Como el debate de la moción de censura tiene unas reglas distintas a las habituales, Pablo Iglesias se guardó una petición de turno -como integrante del Gobierno tiene derecho a ello- para echarle sal a la herida abierta en la derecha, para proveer de munición "a la guerra civil que están ustedes viviendo en la derecha".
Iglesias llenó de piropos a Pablo Casado, en una introducción improvisada, sobre puesta a un discurso pensado previamente. Y es que a partir del minuto cinco de su intervención, quedó claro que Iglesias contaba con que el PP iba a abstenerse en la moción de censura, y el no anunciado por Casado lo había descolocado.
"Su discurso político hoy ha sido brillante", celebró formal el vicepresidente al líder de la oposición. "Ha hablado en clave canovista, engarzado en las tradiciones conservadoras de la derecha española más inteligente... pero llega tarde, usted llega tarde y es consciente de ello".
El constructo discursivo de Iglesias tenía como leit motiv matar a besos a Casado, ponerle hormigón del bueno al andamiaje levantado previamente por el "perplejo" Santiago Abascal, que había confesado no esperarse la durísima intervención del presidente del PP para justificar el 'no' "a la ruptura, la polarización, la España a garrotazos y el cainismo que representa Vox como socio en la sombra de este Gobierno antiespañol".
Lo que quiso Iglesias fue llenar de argumentos el concepto de la "equidistancia" que luego citó Abascal -el líder de Vox, de hecho, después del intercambio entre los dos Pablos se creía reforzado en lo de la "derechita cobarde"-. Y así, en tono profesoral, confesó el líder morado su "enorme respeto intelectual" por Casado y llegó incluso a bajarse de la tarima de clase para darse un paseo con el alumno: "Yo sé, Pablo que tú no eres un ultra".
Después, ante los diputados, los ministros, el presidente y los espectadores, Iglesias traicionó alguna de sus conversaciones de café con Casado: "Sé que no eres un ultra, Pablo, y lo hemos hablado en privado. Yo sé que nos reconocemos como herederos de dos tradiciones distintas que se reconocen, y que a ti te gustaría ese escenario como posible, pero aliándoos con esta gente no habéis dejado espacio político en España para esa derecha canovista que se mire en el legado de Donoso Cortés".
Toda una lección magnánima, un regalo desinteresado de maestro en tutoría con el alumno. Una imagen con la que Abascal y sus 51 diputados se regodeaban en la bancada de Vox.
La respuesta de Casado
Un tono tan incómodo que provocó que Casado pidiera luego la palabra -y se la concediera la presidenta, aprovechando que las reglas de una moción de censura son distintas, y más en ésta tan alocada- para sacudirse con vehemencia ese acercamiento de Iglesias: "Ocúpese de sus atribuciones como vicepresidente de un Gobierno incapaz de evitar que se vuelvan a congelar las pensiones, que se tenagan que volver a ir de España nuestros jóvenes, que los abuelos tengan que volver a recoger a las familias de sus hijos sin recursos, que España vuelva a ser el problema de Europa, cuando fue la solución; un Gobierno que reabre las costuras de la historia..."
Lo cierto es que Iglesias, como venía preparado para otra cosa, erró el tiro. Su intervención, prevista para hundir al PP y a Ciudadanos en "la foto de Colón, que si ustedes pudieran volver atrás hoy no repetirían, por el atolladero en el que se han metido solitos y del que no podrán salir", logró el efecto contrario al buscado.
El foco dejó de apuntar a la pelea en la derecha y la munición que entregaba satisfecho a Abascal para que matara a Casado, la usó éste para centrarse aún más: si Abascal había visto "equidistancia entre los que pctan con ETA y nosotros" en las palabras del líder del PP, el líder de Podemos se econtró con que la guerra dejó de ser civil en la derecha y se desviaba contra él.
Había querido establecer el líder de Podemos que los socios europeos de PP y Cs "no ven bien que gobeirnen con la ultraderecha y que su única oportunidad de llegar al Consejo de Ministros sea con Abascal sentado en él". Había tratado de alimentar su argumento con ejemplos de Merkel rechazando una alianza similar en el länder de Tubinga o Macron advirtiendo a Arrimadas.
Iglesias se delata
E incluso quiso dar lecciones al presidente del PP de cómo llevar su partido, "sus decisiones políticas para ser un conservador de verdad", y hasta de cómo "defender la monarquía constitucional".
Pero se delató al final Iglesias al terminar su discurso apelando "a la mayoría no sólo de la investidura, ni sólo la que nos debe sacar adelante los Presupuestos", sino "la que debe aprovechar esta oportunidad histórica" que el mismo líder de Podemos identificó con la pandemia. "Una oportunidad que no tuvieron otros gobiernos de izquierdas, la de asumir una reforma del Estado que democratice España".
...total, que al final, pese a elogiar a Casado, Iglesias le dio la razón a Abascal demostrando lo que ha venido a hacer al Gobierno... y al propio Casado, como alternativa a la polarización que ambos representan y de la que dieron sobrada cuenta en el estrado del Congreso.