Hay una generación a la que "el congreso de la unidad" le ha venido bien. Son cincuentones (y cincuentonas), barones y socialistas de vieja escuela y se sienten más cercanos al socialismo de Felipe González, con el que se criaron en las juventudes, que al actual. A ellos los ha salvado tener el poder autonómico en regiones que son feudo del partido y acumular agravios que -ahora sí- encajan en el discurso moderno del PSOE de Pedro Sánchez.
¿Cohesión territorial? Ahí está la infrafinanciación valenciana. ¿Reto demográfico? Miren a Castilla-La Mancha. ¿Reindustrializar y modernizar el medio rural? Extremadura pide paso.
Todos ellos tienen o han tenido "desencuentros" con el secretario general y actual inquilino de la Moncloa. Pero como Sánchez ha decidido entronizarse en un cónclave que recoja todo el legado socialista, el "malestar" que provocó el discurso de Felipe González los ha animado a hablar. El expresidente "divagó un poco", según un ministro actual, "reflejó que somos como España, plurales", comentó el otro ex, José Luis Rodríguez Zapatero.
Pero sobre todo, legitimó a quienes se sienten incómodos con algunos pactos y políticas de Sánchez.
Pero como el líder se puso en el centro de todos los ejes del socialismo y quiso salir del 40º Congreso "remando todos" al unísono, al mismo ritmo y, sobre todo, "juntos", no le quedará más remedio que "atender a las voces" que discrepan de su modelo.
"No le dio nada"
Felipe "no le dijo nada bueno a Pedro", admitía un alto dirigente socialista en los pasillos. "Y cada vez que parecía reconocerle algo, le recordaba su propia obra". Eso ocurrió cuando González alababa la respuesta de España ante la Covid-19 y celebraba el buen funcionamiento del sistema nacional de salud... "¿Te imaginas, Pedro, haber afrontado la pandemia sin la sanidad universal que diseñó Ernest Lluch?".
Un ministro con ganas de hablar le quitaba hierro a la polémica en conversación con EL ESPAÑOL. "Estamos unidos, todo pinta bien, nos hemos vacunado los primeros de Europa y la gente sale a la calle a consumir y con dinero ahorrado, la financiación europea que va a llegar va a impulsar aún más la producción y vamos con ventaja frente a otros países de nuestro entorno... y quedan dos años para las elecciones, es imposible que así nos peleemos".
Pero las arremetidas de Felipe, ¿no hacen algo de mella? "El repaso del expresidente ha sido curioso, pero el liderazgo del partido está mucho más que establecido, salimos mucho más unidos de Valencia".
Sin embargo, no parece así en el lado de los barones. Felipe dio argumentos a los que abominan de llegar a acuerdos con Podemos, por sus ataques a la Monarquía y al modelo de la España constitucional: "Me siento orgulloso de ser de los pocos que quedan de eso que llaman 'el régimen de 78'. ¡A mucha honra!".
Y señaló sin citarlo por su nombre a Pablo Iglesias, al que propuso para "un premio por acuñar ese término. "Pero no por su intención, sino por su torpeza. Con él se admitía sin querer que, efectivamente, algunos cumplimos con dejar una dictadura atrás y traer un nuevo régimen de libertades y derechos para todos".
La Constitución y la Mesa
¿Con quién más se entiende el presidente Sánchez? ¿A quién le pide sus votos en el Congreso?
Felipe respondió también a eso, alimentando de legitimidad a quienes se sienten incómodos con los pactos parlamentarios que hacen depender al PSOE de los independentistas catalanes y vascos de ERC y Bildu: "Hemos de defender la Constitución y el ordenamiento jurídico como la base fundamental de la convivencia".
Hasta ahí, incluso, todo bien. Pero ¿y la mesa de negociación con la Generalitat que amenaza con una revisión constitucional? "Si alguien quiere cambiar la Carta Magna, que cumpla las reglas de juego para cambiarla, pero no de otra manera", advirtió, con Sánchez removiéndose en la silla.
"Yo siempre he sido un moderado", añadió el viejo líder socialista, "salvo contra los tiranos que imponen su opinión". Minutos antes, Emiliano García Page, confeso felipista, había usado la misma terminología: "Yo soy un moderado, el PSOE lo es y ERC no lo es". ¿Alguien quiere más?
"El verdadero feminismo"
Y no son sólo los barones, también las viejas feministas, que se sienten "avasalladas" por la deriva que la lucha por la igualdad ha dado en este Partido Socialista. "Antes he visto unas imágenes de Carmen Alborch", dijo Felipe, "y he pensado que ése es el verdadero feminismo, ése fue el que ha traído los avances de verdad".
Un feminismo "con vocación de transversalidad y firmeza que es imposible verlo agresivo, sino reivindicativo, firme y alegre; ese feminismo", apostilló, "que caracteriza la lucha que se ha venido dando dentro del PSOE".
El palo a Sánchez aquí fue por partida doble (o triple). Para empezar, por su pacto con Unidas Podemos, que forzó la entrega de estas competencias a Irene Montero, hoy ministra. Con ella, el debate abierto en el socialismo se terminó de decantar y "los derechos de colectivos histórica y actualmente discriminados, como las personas trans y LGTB+" fagocitaron, por la vía de la "igualdad de género", lo que antes era simplemente "igualdad".
En segundo lugar, porque todas las defensoras de "aquel feminismo" reivindicado por el expresidente, fueron laminadas de la dirección del PSOE en la segunda llegada de Sánchez. Se reunieron muchas de ellas en un colectivo, bautizado "contra el borrado de las mujeres" y lograron mantener cierta influencia... mientras Carmen Calvo era la mujer más poderosa en el PSOE.
Pero la ya exvicepresidenta perdió la batalla, las leyes que impulsa el Ejecutivo son más moradas que rojas y la "libre autodeterminación de género" pronto se convertirá en un derecho "y será ley".
Y como tercer elemento cabe destacar la acalorada discusión que se presenció este sábado en Valencia. La ponencia del PSOE que sale de Valencia emplea los términos trans, LGTBI+ y género (en sus puntos 1912-1914). Es cierto que el texto original que llegaba al congreso demuestra el debate todavía abierto, porque también se podía leer transexual y LGTB (en el 1915)... pero finalmente se ha imponía la terminología "no patologizante" frente a la que "está en desuso".
Varias militantes feministas presentaron enmiendas para resistir en "ese feminismo de Alborch" y la bronca se llegó a presenciar fuera de la comisión, con acaloradas discusiones y concentraciones de descontentas. Finalmente, ganó el "feminismo moderno", pero el descontento se hizo oír.