"Si Sánchez quiere hacer políticas de izquierdas, tiene la mayoría, no hace falta Ciudadanos", dijo Mertxe Aizpurua este viernes en el Congreso. "Lo importante es que Ciudadanos no es imprescindible, por mucho que ellos quieran hacer los importantes", apuntó Pablo Echenique hace una semana. Los Presupuestos saldrán, eso es así, con o sin Ciudadanos.
Tanto Bildu, que vota de la mano de Esquerra en el Congreso como fruto de su acuerdo de legislatura, como Unidas Podemos no dejan de ofender al partido de Inés Arrimadas. El empeño es lograr que los liberales se harten y dejen el campo abierto a la llamada "mayoría de la investidura"... y convertirla en un "bloque de gobierno".
Este miércoles, Pablo Hernández de Cos, gobernador del Banco de España, criticaba todos los cálculos de las cuentas públicas. Un día después, era la presidenta de la AIReF, Cristina Herrero, la que calificaba los Presupuestos de "incoherentes" y "demasiado optimistas". Y lo remataba el comisario europeo, Paolo Gentiloni, quien desmontaba de arriba abajo las cifras maestras de PIB, déficit, deuda y paro.
Entretanto, la oficina de Iván Redondo en Moncloa mueve sus hilos. Aprovechando que sólo PP y Vox se oponen con enmiendas a la totalidad y que todos los demás quieren salir en la foto, el jefe de Gabinete del presidente tiene la regiduría, la dirección y escribe el guion de un auténtico teatrillo de marionetas.
Tres realidades escondidas
La última entrega fue la del jueves, cuando a las 7.44 de la mañana se informó a la prensa de la "ronda de contactos con varios grupos parlamentarios que han mostrado su disposición a negociar los Presupuestos Generales del Estado 2021". Dando a entender que comenzaba la negociación. "A lo largo de la jornada, la SEC facilitará información y material gráfico de las reuniones que se produzcan".
Tres realidades se escondían detrás de esa nota de la Secretaría de Estado de Comunicación. La primera y principal, que María Jesús Montero y Nacho Álvarez ya llevaban más de una semana de reuniones con Esquerra, Bildu, PNV... La segunda, que el primer grupo en posar con los negociadores del Gobierno iba a ser Ciudadanos. Y la tercera, que a los herederos de Batasuna se los dejaría no sólo para el último turno, sino que su foto se traspapelaría hasta tres horas después del encuentro, con los telediarios ya empezados y las ediciones de los periódicos en pleno cierre.
El primer hilo se vio al trasluz el 30 de septiembre. Aquel día, la ministra de Hacienda convocó -también de improviso- a los medios en el Congreso y anunció que el grifo del gasto quedaba abierto a todo lo que dé y que ella misma había tirado la llave: "la pandemia lo aconseja y Europa lo autoriza", así que se suspendían las reglas fiscales para 2020 y 2021. Después, en corrillo con los periodistas, explicó que las cuentas públicas estaban casi hechas y que "cuando las traigamos al Parlamento, tardaremos poco". La sonrisa maliciosa indicaba que lo tenían (casi) todo negociado.
No todo, porque le faltaba Unidas Podemos, claro. Pero sí lo principal. Las piezas del Frankenstein ya estaban cosidas con independentistas, nacionalistas, regionalistas y las izquierdas varias del Congreso.
Juego con Cs...
El segundo hilo tiene que ver con el doble lenguaje: lo que va de la realidad a la representación, de lo que se hace (y no se dice) a lo que se cuenta (pero no se ha hecho). Este jueves, parecía que la cita con Edmundo Bal y la delegación de Cs era el pistoletazo de inicio a la traca de reuniones con los socios del Presupuesto.
Y Moncloa no tardó ni cinco minutos en distribuir fotos y vídeos del encuentro... como también quiso Presidencia jugar a lo mismo el pasado agosto, dando a entender que la ronda exploratoria de Carmen Calvo priorizaba a los naranjas. Pero no era así, en verdad.
Los enfados de Podemos en ambas ocasiones -"no son monos de feria"-, según las fuentes consultadas, sólo son fuegos de artificio. E incluso cuando la cosa se calienta demasiado, es la propia Moncloa la que confirma que "hubo contactos con otros grupos antes, pero discretos".
...y con Bildu
Y el tercer cable invisible dejó de serlo este jueves noche, cuando Bildu se sintió ninguneada e hizo saber su enojo a los periodistas. Los abertzales también manejan los dobleces. Porque en alto dicen que pasan de que les señalen por no condenar a ETA y que sólo les preocupan las políticas. Pero en privado demuestran que su lucha principal por estar en la foto de los Presupuestos se basa en el ansia por ser acogidos en el tablero político como un jugador más.
Pero que se deshilache esta unión con Bildu importa menos en Moncloa: "Iglesias es el más interesado en que las cuentas públicas se aprueben con lo que él llama la 'mayoría de la investidura', que es algo que no existe", afirman fuentes de Presidencia. Porque en ese caso, a Sánchez siempre le quedará Ciudadanos.
La formación liberal cumple una triple función: de comodín, de contrapeso y de aval. Comodín por si Esquerra y Bildu se bajan del carro -el presidente no quiere que le vuelva a pasar lo de los Presupuestos de 2019-; contrapeso para rebajar facturas -con dos barajas, la negociación tiene más cartas ganadoras-; y de aval con Bruselas y el Ibex.
Y es que con el Banco de España, la AIReF y la misma Comisión Europea advirtiendo de que las cuentas no son creíbles, Sánchez no se puede permitir "un Presupuesto firmado sólo por golpistas, proetarras, nacionalistas y rojos", como le acusan desde la derecha.
Este jueves, al presidente le sobrarán votos para iniciar el trámite. Y en enero, la "geometría variable" habrá obrado su magia, se aprobará el Presupuesto Frankenstein en el que ninguno cree pero del que nadie se quiere quedar fuera. Y Sánchez asegurará su legislatura.