es el autoexilio de esos 200.000 vascos que han huido de la comunidad durante las últimas décadas y que ha disminuido de forma sensible la bolsa de votos del constitucionalismo.

No parece casualidad que una elevada participación diera al PP un resultado excelente en 2001, y que su descenso progresivo haya coincidido con unos resultados cada vez peores para los populares. De hacer caso al mito, los votantes populares vascos se dividen entre los que votan al PP, los que se abstienen y los que han acabado votando al PNV.

Resultados engañosos

Los buenos resultados de EH Bildu este domingo son engañosos. En su primera comparecencia en las urnas, en 2012, EH Bildu obtuvo 277.923 votos. Ese ha sido su máximo histórico en número absoluto de votantes. En 2016, el partido abertzale descendió hasta los 225.172 votantes. Ahora cuenta con 248.688.

La conclusión es obvia. Es la elevada abstención y el desplome de Podemos lo que le ha dado sus 21 escaños a EH Bildu, no un incremento en el número de votantes absolutos. 

En cuanto al PNV, sus 349.429 votantes del domingo quedan lejos, muy lejos, de los 604.222 que consiguió Juan José Ibarretxe en 2001. Esa cifra es, en número de votantes, la peor obtenida por Iñigo Urkullu en sus tres comparecencias en las urnas: en 2012, Urkullu obtuvo 384.766 votos. En 2016, 398.168.

Dicho de otra manera. El nacionalismo no ha crecido en número de votantes absolutos en el País Vasco. Lo ha hecho en términos relativos gracias a la elevada abstención, que afecta en mucha mayor medida a los partidos constitucionalistas, y al trasvase de votantes desde Podemos hasta la izquierda abertzale. 

Una segunda conclusión, más política que estadística, dice que si el nacionalismo crece en el País Vasco no es gracias al atractivo de PNV y EH Bildu, sino a la adopción de sus postulados por parte de partidos nacionales como el PSE y Podemos.

Victoria del nacionalismo

Las verdaderas victorias del nacionalismo en el País Vasco han sido, en resumen, dos.

La primera, haber conseguido que los partidos de izquierdas nacionales antepongan los mitos nacionalistas a sus principios socialistas.

La segunda, derivada de la anterior, haber desanimado al votante constitucionalista convenciéndole de que vencer al nacionalismo en las urnas es imposible porque PSE y Podemos siempre preferirán votar junto al nacionalismo que en compañía del PP. 

Nacionalismo socialista

El escenario en Galicia es diferente. La abstención muestra en la comunidad gallega un patrón menos claro que en el País Vasco. En 2016 votó en Galicia el 53,63% del censo. En 2012, el 55,4%. En 2009, el 64,63%. En 2005, el 64,2%. En 2001, el 60,2%. En 1997, el 62,5%. El descenso en la participación, por lo tanto, es menos acusado que en el País Vasco. 

El mejor resultado histórico del PP gallego en términos absolutos y también relativos fue el de 1997, cuando Manuel Fraga obtuvo 832.751 votos, correspondientes al 52,88% del electorado. El resultado del domingo es el peor de los cuatro que ha obtenido Alberto Núñez Feijóo en número de votantes absolutos, 625.182, pero el mejor en términos relativos, con un 47,98% de los votos. 

En cuanto al BNG, y a pesar de su espectacular subida en número de votantes –de los 119.597 de 2016 ha pasado a los 310.077 de 2020–, sus resultados de este domingo están lejos, en número de votantes absolutos, del resultado que obtuvo Xosé Manuel Beiras en 1996: 395.435 votantes. 

De nuevo, la elevada abstención y el desplome de Podemos, que siempre ha defendido los postulados del nacionalismo gallego, han sido los trampolines que han permitido al BNG conseguir un resultado tan espectacular como engañoso

De nuevo, y como en el caso del País Vasco, el éxito del nacionalismo gallego no ha radicado tanto en su habilidad para ampliar su bolsa tradicional de votantes como en su destreza a la hora de captar para su causa a los partidos de la izquierda nacional.

Una destreza que obliga al PP a obtener mayoría absoluta tras mayoría absoluta frente a la evidencia de que cualquier resultado que le sitúe un solo escaño por debajo de esa marca dará como resultado una alianza del BNG con la izquierda nacional que le descabalgue de la Xunta. 

Fieles para siempre

El segundo dato que llama la atención es la elevada fidelidad del votante nacionalista. En Galicia, el BNG ha conseguido fidelizar, según informaba este martes el diario La Razón, al 81,5% de sus votantes. Es un porcentaje superior incluso al del propio PP, que ha fidelizado al 80,9% de sus votantes. 

En el País Vasco los resultados son aún más claros. El 76,9% de los votantes de EH Bildu en 2016 han repetido voto en 2020, por el 74,9% de los votantes del PNV.  

En contraste, las opciones nacionales en el País Vasco cuentan con un porcentaje de fidelidad muy inferior. 57,1% para el PSOE, 40,3% para el PP y Ciudadanos, y 29,9% para Podemos. 

El solar constitucional

De nuevo, la conclusión política parece clara. El nacionalismo ha conseguido fidelizar a su votante porque le ha ofrecido a este un proyecto irrealizable, pero concreto, para su comunidad. Proyecto que es vendido a los ciudadanos a través de un sistema educativo, unos medios de comunicación y unas asociaciones civiles copadas por el nacionalismo. 

El constitucionalismo, por su parte, dividido y sin un proyecto propio de país que contraponer al del nacionalismo, ha desconcertado a un electorado que ha visto con impotencia como la izquierda nacional se convertía en un apéndice del nacionalismo, descreía de la soberanía nacional y del principio de igualdad de todos los españoles, y abortaba cualquier posibilidad de un gran pacto nacional de PP y PSOE

¿Crece, entonces, el nacionalismo? No en número absoluto de votantes. Sí en términos relativos.

Pero, sobre todo, el nacionalismo crece porque ha sido capaz de captar a la izquierda nacional para su causa. Esa, y no la de sus votos, es su principal fuerza. La falta de una idea de país para el futuro ha sido aprovechado por el nacionalismo para apropiarse del solar abandonado por el constitucionalismo y reclamarlo como suyo. En política no existen los vacíos ideológicos. Siempre hay alguien dispuesto a ocupar ese espacio

El nacionalismo no tiene, en fin, más votantes que hace una o dos décadas. Pero sí tiene la firme voluntad de que sus votantes ocupen el solar de la soberanía nacional. La voluntad que le falta al constitucionalismo. La nación del nacionalismo no existe, pero tiene creyentes que la defienden. La nación española sí existe, pero carece de ellos.