El jueves 3 de febrero iba a ser un día más en la oficina para Alberto Casero, diputado del Partido Popular por Cáceres, acostumbrado al segundo plano político. Pero finalmente ni transcurrió en la oficina del escaño -un proceso febril lo recluyó en casa- ni fue tranquilo: su nombre quedará siempre ligado a la aprobación de la reforma laboral.
Esa, evidentemente, no era su intención cuando se conectó a la aplicación de voto online, a las 17.39 horas, desde su domicilio en la capital. Casero era uno de los 14 diputados autorizados por la Mesa del Congreso para votar telemáticamente, y tenía como plazo hasta las 18. Pero para el exalcalde de Trujillo veinte minutos son un mundo, y sólo necesitó seis para votar los 20 asuntos que se dirimían en el pleno.
A las 17.46:55 horas el diputado popular guardó sesión con su voto. Tan convencido que cuando se le apareció en la pantalla la opción de confirmar o cancelar sólo tardó cuatro segundos en ratificarse: a las 17.46:59 emitió el justificante.
Pero las prisas no son buenas consejeras, y nada más emitir su voto Casero se percató de su error. Y entró en pánico. Así se extrae del informe técnico que los letrados de la Cámara Baja han emitido este viernes, que muestra cómo Casero entró hasta cinco veces entre las 17:49 y las 17:55 horas para consultar las votaciones ya emitidas.
Tras cinco repasos, ni uno más ni uno menos, debió darse cuenta de que había apoyado involuntariamente la reforma laboral, la medida estrella de Pedro Sánchez y Yolanda Díaz en lo que va de legisltura, así que cogió el coche y, con fiebre y todo, se plantó en el Hemiciclo. Acaso pensando que aún le quedaba una bala en la recámara.
Pero eso sólo le sirvió para presenciar in situ cómo su error en el voto supuso el apoyo número 175 -frente a 174 noes- a la contrarreforma laboral del Gobierno de España, convirtiendo en vano el sacrificio de Sergio Sayas y Carlos García Adanero, diputados de UPN que rompieron la disciplina de voto con el afán de tumbarla.
¿Qué hacer entonces? ¿Cómo explicar a su electorado y a la opinión pública que un error humano, un desliz, de uno de sus diputados iba a costarle tamaña humillación al Partido Popular? "Un error técnico", así lo repitieron tras la votación los principales rostros populares.
Pero ese argumento duró menos de lo que tarda Alberto Casero en ratificar un voto, y pronto pasaron a hablar de "pucherazo" arguyendo que faltó, a su juicio, la comprobación telefónica del voto -que no se hace desde 2020, antes de la pandemia- y porque Meritxell Batet, la presidenta, debía haber permitido a Casero rectificar su sufragio, pues se advirtió el error antes de empezar la votación presencial.
El informe
Un argumentario por cierto, que queda algo diluido después de que los letrados del Congreso de los Diputados hayan emitido este viernes un demoledor informe sobre la polémica votación de la reforma laboral: aseguran que no hubo "incidente técnico" en el voto de Alberto Casero, que este es "irrevocable", y que por tanto Meritxell Batet no estuvo obligada a llamarle ni a repetir el procedimiento.
En el escrito, al que ha tenido acceso EL ESPAÑOL, se concluye que "el Sr. Casero ha ejercitado de forma correcta y plena el derecho fundamental que le reconoce el artículo 23 de la Constitución": "El voto emitido, sea presencial o telemáticamente es irrevocable".
En este sentido, también ampara la actuación de la presidenta Batet durante la sesión: "No resultaba jurídicamente exigible y tampoco necesario reunir a la Mesa. No existiendo error técnico no resultaba posible que se repitiera la votación".
Tras esto, el PP ha anunciado que recurrirá ante el Tribunal Constitucional tras el "atropello democrático" que, a su juicio, se cometió en la votación de la reforma laboral. Y ha criticado, a través de su portavoz Cuca Gamarra, que "se filtre de manera interesada" por la Cámara ese informe: "Aquí todo vale y lo que demuestra es que se está deteriorando la calidad democrática de nuestro país".
Pero sea cual sea la resolución del Constitucional, el 3 de febrero pasará a la Historia como el día en el que Alberto Casero, un diputado que hasta entonces había permanecido en un segundo plano (si acaso se le conocía internamente por ser la mano derecha de Teodoro García Egea), dio la razón al escritor R.L. Stevenson: "Algo debe haber hecho mal o no sería tan famoso".