La cúpula de Ciudadanos ya ha detectado el plan de absorción que prepara el Partido Popular. "Vieron que la Opa amistosa no era posible; ahora intentan una Opa hostil", relata un miembro de la Ejecutiva naranja a este periódico. Con estas palabras se refiere al enterramiento de la fórmula "España Suma" por parte de Casado.
Aquella coalición, aireada por Génova todavía en tiempo de Albert Rivera, fue concebida por los liberales como un "abrazo del oso"; es decir, una "Opa amistosa". Ciudadanos tenía 57 escaños y el PP estaba a sólo un puñado de votos. Fue una maniobra en cierto modo defensiva de los conservadores.
Hoy, el panorama es radicalmente distinto. Arrimadas posee diez diputados y Casado intenta forjar una alternativa al Gobierno de Pedro Sánchez. Para hacerlo, ya ha puesto sus cartas sobre la mesa: no hay España Suma que valga. La lista conjunta de País Vasco no se repetirá siquiera en Cataluña, donde los autoproclamados "constitucionalistas" podrían camuflar la unión en una "entente contra el nacionalismo".
La circunstancia, es por tanto, justo la contraria que hace un año: Ciudadanos sí quiere la coalición, pero es el PP quien la desecha. Los conservadores, a tenor de las fuentes consultadas por este periódico, ya sitúan las elecciones catalanas de principios de 2021 como el pistoletazo de salida de la absorción.
Los liberales lo saben. De ahí que estén levantando una muralla a contrarreloj. Una de las razones de ser de Ciudadanos es dar el combate al nacionalismo donde el PP brillaba por su incomparecencia. Este factor, entre otros, les permitió ganar allí las últimas elecciones.
"Nos tratan muy bien, se acercan a nosotros en los actos. Hablan bien de nuestros perfiles a puerta cerrada... Conocemos sus intenciones. Se escucha lo de la absorción, eso está ahí, pero lo van a tener muy difícil. A su electorado no le gusta la guerra con nosotros", reseña en charla con EL ESPAÑOL un dirigente de Ciudadanos.
"Para contrarrestarlo, nosotros deberíamos explotar su 'no' a la coalición. La gente que está contra Sánchez no ve bien que la alternativa esté dividida entre PP y Ciudadanos. Debemos sacarle partido a eso", apunta esta fuente.
A modo de defensa, en la sala de máquinas de Ciudadanos recuerdan que faltan dos años y medio para las próximas generales y que los Ejecutivos autonómicos del PP dependen de ellos.
El termómetro de Cataluña
En 2017, la hazaña de Arrimadas revistió 36 escaños. El PP se hundió hasta los cuatro parlamentarios y obtuvo menos votos que la CUP. Los sondeos internos que maneja Génova les sitúan en plena pelea con Ciudadanos. Esa es una de las causas que llevó a Casado a declinar la lista conjunta que le ofreció Arrimadas.
De puertas hacia fuera, los naranjas aseguran que el PP está muy lejos de darles alcance, pero la preocupación es patente. El aparato incluso laminó a Lorena Roldán, candidata elegida por primarias, para colocar a Carlos Carrizosa.
Arrimadas es consciente de que la onda expansiva de Ciudadanos que comenzó en Cataluña podría encontrar ahora en el Parlament el camino de una contracción definitiva. Por eso volcará a todos sus altos cargos en los próximos comicios.
Uno de sus argumentos -ya lo está siendo ahora- será culpar al PP de haber "pensado en su partido antes que en los ciudadanos". Los conservadores tienen poco que perder. Saben que sólo una catástrofe les impediría mejorar sus números.
Sabiendo ambos líderes que la suma de PP y Ciudadanos no servirá en ningún caso para plantear una alternativa al Ejecutivo nacionalista, el camino a las urnas se dibuja como una competición en el centro derecha. Con la incógnita de Vox, que no descarta siquiera adelantar a ambas formaciones.