Pedro Sánchez está decidido. De hecho, ni se lo consultó previamente a Pablo Iglesias. Fue decisión estrictamente suya. Según ha sabido este periódico, el vicepresidente segundo y socio de coalición formará parte de la comitiva gubernamental que viajará a Rabat el próximo 17 de diciembre.
Allí estará el líder de Unidas Podemos, formación que abrió la última gran crisis con Marruecos días después de que su ejército intercambiara disparos con el Frente Polisario en Guerguerat.
La Reunión de Alto Nivel (RAN) con el Ejecutivo de Marruecos, la primera desde 2015, "abordará asuntos de capital importancia", explican fuentes de Moncloa. "Y en eventos institucionales de este calibre, el presidente sabe que una imagen de unidad es importante", añaden desde el entorno del líder de Podemos. Además, es un acuerdo entre ambos que, por ahora, siempre ha respetado Sánchez.
Pero lo cierto es que en Moncloa hay temor a que Iglesias confunda sus dos roles: el institucional y el partidista; el de vicepresidente del Gobierno de España, un país que debe cuidar especialmente sus relaciones con el vecino del sur, y el de líder de un partido de izquierda radical, que no puede callar ante la situación en el Sáhara.
Fuentes de la Vicepresidencia segunda del Gobierno han confirmado a este periódico que Pablo Iglesias estará en Rabat, dentro de la comitiva gubernamental, aunque han declinado hacer declaraciones sobre el contenido de su agenda. Eso sí, EL ESPAÑOL ha podido saber de su entorno que en ningún caso se debe esperar de él nada que ponga en riesgo el éxito de la RAN.
Temores fundados
En todo caso, los temores de Moncloa -y de los ministros socialistas más de partido- no son infundados. Para empezar, a Sánchez llegaron las quejas de Exteriores por la actitud de Iglesias en el reciente viaje a Bolivia.
Hace ahora un mes, el vicepresidente se embarcó en un vuelo con el Rey Felipe VI y la ministra Arancha González Laya para la toma de posesión de Luis Arce como presidente del país andino. Allí, Iglesias no sólo aprovechó para firmar un manifiesto "contra la ultraderecha antidemocrática" que legitimaba a Evo Morales y deslegitimaba el año de Gobierno interino en Bolivia tras su huida de unas elecciones fraudulentas, sino que organizó su propia agenda al margen de la oficial.
Además, el propio presidente transmitió en privado a su socio la inoportunidad de sus manifestaciones personales a favor del referéndum de autodeterminación del Sáhara, en plena crisis migratoria, y las de su partido. Unidas Podemos emitió un comunicado en la semana en la que Fernando Grande-Marlaska visitaba de urgencia Rabat, recordando que desde la salida de España de su antigua provincia en el noroeste de África, Naciones Unidas aboga por un referéndum de autodeterminación del territorio. Y que España lo apoya y que Marruecos lo rechaza.
Nadie en el Gobierno está en desacuerdo con esa posición, recuerdan las fuentes consultadas. Pero nadie en el ala socialista del Gobierno consideró oportuno sacarla a colación precisamente cuando Rabat recibía a Marlaska, encargado de presionar al Ejecutivo marroquí para que rebaje tensiones con el Polisario, reconsidere el bloqueo de las fronteras de Ceuta y Melilla y colabore más en evitar las migraciones irregulares a Canarias.
Enfado en Rabat
De hecho, aunque en Moncloa insisten en que aún se está negociando, la decisión de Rabat es firme por el momento: "La agenda del rey está completa" y "por seguridad sanitaria de la Covid-19", Mohamed VI no recibirá a Pedro Sánchez a la clausura de la RAN, según apuntan diversas fuentes marroquíes a EL ESPAÑOL.
Si al final no hay cambios por parte de la casa real alauí, Sánchez será el primer jefe de gobierno español en las dos últimas décadas que no se entreviste con el soberano alauí tras la RAN. Sus antecesores del Partido Popular y del PSOE sí fueron recibidos en el palacio real de Rabat y Marrakech.
El rey Mohamed VI responderá así al último desplante, por parte de Iglesias, y a los anteriores gestos del Ejecutivo de coalición que no agradaron en Rabat: no elegir a Marruecos en el primer viaje oficial de Pedro Sánchez como presidente, la visita de Estado a Argelia el pasado mes de octubre, el posicionamiento en relación con el Sáhara Occidental que busca una representación diplomática en el terreno y la alianza con Francia en los conflictos del Sahel y Libia.
La política son hechos
En realidad, el ala socialista del Gobierno emite más aún de lo que siente el reparo con Pablo Iglesias y toda su compañía de ministros y líderes parlamentarios.
Sin duda, hay hartazgo y desazón con los constantes "conflictos y tensiones" a los que conduce el proceder político de Unidas Podemos. Hace un año, algunas cancillerías extranjeras ya advirtieron de sus temores con la llegada de Podemos al Gobierno. Pero lo cierto es que la política son hechos, y si el objetivo eran los Presupuestos, éste está cumplido; y en el seno del equipo económico del Ejecutivo se opina que, además, se ha hecho evitando "distorsiones y medidas imposibles" que se reclamaban desde el lado morado.
¿Los firmantes son los que quería Iglesias? Sí, pero la realidad es que las cuentas, creen en el ala que comanda Nadia Calviño, son en gran parte las que ellos querían.
En Moncloa se sienten orgullosos de ese doble equilibrio: cuentas moderadas -como querían- con apoyos radicales -como convienen-. Sánchez se desnudó hace un par de semanas admitiendo públicamente que "las únicas siglas que importan son PGE", los Presupuestos. Y que los votaran Bildu o Ciudadanos era secundario. ¿Los dos? Mejor. ¿Sólo los independentistas? Es igual, ya hay (casi) Presupuestos.
Pero, "¿quién ha tejido esa red de apoyos?", recuerdan reivindicativos desde Unidas Podemos, "ha sido Pablo Iglesias... ni a él ni al presidente les quita el sueño que haya uno o dos ministros incómodos".
Salir vivos
En la formación morada, en todo caso, son conscientes de que "éste es un gobierno de dos y que, además de gobernar para todos, cada uno defiende sus intereses legítimos". Eso significa que hay fricciones, y que las seguirá habiendo. Pero sobre todo, Iglesias es consciente de que eso significa que él mantendrá su ascendencia sobre Sánchez el tiempo que el presidente quiera. Es decir, mientras le convenga.
Ésa es la razón por la que la política de comunicación de Unidas Podemos consiste siempre en tratar de instalar la idea de que cualquier medida social es producto de sus presiones -por ejemplo, la prohibición de los desahucios-, y que cualquier iniciativa que se encalle -sin ir más lejos, la no prohibición de los cortes de suministros-, es por decisión del PSOE.
Mantener un discurso constantemente beligerante, decir cosas sobre el Sáhara y Bolivia, atraer a ERC y Bildu asumiendo sus tesis... todo eso tiene costes, lo saben en Unidas Podemos. Pero es su única vía para salir vivos de la coalición, cuando ésta acabe. Entretanto, el entorno de Iglesias preferiría que no viajara a la RAN de Rabat, donde sólo puede decepcionar a sus bases si calla o molestar a sus socios si habla del pueblo saharaui.