Gabriel Rufián ha saludado con retintín al presidente del Gobierno: "Buenos días". Tras la sonrisa, ha reafirmado la oposición de Esquerra Republicana a la ampliación de El Prat debido a su impacto medioambiental, pero el mensaje clave lo ha lanzado al final: "Si fracasa la mesa con Cataluña, PP y Vox entrarán en Moncloa".
Pedro Sánchez ha pasado por alto intencionadamente la amenaza de Rufián. En su respuesta, de varios minutos, no ha mencionado siquiera la Mesa con Cataluña, que se celebrará esta tarde en Barcelona.
"Si fracasa la mesa, no decepcionará sólo el independentismo. También decepcionará la izquierda española. Y si decepcionan, PP y Vox entrarán a Moncloa. Nos irá mal a todos y a todas". Esas han sido las palabras elegidas por Rufián.
Sobre el asunto de El Prat, aunque también en clara referencia a la Mesa, el portavoz de Esquerra Republicana ha añadido: "Una negociación no es un regalo, tampoco una rendición. Nosotros siempre estaremos dispuestos a negociar".
Sánchez ha dedicado todo su tiempo a resaltar las presuntas bondades de la inversión en El Prat: "Es una gran inversión. Sería buena para Barcelona y Cataluña. Este Gobierno por supuesto que va a respetar las directivas europeas y cualquier parámetro que tenga que ver con el impacto ambiental".
Entre todas sus palabras, sólo hay una frase que se puede rescatar como alusión velada a la Mesa de este miércoles: "Infiero que todos estamos divididos salvo el Govern de Cataluña, señor Rufián".
Lo ha dicho sobre El Prat, que ha partido en dos al Gobierno de España –Podemos se opone–, pero también al Govern. Y esa división mencionada por Sánchez carcome al Ejecutivo catalán sobre todo en relación a la Mesa.
Cuando Junts tuvo que elegir a sus enviados a la Mesa, apostó por los indultados, que no forman parte del Govern. Eso no sólo soliviantó a Moncloa, que no podía aceptar la foto de Sánchez con los recién salidos de prisión, sino al presidente de la Generalitat. "Es una mesa entre gobiernos", dijo el propio Aragonès.
Con la presencia de los indultados –concibe ERC– se quebraría ese ambiente de cumbre bilateral entre "países" que tanto gusta a los de Rufián. Mientras continúe la división en el independentismo, Sánchez se frotará las manos.
Esas fuertes discrepancias entre Junts y ERC cristalizaron en el batacazo de la Diada, que cosechó su peor participación de los últimos diez años. El abismo entre unos y otros permite a Sánchez echar el balón hacia delante y rehuir la negociación sobre temas concretos.