"La reforma fiscal que necesita este país se hará, pero ahora todos los objetivos están puestos en recuperar la economía". La respuesta de Pedro Sánchez a una pregunta que se alía del guión de un día centrado en la salida de Juan Carlos de España pasó inadvertida para muchos.
Pero no para los empresarios, quienes en sus últimas presentaciones de acuerdos para prolongar los ERTE o de planes integrales de innovación o de modernización de la Formación Profesional, le insistieron públicamente en que "no es el momento".
"Cuando España recupere sus niveles de PIB y de empleo previos a la pandemia, tendremos el contexto y las garantías para abordar esa reforma estructural, para que los que más tienen más contribuyan”, añadió el presidente.
Y con ello tiró un torpedo a la línea de flotación de su acuerdo de coalición con Unidas Podemos, que esta misma semana emitía un documento en el que defendía "políticas fiscales expansivas" para poder abordar "políticas sociales ambiciosas"... y acabar con "el dogma del déficit".
"Equilibrar las cuentas"
El presidente también utilizó la palabra déficit, pero en su caso para defender ese "dogma". Es decir, concluyó su disertación sobre impuestos explicando que esa reforma será necesaria no sólo por "justicia fiscal", sino para "equilibrar las cuentas a medio plazo, dados los niveles de déficit y deuda en los que nos hemos visto obligados a adentrarnos por causa de la crisis socioeconómica provocada por la pandemia".
Y lo del medio plazo sonó a equilibrado con el calendario de la recuperación que esbozó Sánchez: "Ya estamos en la recuperación, en 2021 se consolidará, en 2022 acelerará y en 2023 habremos superado la situación previa a la pandemia".
Esta posición del jefe del Ejecutivo encaja con la consigna que le dio a la ministra de Hacienda, María Jesús Montero: los Presupuestos salen "como sea", diga lo que diga Podemos. Y es que el primer boceto de este parón en la subida radical y creación de nuevos impuestos que anunció el pacto de PSOE y Unidas Podemos ya llegó el día en el que los grupos presentaron sus borradores de conclusiones de la comisión de reconstrucción.
Aquella noche, el documento conjunto de las dos formaciones del Ejecutivo eliminó toda mención a la derogación de la reforma laboral, abandonó la idea del "impuesto a los ricos" de Podemos y difuminó sin concreciones la política fiscal. Al mismo tiempo, el papel de Ciudadanos -leído como una carta a Pedro Sánchez- abandonaba sus exigencias de bajar el IRPF y ambos abrían la puerta a un entendimiento.
Era la noche del 24 de junio. Y no se habían cumplido aún dos semanas del primer encuentro solemne entre una delegación liberal liderada por Edmundo Bal y otra gubernativa encabezada por Carmen Calvo. Finalmente, Ciudadanos votó a favor del texto del Ejecutivo sobre medidas económicas, ése que tuvo que repetirse.
Ahora, este anuncio de Sánchez ha llegado justo al día siguiente de la segunda cita. La que provocó el ataque de celos de Unidas Podemos, que ya se olía lo que estaba pasando, como dejó patente Iglesias hace una semana, tratando de marcar terreno: "Los 35 diputados morados son incompatibles con unos Presupuestos pactados con Cs", dijo. Y nadie lo escuchó del lado socialista.
El ejercicio final
Montero incluso hablará personalmente con los interlocutores del Partido Popular este mes de agosto. Y ofrecerá "medias que le puedan interesar" a los populares para lograr, al menos, su abstención. Según las fuentes consultadas en el PP, este parón en las intenciones "confiscatorias" de Sánchez es un buen augurio. "No podemos ni hablar de unas cuentas públicas que prevean una subida de 60.000 millones en impuestos, como planteaban", apuntan. Ahora, la situación ha cambiado.
Y precisamente la votación del dictamen económico para la reconstrucción fue el auténtico ensayo general de mayorías alternativas pata los Presupuestos. Con los noes de Esquerra e incluso del PNV, Sánchez logró sacar adelante la resolución por 172 votos a favor y 169 en contra. Para los las cuentas públicas, el PSOE ya está seguro de contar con los peneuvistas, tras acordar con el Gobierno vasco su senda de déficit para 2021. Y el resto de apoyos se buscarán en las formaciones regionalistas como, por ejemplo, PRC (1), CC (2), TE (1) y Compromís (1).
Con esos diputados dando el sí, a Sánchez sólo le faltará el ejercicio final: lograr que los 35 diputados de Pablo Iglesias acaben siendo compatibles con los 10 de Inés Arrimadas. Y todo indica que va por el buen camino: después de tanta bronca por la reunión del lunes y por la decisión de la Casa Real, ¿alguien escuchó a algún líder morado criticar la moratoria sine die a la reforma fiscal?