La sucesión de hechos durante el último mes, cuando Madrid ha ido escalando en contagios, ingresos hospitalarios y muertes por coronavirus -y a punto de imponerle el estado de alarma si no cede-, ha levantado las sospechas en el seno del Gobierno de España: fuentes del Ejecutivo creen que la situación esperpéntica de la tarde del jueves fue buscada deliberada mente por la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso.
En el seno del Gobierno central creen que Madrid está buscando alimentar un casus belli para romper la baraja y "convocar elecciones regionales explotando el victimismo".
Hace ya más de tres semanas que Salvador Illa, ministro de Sanidad, fue subiendo el tono de las advertencias a Madrid. De "la pandemia no va bien en la región" pasó a "estamos preocupados y pedimos medidas contundentes". Posteriormente, advirtió de que "ya vamos tarde" y finalmente, impuso unas medidas restrictivas que más parecían una intervención por la puerta de atrás que un "acuerdo colegiado con las Comunidades Autónomas".
En ese tiempo, la presidenta madrileña también elevó su beligerancia. De reclamar "más medidas en el aeropuerto, que es una puerta abierta a los contagios" escaló a la advertencia política: "No permitiremos que nos intervengan". Y al tiempo que rechazaba como "la muerte" un nuevo estado de alarma acusaba a Pedro Sánchez de "perseguir a Madrid por motivos políticos".
Crisis sanitaria y política
En medio de todo este ruido, la incidencia acumulada de casos por 100.000 habitantes escalaba a los casi 800 de media en la región, con localidades y áreas sanitarias incluso por encima de los 1.000 contagios. Una aceleración brutal en el último mes, teniendo en cuenta que la Organización Mundial de la Salud (OMS) cataloga como "grave" superar la cifra de las 50 infecciones.
Y en simultáneo, una crisis interna en el Ejecutivo madrileño. La dimisón del consejero de Políticas Sociales, sustituciones de viceconsejeros y enfrentamientos evidentes entre Ayuso y su vicepresidente y portavoz, Ignacio Aguado, líder regional de Ciudadanos, su socio de coalición.
El desafío entre el presidente del Gobierno socialista y su nueva bestia negra del PP, cruzándose cartas escritas en lenguaje educadísimo por con cargas de profundidad entre líneas a mediados del mes pasado desembocó, sin embargo, en un rayo de esperanza.
La cumbre entre Ayuso y Pedro Sánchez el 21 de septiembre en el Palacio de Correos de la Puerta del Sol fue tan tensa como los tres días de discusiones entre sus equipos de comunicación para negociar quién salía a recibir a quién y dónde colocar las cámaras de televisión. Pero se saldó con algo parecido a un acuerdo: la creación de un grupo de trabajo conjunto, la promesa de "un plan especial para Madrid" y el compromiso de estudiar las propuestas de la región... incluso lo del aeropuerto.
Bronca redoblada
Pero ni por ésas: el portavoz elegido, Emilio Bouza, no llegó ni a debutar, dimitido por sentirse "utilizado políticamente" y la primera reunión de trabajo se saldó con ruedas de prensa contraprogramadas de Illa y su homólogo autonómico, Enrique Ruiz Escudero, porque al ministro le parecían laxas las restricciones y las criticó abiertamente en televisión.
Sanidad redobló su presión mientras las medidas madrileñas comenzaban a aplicarse. Y pareció lograr su objetivo de hacer claudicar a la región a la semana siguiente, cuando el ministro anunció, satisfecho, un "acuerdo". Madrid aceptaba las condiciones del Gobierno a cambio de que fueran de aplicación "para toda España".
Pero el pacto se rompió en el mismo Madrid, cuando tenía todos los visos de que iba a reventarse por las costuras nacinoalistas.
Fuentes del PNV, Bildu, JxCat, ERC, Compromís... y hasta el PP andaluz comfirmaron a este diario que no veían con buenos ojos "que Madrid impusiera a los demás cómo luchar contra la Covid". Pero todos bajaron el tono al echar cuentas: sólo 10 ciudades cumplían los requisitos de Illa y todas eran madrileñas.
'Casus belli'
Ayuso montó en cólera, se sintió engañada y volvió a acusar públicamente a "Sánchez y sus socios comunistas e independentistas" de castigar a la capital. Y es que además, en un sola semana, la Comunidad podía presentar mejores cifras, la curva se empezaba a doblegar y los hospitales a aliviarse.
A día de hoy, las fuentes del Gobierno consultadas siguen sin creerse esos datos, como ya sugirieron Illa y Fernando Simón el pasado lunes: "No es cierto, llevan retraso con la comuniacción de resultados, hay zonas con una incidencia acumulada aún altísima", afirman. "Es más, con una situación mucho menos grave, París está tomando medidas mucho más drásticas".
En el seno del Ejecutivo de Sánchez no se quieren desviar de su estrategia. Están convencidos de la necesidad de "anticiparse y actuar con contundencia". Y que Madrid no lo está haciendo, dando largas como en la tarde del jueves, en la que no contestó las llamadas para citar al Grupo Covid que reúne a las dos administraciones. En su llamada nocturna con Sánchez, Ayuso alegó que sus técnicos necesitaban tiempo para terminar su nueva orden de medidas restrictivas.
Pero en Moncloa, además de no confiar en el correcto flujo de comunicación de casos del Gobierno de Ayuso, afirman tener otro motivo para confirmar sus sospechas de que es ella la responsable de la guerra política: durante la tarde del jueves pudieron confirmar que Aguado, el vicepresidente regional, sí quería reunirse con Sanidad.
Lo que desmentiría las excusas de Ayuso... y alimenta las sospechas de que busca el momento político para presentarse como víctima e ir a elecciones.