Sevilla es la plaza rebelde que nunca se pudo esperar el PSOE. En noviembre, la ministra de Hacienda presentará su primera propuesta para la eternamente postergada reforma de la financiación autonómica. Y María Jesús Montero, que fue consejera del mismo ramo en la Junta de Andalucía, se topará con que el territorio, antiguo bastión socialista, lidera una revuelta de los comuneros del siglo XXI: la de "las autonomías peor financiadas de España".
Y que en ese frente aporta acorazadas huestes, como aliado poderoso, el inesperado (y socialista) Ximo Puig, para reclamar lo suyo: 1.700 millones de deuda histórica.
Sevilla es la plaza rebelde en la que se reunieron a tomar café el mandatario de la Comunidad Valenciana y el presidente de Andalucía, Juanma Moreno, para "hacer camino al andar" y sellar una "alianza con la que diseñaremos una España más justa y mejor".
La cosa irritó en Moncloa y en el ala económica del Gobierno, liderada por Nadia Calviño, la vicepresidenta primera, que advirtió esta semana de que "las manifestaciones que parten de una posición de enfrentamiento entre territorios no sirven para estas cuestiones".
Un alto dirigente del PP explica a este periódico la maniobra. Debe añadirse que lo hace con una enrome sonrisa de satisfacción en su rostro, porque la escaramuza les está funcionando. "Puig no tiene relato con el Gobierno de Pedro Sánchez, que lo ha abandonado", se explaya, "su socio de gobierno Podemos está desmoronándose y además, la ampliación del puerto de Valencia es un desastre".
Según los populares, en esas circunstancias y aprovechando la oportunidad de que Hacienda prepara ya la reforma de la financiación autonómica... el acercamiento fue sencillo. "El hombre ha visto que esto le interesa, porque Juanma está muy bien en las encuestas y él también". ¿Una alianza de ganadores? "Una estrategia mediterránea, de un tercio de la población española a la que Sánchez ningunea", cierra.
Y esta semana, Murcia
Porque aunque se lo pueda imaginar Calviño, ella todavía no sabe que ese "frentismo", como ella misma lo bautizó, no ha hecho más que empezar. El martes se hablaba de "un 30% de españoles", pero la semana que viene se suma la región de Murcia.
Sevilla será la plaza rebelde en la que se celebre otra cumbre en pocos días. Según ha podido confirmar este diario en fuentes de la dirección del PP, esta vez, el virrey popular Moreno invitará a su colega murciano, Fernando López Miras.
"Yo he visto ya esto, cuando era directora general de Presupuestos en la Comisión Europea", trataba de explicarse la vicepresidenta económica. "Y este tipo de negociaciones de financiación deben abordarse con una perspectiva constructiva, no lleva a nada bueno generar brechas".
Sin embargo, la brecha estaba ya antes de que Puig decidiera manifestar públicamente su hartazgo con el Gobierno de España, aunque lo lidere su propio partido. El presidente valenciano lleva presidiendo el Consell seis años largos. Los mismos que ha clamado de palabra, obra y epístola con doble lacre por la "infrafinanciación de la Comunidad Valenciana".
Y en el PP, al que las encuestas electorales le llevan sonriendo ya una primavera, un verano y en este inicio del otoño, han sabido ver la rendija por la que colarse. "Es una estrategia mediterránea", explican las fuentes de la dirección popular, satisfechas de lucir su triunfo en conversación con este periódico.
De la mano de Génova
Si alguien piensa que Moreno va por libre... si todavía se habla de rencillas irresueltas con el que fue sorayista hasta el mismo día en que Casado se alzó con la victoria en el último congreso del PP, de julio de 2018... si es que hubo alguna vez heridas sin cerrar, dice este alto miembro de la Ejecutiva popular que "todos estos movimientos estaban preparados".
Así, en apenas una semana, se va a formar un arco mediterráneo de los perdedores, los que están al sur de la "mimada Cataluña" -esto no lo dice Puig; sale del PP- y los 15 millones de valencianos, murcianos y andaluces se van a sentir "defendidos por sus gobiernos regionales frente a la injusticia del Gobierno de Sánchez".
Ximo Puig sabe que su línea con Moncloa está llena de interferencias, porque muchas veces dice no sentirse escuchado. Y además debe afrontar la crisis de su Gobierno autonómico, con las peleas internas de Podemos, que le acaba de cambiar el vicepresidente, mandando a Héctor Illueca, un peón de Yolanda Díaz desde Madrid a poner orden. Así que el martes quiso nadar y guardar la ropa, marcar el golpe pero no embestir.
En sus palabras, la cita con Moreno consistía en "forjar alianzas de cooperación en todo aquello que nos une, pensando en el bien general". Es decir, que "no establecemos ningún frente, sino una alianza. Queremos que el conjunto de las Comunidades Autónomas tenga cada vez un peso más relevante en materia de financiación", aseguró el socialista.
Pero la cosa no coló. Y Calviño respondió al segundo: "Todas las autonomías se sienten mal financiadas", dijo con sorna (o enfado). Y cerró la discusión -que no era tal, sino una pregunta periodística- con un lamento: "Se ve que el punto de partida no es muy favorable para el acuerdo, no tiene sentido crear bloques de unos contra otros".