"La Dama de Hierro española", según The Times. "La nueva esperanza de la derecha española", en palabras de The Economist. "Los medios hablan de milagro, los investigadores están asombrados y no encuentran una explicación correcta del fenómeno", escribió la prensa alemana sobre su gestión de la pandemia.
Los encendidos elogios de la prensa internacional durante 2021 han alimentado los recelos de los dirigentes nacionales del Partido Popular, traducidos en una batalla por no dejarle presidir el PP madrileño, ya que ven en la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, una amenaza para el liderazgo de Pablo Casado.
Quizá por ello el comentario que más ha escocido es el escrito por un columnista político de The Washington Post: "Ayuso se ha convertido en una sensación nacional. Sus apariciones públicas atraen a multitudes que la aplauden y vitorean. Su popularidad ha asustado incluso al líder nacional de su partido, Pablo Casado".
De nada sirvió que Ayuso renegara todo el año de cualquier ambición y asegurara, una y otra vez, que su principal objetivo es contribuir a que Casado llegue a La Moncloa. Esperanza Aguirre ha culpado de esta guerra interna a los "niñatos" y "chiquilicuatres" de la calle Génova.
Los 'niñatos' de Génova
Aunque contribuyó mucho más la enemistad manifiesta de los respectivos números 2 (el secretario general del PP, Teodoro García Egea, y el exsecretario de Estado de Comunicación de Aznar y hoy director de comunicación de Ayuso, Miguel Ángel Rodríguez) a eternizar un pulso que mantiene al PP estancado en las encuestas desde hace tres meses. Mientras, miles de votantes se preguntan cómo puede haber dilapidado el PP la ilusión despertada por Ayuso en la noche electoral del 4-M.
Más allá de los recelos personales, la pugna entre el presidente nacional del PP y la presidenta madrileña ha puesto en evidencia dos modelos de partido, dos visiones muy distintas de cómo ganar en las urnas.
Frente a la firmeza que Ayuso ha mostrado ante todos los ataques del Gobierno de Pedro Sánchez, Pablo Casado se ve obligado a moverse en un permanente equilibrio entre el acoso de Vox a nivel nacional y la posición de otros barones del PP. Alberto Núñez Feijóo presume de que gracias a su discurso "moderado" Vox no existe en Galicia, y Juanma Moreno firmaría con los ojos cerrados para volver a gobernar con Cs.
Buena parte de las tensiones internas que vive el PP son fruto de este difícil equilibrio.
Dos imágenes recientes definen la situación interna del PP. Dos imágenes que son dos heridas. La primera, la soledad de Cayetana Álvarez de Toledo al presentar su libro, Políticamente indeseable, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid: la dirección nacional del partido había dado la orden de hacer el vacío a su exportavoz parlamentaria.
Una noche con Rajoy
Y tan sólo unos días después, la forzada foto de familia ante el photocall del Casino de Madrid, en la que el expresidente Mariano Rajoy apareció flanqueado por los dos contendientes, Ayuso y Casado, tras un confuso baile por ver dónde se colocaba cada uno.
Todos sus exministros acudieron a arropar a Rajoy en la presentación de su libro, Política para adultos. Pero ante ellos, el nuevo PP de Pablo Casado no logró exhibir una imagen de fortaleza y unidad para reconquistar La Moncloa. El acto quedó, más bien, en una reivindicación del Gobierno que fue desalojado por la moción de censura.
En los lujosos salones del Casino de Madrid se respiraba más nostalgia que ilusión en el futuro. Pablo Iglesias podría haber aprovechado para reivindicar a Gramsci: "El viejo mundo se muere, el nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos".
Ni la sorna gallega de Rajoy ni las chanzas del periodista Carlos Herrera, encargado de presentar el libro, lograron levantar el ánimo de los asistentes, más atentos a cualquier gesto que evidenciara una posible reconciliación, o una mirada de desconfianza, entre los dos dirigentes del PP.
Bloqueado en el Whatsapp
Apenas una semana después de la foto de la unidad, se retomaban las hostilidades entre la calle Génova y la Puerta del Sol. Esta vez, a cuenta de la decisión de la dirección nacional de suspender todos los actos y cenas navideñas con militantes, ante el avance de la sexta ola de coronavirus.
Aunque la orden se había dirigido a las agrupaciones locales y provinciales de toda España, el equipo de Ayuso interpretó esta decisión como una censura a su forma de combatir la pandemia, con las medidas menos lesivas posibles para permitir la actividad de la hostelería.
Isabel Díaz Ayuso coincide con Cayetana Álvarez en el convencimiento de que el PP sólo ganará las próximas elecciones generales si da "la batalla cultural", si pierde el miedo a confrontar sus ideas con la izquierda. El carisma de Ayuso no sólo se debe a la naturalidad y cercanía que transmite ante las cámaras.
También al cierto descaro con el que cada jueves responde a las críticas de Más Madrid en el Pleno de la Asamblea. Y al desparpajo con el que comenta ante los periodistas que ha bloqueado a Teodoro García Egea en Whatsapp, porque está harta de sus enredos. Pero Ayuso nunca llevará tan lejos como Cayetana Álvarez su desafío frente a la dirección nacional del partido.
Así tumbó a Iglesias
Génova ha optado por invisibilizar a Cayetana, hoy de nuevo condenada al ostracismo (como en los tiempos de Rajoy) y borrada del álbum de fotos del partido. Pero nada puede ocultar ya la guerra fría entre Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso, aireada a diario en los medios, que parece haber roto una amistad personal forjada hace dos décadas en las Nuevas Generaciones del PP de Madrid, la escuela liberal de Esperanza Aguirre.
Ayuso escribió a los dirigentes de la calle Génova un manual de cómo ganar elecciones en las circunstancias más difíciles, tras la campaña electoral más sucia que se recuerda, en la que literalmente volaron los sobres anónimos con balas y las navajas ensangrentadas (aunque, finalmente, las manchas del cuchillito que un desequilibrado envió a la ministra Reyes Maroto resultaron ser de herrumbre).
Consciente de que su posición en el Gobierno era cada vez más incómoda, Pablo Iglesias anunció que abandonaba la Vicepresidencia para "luchar contra el fascismo" en las calles de Madrid. Ayuso redobló la apuesta y llevó más lejos la hipérbole: "Comunismo o libertad", fu su lema. Y ganó.
Los ciudadanos dieron la espalda al discurso guerracivilista de Iglesias, que en la noche del escrutinio quedó relegado al quinto lugar, por detrás de Vox. La candidatura de Isabel Díaz Ayuso obtuvo 65 escaños y se quedó a sólo cuatro de la mayoría absoluta: literalmente, barrió en todos los distritos y municipios de la Comunidad. Desde Puente de Vallecas (donde Pablo Iglesias quedó cuarto) a Chueca.
Entenderse con Vox
Las elecciones que Ayuso había convocado, apremiada ante la moción de censura del PSOE en Murcia -extensible a Madrid y extendida a Castilla y León-, sirvieron para catapultar las expectativas del PP en toda España.
Aunque lo que los ciudadanos habían premiado en las urnas fue, sobre todo, la capacidad de Ayuso de ofrecer un modelo alternativo de gestión de la pandemia, bien asesorada por su consejero de Sanidad, Enrique Ruiz Escudero, y su número 2, Antonio Zapatero Gaviria.
Ayuso no sólo promovió la construcción del hospital de pandemias Enfermera Isabel Zendal en tres meses ("no tiene máquina de café", fue una de las principales críticas de Más Madrid), sino que se adelantó a otras decisiones como el cierre de los colegios -al inicio de la pandemia-, la necesidad de hacer cribados masivos con test -finalmente, promocionada por el Gobierno- y de establecer controles en el aeropuerto Adolfo Suárez Barajas (que el Ejecutivo central tardó varios meses en aplicar).
Si el equipo de Ayuso fue pionero en la lucha contra la pandemia, ahora es el principal banco de pruebas de una experiencia que probablemente Pablo Casado tendrá que asumir para llegar a La Moncloa: la convivencia con Vox como socio prioritario, en lugar de Ciudadanos (Cs). Un plan que no parece fácil para Casado, porque rompií todos los puentes con Santiago Abascal.
Ayuso no quiere topos
El principal motivo de enfrentamiento entre el equipo de Ayuso y la dirección nacional es la fecha de celebración del congreso regional del PP de Madrid. Según los estatutos, debería celebrarse el próximo mes de marzo, aunque desde Génova prefieren dejarlo en la nebulosa del "primer semestre del año".
No se trata sólo de una fecha: como el resto de barones regionales, Ayuso quiere garantizarse el control absoluto del partido en la región y de los órganos que elaborarán las candidaturas para las elecciones autonómicas y municipales de 2023. No quiere tutelas ni topos de la calle Génova en su Ejecutiva.
"El PP tiene que trabajar como una gran orquesta, aquí no caben ni solistas ni personalismos. Esto no es un talent show de megalomanías", clamó Casado contra Ayuso en el congreso regional del PP de Andalucía, que colocó a Juanma Moreno en la rampa de lanzamiento de unas posibles elecciones anticipadas.
Pero Pablo Casado es consciente de que la política es, ante todo, espectáculo y de que los focos ni los maneja él ni se van a apartar de la presidenta madrileña.