Pedro Sánchez tenía todos los elementos en la mano. La legitimidad y el apoyo "en fila" de todas las instituciones europeas. Incluso Francia, el país más reticente a las posiciones españolas respecto a Marruecos, no tuvo más remedio que acallar las críticas de su ministro del Interior, Gérald Darmanin, a la "mala gestión migratoria de España e Italia".
Incluso tenía un Consejo Europeo extraordinario a mano, este lunes, para mostrarle a Rabat una posición de fuerza de toda la UE. Pero eso significaba sanciones contra el régimen de Mohamed VI pero, según una fuente gubernamental, "no se puede humillar al vecino".
El jefe del Ejecutivo español, incluso podía presentarse de la mano de la crisis con Bielorrusia. Para cambiar el orden del día de un Consejo Europeo, para incluir temas, hace falta que un país proponga y otro apoye.
Así había ocurrido con Lituania impulsando una amonestación al régimen de Alexander Lukashenko por el "secuestro" del avión y del bloguero opositor Roman Protasevich. Sin dudarlo, los Veintisiete propusieron sanciones y decretaron la prohibición inmediata para las aerolíneas del país de sobrevolar la UE.
Pedro Sánchez contaba incluso con "devastadoras imágenes de bebés tirados al agua" todavía en la retina de sus socios (y de la opinión pública) para haber justificado una respuesta efectiva. De hecho, parte del entorno del presidente lamenta no haber tenido "un gesto evidente", por ejemplo, tras la crisis de los cayucos que llevó a 20.000 inmigrantes ilegales a Canarias el pasado otoño.
Pero esta vez (otra vez), "toca ser prudente porque la situación se está reconduciendo", explican fuentes del Ejecutivo. Por eso, el equipo de Sánchez contactó con el de Mario Draghi, y el primer ministro italiano propuso -con el apoyo de España- introducir un asunto en el orden del día: poner a debate (de nuevo) el Nuevo Pacto sobre Migración y Asilo.
Así, Moncloa conseguía dos cosas, que no quedara sin respuesta la crisis de Ceuta, y que ésta fuese un mensaje evidente para Marruecos: no nos queremos hacer daño.
De hecho, en sus breves palabras ante la prensa antes de entrar a la reunión, Sánchez fijó posición sobre la "intolerable" acción de Bielorrusia antes de hablar sobre Marruecos. Y evitó repetir su discurso de sólo seis días atrás. Ya no se refirió a una "operación deliberada de un país tercero contra las fronteras españolas y de la Unión Europea", ni a una "grave crisis fronteriza" con Rabat.
En plena crisis, el ministro del Interior, Fernando Grande Marlaska, llegó a decir en la sala de prensa de Moncloa que "la política migratoria es una competencia europea". Pero no hay nada más alejado de la realidad. De hecho, es probablemente la última de las cesiones de soberanía que, en el mejor de los mundos posibles para ellos, más tarde esperan los federalistas europeos que llegue a Bruselas.
Pero Marlaska trataba de evitar, aquel día, que el foco de la agresión fronteriza de Rabat en Ceuta se desviase a la migración: "No es una crisis migratoria, ni diplomática", explicaba, "es mucho más grave que eso".
El pacto para dotar a la Unión Europea de una política de migraciones común es "uno de los mayores fracasos de la UE en sus años de historia", en palabras del Alto Representante de Política Exterior, el exministro español Josep Borrell. Lo propuso la Comisión el pasado septiembre y, por diversas razones, ningún país le hizo el menor caso.
Cambio de enfoque
Así, que Italia -con el apoyo de España- llevara este asunto al Consejo daba imagen de apoyo de los socios -este periódico llegó a titular "Sánchez y Draghi se alían para reformar la política migratoria de la UE tras la crisis de Ceuta"- y, además, evitaba cualquier enfoque de la crisis en clave de conflicto con Rabat.
"No será el Gobierno español el que lleve a la UE problemas con Marruecos", explican fuentes autorizadas del Gobierno a este periódico, "al contrario, siempre hemos sido los valedores de Rabat ante Bruselas", añadían. Pero eso tampoco es del todo cierto. Es París -los sucesivos gobiernos de la República Francesa- quien siempre ha representado los intereses de Rabat, en una especie de pinza sobre Madrid.
La posición en Moncloa ahora es "prudente". Cambió desde que logró la intervención de Estados Unidos. El martes 18 a última hora empezó la "desescalada de tensión" cuando el Departamento de Estado pidió a Marruecos "trabajar con España" para resolverlo. A cambio, Madrid dio la vuelta a su discurso y convirtió la crisis fronteriza y la agresión a la soberanía española de Ceuta en un conflicto migratorio.
"Si la tensión baja, no vamos a meter en un conflicto a Rabat, porque ellos saben que se han pasado", concluyen las fuentes del Gobierno. "Eso sí", advierten, "no cabe duda de que si no se reconduce, la cosa cambiará".