Hay miedo a una tercera ola. Y es lógico. Pese a que los datos mejoran y permiten afrontar el año venidero con un moderado optimismo, las UCI siguen llenas y los hospitales no están preparados para afrontar un nuevo golpe de la pandemia.
La única máxima política que une a dirigentes de diferente espectro político es la de que no hay que relajarse. Aunque cada uno lo expresa a su manera, claro: Pedro Sánchez habla de "regalar seguridad" estas Navidades y José Luis Martínez-Almeida aboga por homenajear a los sanitarios "no dándoles más trabajo".
Pero estas proclamas caen en saco roto cuando se juntan el Black Friday, la campaña navideña y el estreno del alumbrado en las calles. Muchos factores acumulados que invitan a la aglomeración y que este fin de semana han propiciado imágenes en Madrid que han despertado el pánico.
Las redes sociales han montado en cólera -"irresponsables", "vaya caos", "no hemos aprendido nada"...-, mientras que el Ayuntamiento de Madrid le quita hierro al asunto arguyendo que las aglomeraciones están "dentro de lo previsto". Así que, para formarme un juicio propio, decido acercarme al centro de la capital y analizar la situación in situ.
Un paseo de domingo
Es hora punta -19 horas- y la estampa en la Puerta del Sol no parece merecer el alarmismo suscitado. Hay mucha gente, no me malinterpreten. Pero eso no es ninguna noticia para quienes frecuentan las principales arterias de la capital.
Hay centenares de personas, pero todas con la mascarilla protocolaria y con cierta distancia. Además, el despliegue de la Policía Municipal llega hasta donde no alcanza el civismo de quienes incumplen las medidas básicas -mención aparte para quienes se quitan la mascarilla para estornudar-.
Quizá el viernes y el sábado la situación estaba más descontrolada, así que me aproximo al primer policía que diviso para confirmar/desmentir mis creencias.
-Disculpe.
-¿Sí?
-¿Había más gente ayer? Se ha generado mucho revuelo por las aglomeraciones, pero no veo motivo para tanta alarma.
-Ayer había más gente, sí.
No parece con muchas ganas de conversación. Parece cansado, así que pruebo fortuna con otro compañero. Esta vez, en la otra esquina de la plaza.
-Muy buenas, agente.
-¿En qué puedo ayudarte?
-¿Había más gente ayer o me lo parece? He visto imágenes y no se corresponden con lo que veo hoy.
-Eso de las imágenes... Algunas engañan mucho. De todos modos, el viernes y el sábado sí que hubo mucha más gente de la habitual. El Black Friday, las luces recién estrenadas...
Entendido. Doy las gracias al agente por confirmar mis pesquisas. El agente, por cierto, es miembro del operativo especial de Navidad que ha desplegado la Policía Municipal de Madrid. Hasta el 7 de enero, entre 75 y 100 agentes poblarán cada día la zona más céntrica de la capital. Y contarán con la potestad de cortar el acceso peatonal a calles aledañas a Sol.
Antes de continuar con mi ronda de preguntas, me detengo a ver el árbol. "¡Mira mamá, cuántas luces!", dice un niño embriagado de espíritu navideño. Y es que su tamaño es imponente. No en vano, mucha gente se ha acercado hasta el Kilómetro Cero sólo para verlo -y sacarse la foto protocolaria-.
De entre todos los viandantes cargados con bolsas, escojo a Josefina. Y no yerro. Tiene las dos manos ocupadas -dos regalos en cada una-, pero por suerte habla por los codos.
"He venido aquí el viernes, el sábado y el domingo. Mejor hacer las compras ahora, que luego pilla el toro", dice -entre otras cosas que no vienen al caso- mientras prosigue su marcha.
-Pero, Josefina, dice el presidente que este año lo que hay que regalar es seguridad.
-¡Que se lo diga a mis nietos! Uno me lleva dos meses pidiendo el castillo de los Playmobil.
Josefina se desvanece engullida por la boca de Sol. Yo opto por volver a pata. Total, hay peores aglomeraciones en el transporte público.