"Lo único que está claro en el calendario de los indultos es que cada día estamos más cerca". Así se expresa uno de los ministros más implicados en el proceso acelerado de concesión del perdón a los políticos presos por el golpe independentista del 1 de octubre de 2017. "El dictamen del Tribunal Supremo, que es preceptivo, es inminente", añade, "y entonces, en el momento en el que el Gobierno pueda decidir, lo hará y explicará su decisión".
Pero para eso, hay una condición sine qua non que es más circunstancial, más de método, que de concepto: la conveniencia. Hace falta un momento de calma, de silencio político. Es decir, que si ya estuviese ese dictamen del Supremo, por ejemplo, hoy nadie podría esperar que Pedro Sáchez los impulsara.
"Siempre que públicamente se plantea la cuestión del indulto como una contraprestación de apoyos parlamentarios, en el fondo se está trabajando en contra de ellos", explica una fuente gubernamental implicada en las negociaciones entre el Ejecutivo y Esquerra Republicana.
En pleno estreno del nuevo govern, y con ERC azuzada por JxCat para elevar el tono del desafío, es imposible que el presidente del Gobierno descubra sus cartas. "Porque vincular indultos con apoyo legislativo de Esquerra es hacerle un flaco favor a lo que muchos creen que habría que hacer, que es indultar", se admite en Moncloa.
En todo caso, en Presidencia del Gobierno se es plenamente consciente de que, después de que los 12 condenados hayan pasado ya tres años y medio en prisión -entre la preventiva y el cumplimiento de condena-, "nunca habrá un momento en el que nadie diga 'no tiene nada que ver con unas elecciones o un gobierno', eso es así". Pero también son cada vez más los ministros que hablan abiertamente de los indultos no en términos de conveniencia, sino de cronología: ya no es sí o no, sino cuándo.
El pasado lunes, a sólo 10 días de cumplirse el plazo, ERC y JxCat anunciaron su acuerdo definitivo para investir a Pere Aragonès como president. Se trata del primer republicano inquilino del Palau de la Generalitat desde Lluís Companys, salvo el periodo preautonómico de Josep Tarradellas a su vuelta del exilio.
Moncloa se fía... por ahora
El partido liderado por el preso Oriol Junqueras no podía dejar pasar la ventana de oportunidad, tras cuatro décadas de espera. Y eso lo sabía la formación que dirige el huido Carles Puigdemont, que forzó la máquina hasta última hora, logrando concesiones en forma de presupuesto y consejerías de peso.
Pero ERC se guardó una carta, según se valora en Moncloa, que lo estuvo alentando entre bambalinas, tal como confirman las fuentes consultadas en el PSOE y los republicanos.
"Esquerra ha dicho que quiere mantener su autonomía para desarrollar su política en Madrid, la que ha venido haciendo hasta ahora", interpreta un miembro del Ejecutivo nacional. Se refiere a la alambicada estructura de doble control externo al govern que han acordado republicanos y postconvergentes, por la que el Consell de la República de Puigdemont no es el único tutor extrainstitucional de esa "generalitat republicana" que anunció con rimbombancia Aragonès, junto a Jordi Sànchez.
Y al plazo de dos años "de negociación con el Estado" que ambas formaciones independentistas han acordado. "Hasta que no nos den motivos para pensar que eso no es así", continúa la fuente monclovita, "seguiremos buscando su apoyo para los proyectos que correspondan".
Y es que Sánchez (Pedro) no puede perder a Esquerra, igual que Esquerra no puede perder a Sánchez. El presidente precisa de sus 13 votos en el Congreso. Porque, junto con los cinco de Bildu -ya que ambas formaciones tienen un acuerdo de acción parlamentaria- le asegura las mayorías necesarias para sacar adelante leyes clave en una legislatura muy delicada por la crisis que ha seguido a la pandemia. Y Aragonès precisa de la rentabilidad que le saque a esos apoyos para mostrarse útil, ya que "todos saben que independencia no habrá".
Pragmatismo
Si gobernar es tomar decisiones, para poder hacerlo hay que ser práctico, se entiende en el entorno del presidente del Ejecutivo. Por eso en Moncloa se digieren sin problemas palabras altisonantes como las de Gabriel Rufián: "No soy filosocialista, sino lo contrario a ustedes" o mensajes de otros líderes indepes enviados a través de la prensa, "sólo nos interesa una fecha ya para la salida de los presos, ya no pedimos la mesa, la damos por hecha, pedimos la amnistía".
En el Gobierno, a eso se contesta con calma: "Piden la amnistía sabiendo que no la van a obtener, claro". Pero por un lado, "tienen que hacerse valer, y se entiende" y por otro, explica esta fuente, piden lo más para obtener lo menos y mantener el victimismo. ¿Y qué es lo menos? El indulto, ése que ni siquiera solicitaron los presos, y por el que ni siquiera respondieron cuando el tribunal les preguntó durante su tramitación.
La llamada mesa de gobiernos se reunirá, lo dijeron José Luis Ábalos y Miquel Iceta la semana pasada en rueda de prensa "en cuanto se constituya el Gobierno catalán". Es decir, en junio... el mes en el que está previsto el dictamen del Supremo sobre los indultos. Y como en Moncloa se sabe que la agenda que traiga el govern tendrá como primer punto la salida de los presos, aunque la decisión política esté tomada, su anuncio efectivo se hará esperar un poco más.
...quizá con la calma del verano. Ya el 3 de agosto de 2020 se conoció la salida de Juan Carlos I de España, otra noticia que precisaba de poco eco mediático.
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