Madrid

Alfonso Fernández Mañueco, presidente de la Junta de Castilla y León, pactó con Pablo Casado romper el Gobierno autonómico de coalición que compartía con Ciudadanos y convocar elecciones anticipadas para el próximo 13 de febrero. El objetivo era librarse del socio de coalición y llegar a la mayoría absoluta o, al menos, acercarse lo más posible.

Sin embargo, en la última semana de campaña electoral la alarma ha llegado a la dirección del PP por el resultado de las encuestas que muestran que la candidatura de Mañueco quedaría lejos de la mayoría absoluta y muy por debajo de las expectativas previas.

Además, dirigentes y barones del PP elevan esa alarma a lo que consideran ausencia de un plan para hacer frente al ascenso de Vox, primero en Castilla y León y en el futuro en el resto de comunidades.

Casado rompió formalmente con Vox en octubre de 2020 en el debate de la moción de censura presentada por Santiago Abascal. Desde entonces, el PP ha logrado comer terreno a Ciudadanos hasta hacerle desaparecer en varias comunidades, pero la ultraderecha, por contra, ha seguido subiendo.

Entienden esos dirigentes que el PP ha dejado pasar la posibilidad de mostrar lo que les puede distinguir de Vox: su condición de partido de Estado, frente a un partido “antisistema”. Se han roto las coaliciones con Ciudadanos en Murcia, Madrid y Castilla y León y peligra la de Andalucía, para convertir en algunos de esos casos a Vox en decisivo en las investiduras, con mayor cuota de poder.

En el caso concreto de Castilla y León, los sondeos muestran que Vox ha sabido rentabilizar mejor la polémica sobre las macrogranjas. Ha sacado partido de la polarización. Y eso que el partido de Abascal concurre con un candidato totalmente desconocido y a pesar de que el PSOE entregó los primeros días de campaña con la polémica sobre las palabras de Alberto Garzón.

La encuesta más extrema es la del CIS que indica que, incluso, el PSOE podría ser el más votado, con opciones de sumar los 41 escaños de la mayoría absoluta si logra el apoyo de Unidas Podemos, de las candidaturas provinciales de la llamada España vaciada y de Ciudadanos. El PP no lograría sumar los 41 sólo con Vox. Ese escenario sería un cataclismo para el PP, incluyendo a la dirección nacional del partido.

A Mañueco le habría ocurrido como a Susana Díaz en Andalucía en 2018, cuando perdió el Gobierno de la Junta en las elecciones que anticipó para intentar reforzar su mayoría.

Otra hipótesis

La otra hipótesis es la de la tendencia que apuntan todos los sondeos privados, incluido el de Sociométrica para EL ESPAÑOL. En este escenario el PP casi no superaría los resultados de las anteriores autonómicas y, sobre todo, dependería de Vox que, además, pasaría de un solo escaño a una decena y con capacidad de decisión.

Ese posible escenario también sería negativo para los populares, porque pasaría del acuerdo estable con Ciudadanos a depender del partido de Santiago Abascal.

Mañueco rompió la coalición con Ciudadanos con la excusa de una supuesta moción de censura contra él que todos niegan y se expondría a tener que gobernar en una situación difícil, respaldado por Vox o, incluso, teniendo que hacer sitio en su Gobierno a la ultraderecha.

Quedaría lejos del objetivo del PP que era repetir la jugada de la Comunidad de Madrid, donde Isabel Díaz Ayuso rompió con Ciudadanos, pero logró quedarse muy cerca de la mayoría absoluta.

Las elecciones en Castilla y León fueron concebidas por Casado como una estrategia de paso triunfal hacia las generales de 2023, tras el éxito en Madrid y con pasos previos en las autonómicas en Andalucía y las municipales y autonómicas de junio de 2023.

Un traspié es Castilla y León llenaría de dudas a Juan Manuel Moreno para repetir la jugada en Andalucía.

Y, según admiten dirigentes del PP, dado que Casado ha convertido los comicios del próximo domingo en una confrontación electoral en clave nacional, con mucha presencia del líder del partido, el resultado se leerá en clave nacional.

Los 33 escaños

En ese caso, en el PP se admite que volvería a sufrir el liderazgo de Casado y el poder delegado de su secretario general, Teodoro García Egea, discutido en algunas direcciones regionales y provinciales del partido. Egea, de hecho, mantuvo una dura pugna con Mañueco por el control del partido, zanjada en gran medida por haber cedido el anticipo electoral solicitado por Génova.

El PP teme este escenario de dependencia de Vox, según sus propios datos de encuestas, pero considera improbable el descrito por el CIS. Por ejemplo, porque da un ascenso a Ciudadanos muy desproporcionado, a la vez que prima a Vox; también porque ofrece una horquilla excesiva y porque muestra un porcentaje muy alto de indecisos, cerca del 30%.

La alarma en el partido se aviva por la falta de movilización de su electorado que muestran todos los sondeos. El hecho de que por primera vez se celebren las elecciones en Castilla y León sin comicios municipales frena la participación, según su análisis.

Miembros del PP estiman que el umbral del fracaso estaría en un resultado de 33 escaños, teniendo en cuenta que tenía 32. La encuesta de EL ESPAÑOL le atribuye 32 escaños y la del CIS le baja a entre 24 y 30 diputados.

Queda, no obstante, por comprobar si los datos de los sondeos tienen, a su vez, algún efecto sobre el electorado en la última semana de campaña. Por ejemplo, si movilizan a la izquierda ante la posibilidad de cambio en la Junta o si, por el contrario, la alarma en la derecha se materializa en participación de sus electores o concentración del voto de la derecha y el centro.

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