A las presentaciones de los libros políticos van los amigos y aquellos que pueden sacar algo del protagonista. En la noche de Iván Redondo, no ha habido ni un solo ministro. Tampoco popes socialistas. Pero sí magnates de la comunicación, nacionalistas y miembros de… ¡Podemos y PP!
Pedro Sánchez no perdona. Esa es la orden recibida, ¡eléctrica!, en Moncloa y el PSOE. Porque se ha sometido al sanchismo hasta Felipe González. Es otoño en el hotel Palace de Madrid, ¡qué pronto se marchitan los amigos en política!
Iván ya es Iván el terrible si se le mira de rojo. Le han quitado la rosa y le han dejado con el puño. Pero él está a otra cosa. Siempre paradójico, ha elegido un acto multitudinario para regresar a su hábitat natural: la oscuridad. La influencia.
Ahí tiene la pólvora que le falta cuando se embarulla en los líos de si se fue o le echaron, de si Pedro era el amigo del alma o de si quiso tal o cual ministerio. Redondo ha vuelto al microdato: "Sánchez está en los 5.800.000 votos".
Traducido: Sánchez está por debajo del CIS, por debajo de todas las demás encuestas, a niveles de 2016. Masticado como el cocktail que vendría después: 85 escaños, de nuevo sometido a la aritmética frankenstein. ¿Por qué tan malas expectativas? Le falta librarse del "miedo". Y si lo dice Iván, es como decir: "Tienes miedo porque ya no estoy yo".
Ahí estaban, mirando, Ferreras, Évole, Griso, el spin doctor de Pablo Iglesias -Juanma del Olmo-, Supergarcía, los empresarios catalanes, los modernos del PP… Y si Redondo estuviera muerto, créame, lector, no estaría ninguno de ellos.
Ha empezado sólo en el escenario Raúl del Pozo. El maestro Raúl, se lo ha ganado, juega con ventaja: puede decir lo que quiera, donde quiera y sin que nadie se enfade. Pues lo ha dicho bien: esta es una noche de piratas, de conspiradores, de rasputines.
Porque hace ya cientos de años que los piratas son mucho más numerosos en los hoteles que en el mar, en el Parlamento que en las embarcaciones.
Fíjense si es pirata, Iván: se dice republicano, pero quiere dirigir la campaña pro monarquía en un hipotético referéndum contra la república. La madre y los suegros ya saben cómo es el chico. Estaban en el público, en las butacas que otro día hubieran ocupado Sánchez y su séquito.
Venganzas poéticas
Tal era el agujero socialista que Susanna Griso ha jugado con las manos a contar entre el público: el cero del PSOE frente a la presencia de PNV, ERC…
Lo ha explicado muy bien el autor de la biografía autorizada, Toni Bolaño, que ha disparado para defender a su personaje, casi como en una escena de La Casa de Papel: “Yo soy más socialista que todos los que nos ponen a parir”.
A su manera, Bolaño había sido premonitorio con el título: Moncloa. Iván Redondo. La política o el arte de lo que no se ve. En efecto, lo que no se vio por ningún lado en la noche del Palace de Redondo fue a dirigentes socialistas. Sus compañeros hasta hace cuatro días. O clientes. Quizá fuera eso.
Ha habido algunas venganzas poéticas por parte de Iván. Además, no ha tenido siquiera que sacar él la espada. Son circunstancias, hechos pasados. Durante algunas de las llamadas más importantes de Sánchez a Redondo, estuvo delante… ¡un periodista de La Razón! El biógrafo, Bolaño. ¡A ver si sabía más entonces Bolaño que Bolaños (Félix)!
Así conoció el Bolaño periodista que Sánchez iba hacia delante con los indultos: “Pensé en ir corriendo al periódico para contarlo”. Pero no lo hizo. ¿Se imaginan? Los indultos contados en exclusiva -y descuartizados- por La Razón.
No está muerto, Iván. Dice que “se está enamorando” de otro rival al que batir. Mientras tanto, “año sabático”, que no es otra cosa que año conspirando. Al servicio de otro poder, el mediático.
Fíjense en cómo se lo sabe Iván: ha agradecido, uno a uno, para acabar, a todos los asistentes que mandan en sus despachos. Y eso es la política más efectiva. Las gracias siempre se cobran alguna vez.