Errejón asegura que la renuncia de Podemos a la bandera de España posibilitó el auge de Vox
El fundador de Podemos, en su libro recién publicado, asegura que se "quedó ronco" de tanto pedir al aparato que la bandera estuviera en las marchas.
24 septiembre, 2021 01:52Noticias relacionadas
Íñigo Errejón se describe en su libro como un personaje a ratos "neurótico". Son frecuentes las rachas en las que se sienta a leer o escribir de manera un tanto febril. Con todo (Planeta, 2021) da buena cuenta de sus obcecaciones predilectas: una de ellas es la "identidad nacional".
En ese sentido, confiesa su complejo adolescente con la bandera española debido a una militancia libertaria y relata un proceso de transformación que, viajes a Latinoamérica mediante, le empuja a una creencia: "No hay izquierda sin país ni país sin bandera". Dicho de otro modo: descubre que Podemos sólo podrá gobernar, "cambiar las cosas", si es verdaderamente transversal e integrador.
La versión de Errejón dibuja a Pablo Iglesias y su "corte" –Irene Montero, Rafa Mayoral y Juanma del Olmo– como políticos nacidos del viejo comunismo que rechazan la bandera española por ser "una traición a la memoria republicana". Lo hace con ejemplos concretos: que si no pongas la bandera ahí, que si quítame aquello, que si ponme lo otro... Al final del camino, Errejón sentencia que esa renuncia desembocó en el "regreso" de los "reaccionarios".
Teóricamente, a veces abrazando el lenguaje abstracto de sus míticos "núcleos irradiadores", Errejón introduce: "La identidad nacional es crucial para la construcción de pueblo, para que las reivindicaciones concretas se inscriban en una idea de comunidad sin la cual se suceden como en el vacío". Traducción: si tu movimiento se cisca en la bandera, nunca será mayoritario.
Los padres de Errejón fueron "maoístas" –igual que Federico Jiménez Losantos–, aunque luego viraron a lo verde. Toda una vida se pegó el padre diciéndole al hijo que se hiciera verde... y no lo hizo hasta veinte años después.
"Yo venía de unas posiciones para las cuales los hechos nacionales son casi rémoras del pasado (...) Pasábamos directamente del barrio al planeta", apunta el fundador de Podemos. Es una confesión relevante: él y sus amigos sentían un arraigo por lo que podía ser, por ejemplo, Lavapiés, pero su idea de comunidad no se extendía al país.
Cuando quitaron la bandera
Y eso tiene un impacto directo en uno de los primeros actos de lo que va a ser Podemos, celebrado en la Universidad Pablo Olavide de Sevilla. Vean: "Al terminar se nos acercó una chica joven. Nos dijo que le había gustado mucho todo menos una cosa. Al llegar, al ser el aula magna, habíamos retirado la bandera de España. Ella había llegado antes y nos había visto. Nosotros lo hicimos un poco por inercia (...) Ella lo vivió como algo raro y un poco ofensivo. Cuando me lo contó me di cuenta de que llevaba razón".
Errejón aprende, entonces, que todo aquello de la II República, la Guerra Civil y la dictadura que venía configurando una repulsa a la bandera en determinados sectores... era pasado. Puro pasado. Todo el mundo ha celebrado el Mundial con la bandera. "No hay izquierda sin país".
Errejón se desengaña al visitar Bolivia y Argentina, donde las nuevas izquierdas, como también sucede en Francia, no sienten aversión por la enseña nacional: "Yo quiero tener una relación con mi país como la que tienen, pongamos, los argentinos: la patria como comunidad solidaria, como espacio de fraternidad con el prójimo".
Pero, ¿cuál es el proyecto nacional de Errejón? En el libro, se erige como autor del palabro que tanta polémica trajo: la "plurinacionalidad". Cree que las consultadas "pactadas" son el camino para resolver la cuestión territorial.
Errejón, igual que Aznar, habla catalán en la intimidad. Lo aprendió con una novieta que tuvo en Gerona –Girona–. "Salgo de mis viajes por Catalunya y Euskadi con la sensación de que donde hay identidades nacionales fuertes hay pervivencia y capacidad de reproducción de una comunidad política", escribe.
Empieza a soñar con un Podemos que huya del eje izquierda-derecha y que se instale en las coordenadas arriba-abajo. Así le será más fácil a la organización dejar atrás ese complejo de la izquierda con la memoria y los símbolos nacionales.
En un primer momento –celebra Errejón–, lo consiguen. Pone como ejemplo el 15-M, donde las manifestaciones no huelen a naftalina y poco tienen que ver con el comunismo y el anarquismo. Íñigo se piensa como un misionero laico que intenta "reconciliar el pueblo con la nación".
Pero llega la famosa "marcha del cambio": "Yo propuse que lleváramos la bandera de España, que nos reivindicáramos de esa bandera y, sobre todo, nos hiciéramos cargo de ella. Para ellos –se refiere a Iglesias y a su "corte"–, que nos hiciéramos cargo de la bandera oficial era una especie de traición a la memoria republicana".
Es justo a continuación cuando concluye: "El péndulo reaccionario pudo regresar por nuestra tarea inacabada en la fundación de una identidad nacional-popular. Un pueblo en formación necesita bandera y hay una que ahí fuera ya se está normalizando y no se puede regalar. Bueno, ya me puedo quedar ronco de decirlo que no lo consigo".
La historia acaba como sabemos: con Errejón y los suyos purgados. Pero antes de eso, una imagen icónica. Cuando ya todo está muy negro, a Íñigo le toca abrir campaña con Alberto Garzón en Málaga: "Un sol inclemente y la plaza llena de banderas republicanas, rojas y cubanas. Ningún problema personal y además sé que los compañeros las enarbolan con la mejor intención. Pero no se trata de eso. No somos eso. O no lo fuimos".