A principios de la década pasada, la primera del siglo, ya existían los teléfonos móviles con cámara incorporada, pero su uso no se había extendido aún a la práctica totalidad de usuarios. Es por ello que la fotografía que encabeza este reportaje, compartida por Isabel Díaz Ayuso en las redes sociales en 2018, y según ella misma dijo entonces, tomada "hace unos quince años", fuese, muy probablemente, capturada por una cámara analógica.
En ella se observa a la hoy presidenta madrileña junto a Pablo Casado, ambos veinteañeros, en un bar de copas. Los dos militaban entonces en las Nuevas Generaciones (NNGG) del PP en Madrid, que Casado presidió entre 2005 y 2013. Ayuso luce unos pendientes de cuentas grandes, un estilo que se llevaba por la época. Casado viste una americana informal. Están cerca de la barra y a su alrededor hay gente bailando, cubata en mano. No es imposible que por allí estuvieran otros compañeros de la organización juvenil del PP que hoy, junto a ellos, protagonizan la guerra interna más importante que afronta el partido desde que Casado llegase a la presidencia del mismo hace tres años.
Dos son las preguntas que muchos se hacen estos días en el partido a cuenta de la batalla de Madrid, cada vez más encarnizada. "¿Por qué?" y sobre todo, "¿por qué ahora, que estamos en un buen momento por el auge en las encuestas?". Las mismas, palabra arriba o abajo, que se hacen opinadores y público en general. Para estos últimos, incluso los que puedan definirse como simpatizantes y/o votantes del centroderecha, pero no familiarizados con las interioridades de los partidos políticos, la fratricida lucha entre la calle Génova 13 y la Puerta del Sol, sede de la Comunidad de Madrid -sin perder de vista al Palacio de Cibeles, donde se ubica el Ayuntamiento de la capital- puede llegar a ser incomprensible.
Tan incomprensible como las versiones distintas que se empiezan a dar sobre los mismos acontecimientos. Así, la comida entre Ayuso y el alcalde José Luis Martínez-Almeida del pasado jueves 28 de octubre. Para los ayusistas, un remanso de paz en el que se vislumbró la "buena relación" entre ambos. La mejor, subrayan fuentes de Sol, entre una presidenta autonómica y un regidor madrileño que ha existido nunca, sobre en todo comparación, admiten, con lo turbulenta que fue la de Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz Gallardón. Otras versiones apuntan a que Almeida habría tratado de convencer a Ayuso de la idoneidad de una tercera vía para el PP de Madrid, la que en realidad siempre ha sido su idea, y también la de Génova.
El 'suicidio'
La anatomía de lo que parece a todas luces un 'suicidio' político, el debilitamiento interno del partido que aspira a sacar del Gobierno a Pedro Sánchez, puede abordarse desde varias hipótesis de trabajo. Pero hay una que resuena cada vez con más fuerza en los mentideros populares y que apunta directamente a esas Nuevas Generaciones. Allí, hace ya bastante años, se empezó a gestar la crisis interna que ahora copa portadas y tiempo en las tertulias de toda España.
Por primera vez en la historia de la democracia española, y como también pasa en el PSOE, los que un día fueron dirigentes de las juventudes están copando casi todos los puestos de responsabilidad orgánica. Lejos quedaron perfiles como José María Aznar, Mariano Rajoy o Gallardón, dirigentes que poseían todos, en lo que parecía una norma no escrita para convertirse en dirigente del partido liberal-conservador, una alta oposición del Estado, ya fuera la de inspector de Hacienda, registrador de la propiedad o fiscal de carrera.
Aún quedan altos funcionarios en el PP, como prueba el propio Martínez-Almeida, abogado del Estado, pero su perfil ahora es casi una rara avis. En su entorno, precisamente, se recela de las viejas cuitas de los de "Nuevas", que explicarían parte de los enfrentamientos cainitas actuales.
Si se piensa retrospectivamente, las primarias que en 2018 enfrentaron a otra abogada del Estado, Soraya Sáenz de Santamaría, a Pablo Casado no dejaron de ser una disputa entre los dos perfiles de cuadros que tradicionalmente han nutrido al PP.
En "Nuevas" empezaron y se conocieron Casado e Isabel Díaz Ayuso, los protagonistas estelares de la crisis interna que vive el partido, pero también los personajes secundarios de la trama. Desde Ana Camins, la número dos del partido en Madrid y a la que se quiso postular en su día como la candidata de consenso o de la "tercera vía" para presidir la organización madrileña, hasta Ángel Carromero, asesor del alcalde Almeida y persona próxima a Casado desde que el actual líder popular presidía Nuevas Generaciones de Madrid.
Por aquella época, la primera década del siglo, otro importante cachorro popular era Santiago Abascal, presidente de Nuevas Generaciones en el País Vasco, aunque esa es otra historia.
"Pablo e Isa"
Para un dirigente que venga de NNGG, con una conciencia de pertenencia a "la casa", como se refieren siempre a la sede de Génova, muy alta, ni Casado es el líder de la oposición de la cuarta economía de la Unión Europea (UE) ni Ayuso preside uno de los más importantes gobiernos autonómicos, en una región con mayor tamaño y población que muchos estados soberanos del mundo. No, para ellos siguen siendo "Pablo" e "Isa", aquellos compañeros con los que compartieron ilusiones, ideales de juventud y proyectos de futuro, entre mitin y mitin, y también entre cerveza y cerveza.
En aquellos años en los que empezaron a hacer política, la resistencia constitucionalista en el País Vasco, adonde frecuentemente acudían para respaldar a sus compañeros amenazados por ETA, fue todo un rasgo de identidad y orgullo. De Nuevas Generaciones era Miguel Ángel Blanco, el célebre concejal de Ermua asesinado por ETA en 1997, poco antes de que todos ellos comenzasen a militar en el PP.
El propio Casado aludía a esa experiencia el pasado tres de octubre en la clausura de la convención nacional del PP en Valencia. En las palabras improvisadas que dirigió a quienes se quedaron fuera del mitin, aludió a que él había hecho muchos viajes en autobuses de madrugada a Euskadi para actuar de apoderado electoral, cuando incluso los populares tenían dificultades para rellenar sus listas ante la amenaza terrorista.
Todo aquello marcó el compromiso de los de "Nuevas", como también su implicación con los disidentes al castrismo en Cuba, a los que acudían a respaldar a la isla junto a jóvenes de otros partidos europeos. En ese contexto se produjo el episodio por el que Carromero fue condenado en La Habana, tras el accidente de coche que le costó la vida al histórico disidente Oswaldo Payá.
"De primero de Nuevas"
Los que llevan la 'marca de herradura' de NNGG se conocen muy bien entre ellos. Saben, por ejemplo, que Ayuso no tiene experiencia en Organización, un área clave del partido, dado que siempre estuvo en Comunicación, y no dudan en señalarlo en privado como un reproche, mientras que los ayusistas contestan con otras referencias críticas a los 'casadistas' y a su pasado.
"Esto es de primero de Nuevas" se suele escuchar con frecuencia en medio de la crisis del PP madrileño, cuando se considera que el del otro bando ha hecho un gesto estratégicamente torpe.
Los de "Nuevas", además, presumen de conocer palmo a palmo el territorio de la batalla, en este caso la Comunidad de Madrid. Y así, advierten de las posturas, o de los silencios, de los alcaldes de la A-6, la carretera de La Coruña, en feudos tan importantes como Pozuelo o Las Rozas, que pueden ser clave si finalmente hay unas primarias entre Ayuso, que ya ha dejado claras sus intenciones de presidir el partido, y Almeida, que aún no lo ha descartado.
En toda esta crisis conviene no olvidar un hecho capital, que alude al líder nacional del partido. Casado es 100% PP de Madrid, en el que se ha gestado su liderazgo y su carrera, aun cuando, como suele presumir, llegase al Congreso de los Diputados, tras su paso por la Asamblea de Madrid, por la circunscripción de Ávila. En las primarias de 2018 que le hicieron presidente del partido, arrasó en Madrid, y eso que en la primera de las votaciones fue superado en toda España por Sáenz de Santamaría. Ese resultado lo esgrimen ahora muchos ante las posibles primarias que se avecinan, en este caso en clave exclusivamente de Madrid.
Pero antes de que se pueda llegar a un enfrentamiento que sería, afirman muchos, "como un Madrid-Barça" se siguen librando pulsos, casi a uno por semana. Si la semana pasada Ayuso volvió a perder el de celebrar cuanto antes el congreso del PP madrileño, a lo que Génova se opone; ahora, y como adelantó EL ESPAÑOL, plantea otro, que las primarias no tengan una segunda vuelta en un congreso con compromisarios, como establecen los estatutos del PP.
Pase lo que pase, y en el PP ya admiten que esta guerra dejará "vencedores y vencidos", la resolución de la crisis inédita del partido en Madrid abrirá nuevas heridas entre los viejos camaradas de Nuevas Generaciones. Aquellos que un día compartieron su juventud bajo el techo de una misma organización, la "casa" de Génova 13, y que luego fueron creciendo y prosperando, o no, según el caso, en la política española.
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